Wednesday, November 09, 2005

(On The) Other Side Of The World


Es cierto. Tal vez nunca más la salvación nos llegue desde una canción o disco. Pero eso no está mal. Porque del otro lado del túnel uno ya no quiere más terremotos, erupciones ni huracanes. Por años lo hicimos, pero ya no vamos de cara a la motosierra para que nos parta el corazón. Ya no necesitamos sangrar para saber que vivimos. Lo que ahora queremos es una vida de detalles. En el otro lado del mundo, junto a nuestro amiguito fome. La paradoja es que de pronto unos minutos de paz son infinitamente mejores que años de adrenalina y montañas rusas. Ahora podemos sentarnos a contemplar la vida desde otro balcón. Uno más alto. Como ser general y mirar a la tropa pelear en ese campo al que, pese a todo, jamás volveríamos. Ahora vibramos con salir juntos a caminar bajo la lluvia y oler la tierra mojada, con andar en auto en invierno, con una canción perfecta y las ventanas abiertas. Dormir haciendo cucharita, despertar en la noche y reírse inventando historias y contando chistes. Detalles que hacen la vida gigante.

No promediamos las emociones de la vida. Tomamos la ruta del sentido. A veces parece que es difícil seguir por ahí. Algunas renuncias duelen. Más de lo que creiste. Y sin embargo esperas un laberinto sin sorpresas. Al final, ¿de qué nos sirve esa libertad sin un sentido, sin un propósito? Porque así como un día amaneces buscando a tu partner, otro te levantas pensando que ya es hora de incorporar más gente a tu mundo de dos. Y un Sábado en la tarde, cuando ya no recuerdas una siesta, te encuentras con tu más lejana postal en vivo: jugando a las tacitas o corriendo tras esos seres a quienes les debes simplemente todo. Lo último que quieres es un terremoto. Y sabes que los habrá.

Entramos al túnel con 20 y sin ropa. Un lugar sísmico, volcánico e inestable. Como nosotros. Mira hacia atrás: todo vivido al extremo, sin límites, sin certezas ni absolutos. Que todo pudiera ser, que fuéramos libres para estar o no estar, para hablar o callar, para aparecer y desaparecer. Para amar y al día siguiente olvidar. O para no olvidar jamás. Dentro del túnel fuimos verdugos y víctimas. Rompimos corazones y de vuelta nos pulverizaron el nuestro. Recogimos los pedazos, nos recompusimos y seguimos adelante. Algunos llegamos amando como niños y nos fuimos comprometidos como adultos. Entramos absolutamente solos y salimos anclados a una familia. Perteneciendo. Pero hay algo más que pudo suceder dentro del túnel. Si lo piensas bien, ahí quedó tu piel. La pregunta es cómo saliste. ¿Te hiciste una nueva piel propia o llevas un traje prestado? ¿Qué hiciste con esos años? Y qué te hicieron ellos a ti. Qué ves cuando estás frente al espejo y qué sientes cuando miras atrás. Y adelante. ¿Sobreviviste? Si hoy reaccionas con guiños cómplices, si disfrutas con esos pequeños detalles, con tu amiguito fome en el otro lado del mundo, es que viviste para contarlo. Yo también. No retreat, no surrender.

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