Wednesday, June 01, 2022

Un Vestido y Un Amor

Cuatro golpes en el platillo. Un sintetizador que comienza a deslizarse como una bruma por la noche. Una letra de memoria instantánea y marca de fuego.  Fito Páez, el de los anteojos ridículos de Giros me tenía bailando embrujada cada noche su canción, con un tipo que no me interesaba tanto como el otro que se paseaba con su cigarro eterno, sin bailar, pero mirándome.  Yo no buscaba a nadie y te vi.  Era el verano, en la playa.  Yo tenía el pelo largo y la piel tostada. De vuelta en Santiago me pareció tan cierto. Nadie puede y nadie debe vivir sin amor.

Hoy es el cumpleaños de El Amor Después del Amor.  Curiosamente, hace una semana me dio por escucharlo completo mientras manejaba.  Algo de vos llega hasta mi, cae la lluvia sobre Paris.  Casi como un milagro, cae lluvia mientras escribo.  Saco cuentas. Si El Amor Después del Amor tiene treinta años, mis historias con este disco tienen la misma edad.  Mi mamá me dijo cuando yo tenía veintitantos que uno no sentía envejecer.  Que se sentía igual por dentro.  A veces le encuentro razón.  Pero la mayor parte del tiempo no.  Tengo cincuenta y dos y poco me parezco a la protagonista de esas historias de canciones, horas doradas y playa en invierno. Lo agradezco.  No la extraño.  Tengo todo lo que necesito y también más.  El amor después del amor tal vez se parezca a este rayo de sol.  

 

Sunday, March 20, 2022

Rebalsar La Piscina Mental


Because it joins all, la sincronicidad me llevó a encender la radio un domingo en la noche, a finales de 1990. Un par de tipos estaba hablando de libros y películas y ponían las canciones que nunca había oído de gente de la que sí había oído. Lo unían todo con un hilo tan parecido al mío.  Antes que Carrie Bradshaw, existió Enrique Alekán y yo era su fan. No sabía quién era, pero escribía desde lugares, físicos y no, que eran también los míos. Cuando armé el puzzle fue evidente: los padres fundadores de la Zona de Contacto rondaban mi mundo y yo bailaba con ellos.  Yo miraba desde afuera sabiendo que esa era podía ser mi tribu, pero no me atreví a acercarme. A veces publicaban cosas de los lectores.  Escribí algo y apareció. Usé un nombre que me inventé y que luego le puse a mi primera hija. El acto de fan vino años después. En la fiesta de los cuarenta de Merino, Bauer y Rozas, allá arriba en la Oz, me acerqué a Fuguet y le dije que había leído varios de sus libros y que me gustaba mucho como escribía. “Gracias”, me dijo amablemente, y agregó, “nunca sabes quien te lee”. No alcancé a decirle por qué me gusta tanto como escribe, que es porque, en buena parte, escribe en inglés traducido.  Sin los inútiles y desagradables floripondios del castellano. La banda de Ricardo ya estaba tocando Candy y los festejados en el escenario comenzaban a cantar. Geez, it´s been 20 years... Candy. Dicen que Dios es un guionista pero para mí siempre ha sido un DJ.

Hace un par de semanas, mi amigo Cancino, dueño de un programa de radio que una tarde de pre-primavera y magnolios en flor, puso Stop de Black Rebel Motorcycle Club, me regaló Rebalsar la Piscina Mental.  El día que escuché esa canción, decidí exhumar de la bodega mi colección de CDs, que había sepultado tres años antes.  Oh, sí, la radio, una vez más.  Cuando recibí el libro, yo leía Recuerdos de Mi Inexistencia, de Rebecca Solnit. Lectura fascinante para alguien que adora el Área de la Bahía de San Francisco, los paisajes del Oeste americano y nació mujer. Al terminarlo, en vez de hacer la pequeña pausa que suelo hacer, tomé inmediatamente el de Fuguet y comencé a leerlo, sin parar. “Soy de la idea que aquel que lee, siempre lee lo que tiene que leer en ese momento. Mejor dicho: lee en sincronía.  Uno no sólo lee lo que quiere leer, pero, cosa rara, termina leyendo lo que necesita.” Vaya, vaya, me dije. Miré atrás. Ví imágenes, oí canciones y comprendí.

No pude lanzarme a escribir en un taller cuando tenía 21 años porque simplemente no podía. Tenía ideas, letras de canciones, líneas de guiones y frases que daban vueltas en mi cabeza. Registraba, escribía en mi diario. Pero no se puede escribir bien con el corazón congelado. Ni con las alas amarradas a la espalda. Cuando finalmente comenzó el deshielo, el cerrojo que abrió IPC y la puerta que deslizó Stop, pude asomarme afuera. Escribí en mi blog, fui a un taller. Entonces, mi mundo comenzó a sacudirse y terminó por estallar en mil pedazos. Pero eso en realidad tenía que suceder y quizás siempre lo supe. Leer a Fuguet después de Solnit, leer sobre lo que él lee, que yo en parte también he leído (bien que reivindique a mi amado Oliver Sacks), leer lo que escribe, me ha hecho sumergirme y usar el autofocus. Hoy es mi cumpleaños número cincuenta y dos. Time makes you bolder. A lo mejor yo no quería ser escritora. Quería escribir. Y a mi modo, lo hice.

Tuesday, February 23, 2016

Ecos


Hoy en la tarde Maida me mostró unas fotos qué le envió Dr. Lulu, su bacanísima profesora del programa de Stanford. "Dr. Lulu trabaja con ratas e investiga sobre la memoria", me dijo. Y yo le dije que en algún momento debería leer el libro de Antonio Damasio, Y El Cerebro Creó al Hombre y ese capítulo que se llama Una Arquitectura para la Memoria, donde explica cómo se forman nuestros recuerdos, que no son para nada una película almacenada en una repisa, sino fragmentos que se guardan en diferentes partes del cerebro y se juntan cada vez que recordamos. Y si nos faltan pedazos, los inventamos. De Damasio obviamente me pasé a Oliver Sacks, y sus historias preciosas sobre la memoria y la música, en Musicophilia. En ese mismo momento, y sin que yo dijese una palabra, Maida me dice que quiere leer On The Move, la autobiografía de Oliver Sacks y no puedo evitar reírme. Mientras vuelvo a saltar, ahora al recuerdo de ese libro de Umberto Eco sobre, precisamente, la memoria: La Misteriosa Llama de la Reina Loana. Me acordé de lo mucho que me costó encontrarlo. Y que lo leí en un episodio de cálculos renales.

Es loco como uno conecta cosas, a veces, incluso sin saber. Porque me acabo de enterar que Umberto Eco murió hoy. Entonces, de pronto vi a la Raca Méndez, mi profesora de castellano de tercero medio que nos contó que había este libro increíble llamado El Nombre de la Rosa y se me vinieron a la cabeza todos esos libros de Eco que leí y amé. Vi mi pieza en Las Trancas y yo leyendo Baudolino, me vi comprando Confesiones de Un Joven Novelista y me vi recibiendo, alucinada, de regalo de Navidad, Historia de Las Tierras y los Lugares Legendarios. Y así.

Ya sabemos, a propósito de tierras y lugares legendarios, que todo hombre debe morir. Pero me da pena que sea Eco. Porque además de contar buenas historias, sus ensayos eran interesantísimos y para rematarla, usaba el lenguaje de una manera genial. Como cuando Yambo, el personaje amnésico, dice que tiene una memoria de papel, que va recordando quién es a través de los libros que ha leído. Yo no sé si Eco había leído neurociencias. Pero probablemente sí. Porque en un momento Yambo dice que los recuerdos no los tenemos todos en un único momento. "Nos llegan como si estuvieran ensartados en un pincho". Y así parece que es. Al menos así es para mí. En fin. Buen viaje, Eco. Y gracias por el anticucho.

Friday, October 09, 2015

Ain't It The Life?


Dejé de escribir hace más de dos años.  Por mucho tiempo no extrañé escribir. No podía hacerlo. No me era fácil venir aquí. En este territorio, una vez secreto y luego abierto a muy pocos, fue donde reflexioné por ocho años sobre mil cosas.  Aquí miraba mi vida, en verdad.  Entera.  Aquí es donde están mis canciones, mis libros, mis pelis. Aquí sacaba a pasear mis ideas y pensamientos. Los feos y retorcidos; los inspiradores y luminosos.  Aquí está toda mi impertinencia, como decía Alfonso. Mis asociaciones dementes y mis peladas de cable.  Mis logros y mis grandes alegrías.  Mis expediciones a las oscuras cavernas del Gran Abismo.  Mis enojos, mis frustraciones y mis taimas.  Mis dudas. Mis penas. Todas mis penas. Esta es la atalaya desde la que miré mi vida por tanto rato.  Desde aquí revisaba cada una de las cosas que más me importaban en la vida.  Mis vínculos. Mi matrimonio. Mis hijos.  Aquí es donde están muchos de mis recuerdos. Y aquí es donde descansan hoy mis planes. Lo que ya no fue. Y no será. Quizás esa sea la parte más pesada. Dejar partir los sueños. Como si fuesen un racimo de globos que se escapan de tus manos. 

Hace poco apareció en Facebook una foto sobre ese arte japonés de restaurar cerámica, en que se vuelven a unir los trozos, quedando unas líneas doradas, como cicatrices.  En otras culturas orientales, lo roto se bota. Pero aquí se rescata y lo roto y vuelto a unir se vuelve un objeto con una dignidad importante y mayor.  Recordé una tarde de invierno, tomado café, hace muchos años. Casi en otra vida. Mientras veíamos oscurecer, pasaba gente con paraguas rotos. Y pensamos que quizás no todo lo que se rompe se vuelve inútil. Son las cosas que vienen a mi cabeza el día que mi corazón dice que quiere que escriba aquí. Y lo escucho. Es aquí donde debo retomar. Porque quien lea, a partir de ahora, lo qué está escrito aquí, sabrá.  Como la canción de Francis Cabrel que escuchaba cuando tenia diez años y ya me ponía triste.  Curiosamente, la oí hace unos días mientras almorzaba mirando llover por la ventana. Y me pregunté si a los diez, alguna parte mía habría sabido que la escucharía tantos años después, en estas circunstancias. Porque pareciera que no sabemos. Pero yo sé que sabemos. La vida nos sorprende. Aunque nunca tanto. Porque, como los búhos de Twin Peaks, las cosas no son lo qué parecen. Y al final, como dice alguien por ahí, c'est la vie.


Mientras escribo, siento que debo refrasear.  Dejé de escribir este blog hace más de dos años. Pero la verdad es que en todo ese tiempo sí escribí. Ahora lo veo. Escribí en cuadernos, escribí en libretas.  Escribí en hojas sueltas y hasta en servilletas de papel. Escribí tarjetas. Escribí cartas. Escribí una historia.  Ya no estoy casada. Pero sigo siendo yo. Se me vienen a la cabeza todas las veces, en que en estos últimos años, le dije a mi amigo Cancino, como explicación de por qué no escribía mi blog, que era porque sentía que quien escribía ya no era la misma.  Y en parte era cierto.  Pero también era mentira. Sigo siendo yo, sólo que ahora me cruzan líneas doradas.  Sigo siendo yo.  Pero ahora también hay más.  Me veo cruzando, hace mucho tiempo, una calle una mañana de Otoño.  Mirando el suelo, escuchando a Dave preguntarse si no es acaso así la vida.  Yo levanto la vista y sonrío.  Ahí está el sol.  Ain't it the Life.  Got no crime. Just sail on by. Sail on by.

Wednesday, February 20, 2013

Ceratostigma


Recibí Cerati en Primera Persona como regalo de Navidad y traté de no comenzarlo hasta mis vacaciones, cuando pudiera disfrutarlo como Dios manda. Pero lo tomé unos días antes. Pasé de nuevo por Colores Santos y Amor Amarillo, acordándome de mil cosas y de mis casettes que todavía guardo. Pasé otra vez por Dynamo, aunque ese, como Signos, son discos que tengo en mi teléfono. Para romper el vidrio en caso de emergencia.

En su momento no le di la menor pelota a Bocanada. El Kid A de Cerati y traición imperdonable a la guitarra. Dios, era Cerati (sin la coma funciona también). Jamás llegué a escuchar completo Siempre Es Hoy y ahora sé que no fue pecado alguno. Pero cosa diferente sucedió con Ahí Vamos. Crimen es una canción que hasta hoy me hace doler la guata.  La Caro me trajo el CD de BAires y era pura guitarra. Menos olor a sala de máquinas y mucha más sangre. Separarse de la especie por algo superior no es soberbia es amor.  Poder decir adiós es crecer. Qué decir de poner canciones tristes. Y si bien Fuerza Natural nunca me mató, era un disco de guitarras otra vez. Nunca me olvido del sábado en la tarde, paseando a Laura en su coche, cuando apareció Rapto en la radio, con esa guitarra que suena como ninguna otra. Y las acústicas están maravillosas también. Hace un tiempo encontré en mi casa una Rolling Stone en que entrevistaron a Cerati a propósito de Ahí Vamos. Suelo emocionarme con las palabras de Cerati previas a su desaparición. Qué otra cosa puedo hacer, un tipo que tiene un libro de palabras...

Una mañana de sol en la playa decido ir más allá de Puente y Río Babel y sumergirme en Bocanada. Y siento que tras haber leído el capítulo sobre él, por primera vez lo entiendo y me puedo reconciliar con la ausencia de guitarras. De hecho cada vez lo voy queriendo más. Oigo el mar y miro hacia el sol con los ojos cerrados.  Es como mirar una luz muy blanca. Pienso en palabras de Cerati. Caminos. Rutas. Puentes. Flotar. Energía. Luminosidad. Luz.  Luz es una palabra que atraviesa todo lo que Cerati dijo. Y me quedo pensando un millón de cosas.

Uno termina el libro y se queda con una sensación multinivel. Ciertamente admiración, amor de fan, agradecimiento de poder vislumbrar, aún por resquicios, algo del tipo que se debe haber despertado en la mañana con el pelo enredado, ojeras y olor a cigarro, como cualquier carretero mortal. También un sentimiento de querer tener esa misma fuerza creativa. O al menos algo de ella. Y un inevitable poco de pena.  De saber que las luces de la costa son faros del pasado. Y que nada volverá a ser como fue. Cerati cuenta varias anécdotas divertidas. Y habla del Ceratoide, algo que vive debajo del mar. Yo me quedo pensando en esa flor de un azul hipnótico que busqué por años para poner en mi jardín. Una flor de nombre singular. Ceratostigma.        

Friday, December 14, 2012

Move To Move


Llevo un rato pegada con Soda Stereo.  Signos, básicamente.  Final Caja Negra, en realidad.  Siempre tengo que volver a ella, porque, como buena canción de Cerati, es una canción sobre lo que uno quiere que sea.  Incluso sus letras aparentemente explícitas, siempre vuelven a dar una vuelta más.  Entera.  Camaleón, nos quedamos solos.  Me voy muy atrás.  A una caja de casette que se derritió con el calor del verano.  A capas y capas de guitarras.  A una línea de bajo que a veces usa notas impertinentes y que tiene un patrón difícil de pillar.  Como todo lo que me atrae. Y viajo. Por nebulosas sin palabras. Tu misteriosa forma me lastimará. El silencio no es tiempo perdido.

No.  No me he hecho el tiempo de escribir. Y sí. Necesito hacerlo.  Pero para eso tengo que subirme de una vez a este lugar desde el que adquiero perspectiva y al que no he querido subir en demasiado rato.  Porque es aquí donde Yo y La Sombra nos vemos las caras.  No es linda La Sombra.  Menos la de uno. Esa es la que más cuesta mirar a los ojos e invitar a sentarse en nuestro living. Puede parecerle realmente imbécil esto a alguien, pero con Episodio III me quedé muy pegada. Me quedé con la sensación de que no hay que ser ningún Anakin para condorearse y dejar la zorricueta para siempre.  Y no darse uno ni cuenta.  O, peor, creer que lo está haciendo bacán. Es solo cuestión de tener los enemigos adecuados.  All the wrong friends.

El Feli me dice que soy capaz de deslizarme con gracia por el mar de las intrigas palaciegas.  Que después de un año y medio ya conozco a mis aliados, a mis enemigos y, también, a esos que no tienen anverso ni reverso. Y sí, quizás ya sea hora de dejar de mirar el tablero y comenzar a mover las piezas.  Este es el juego.  Conozco las reglas.  Conozco los atajos.  Sé cómo hacer trampa.  Tengo lo que se necesita.  Puedo pintar escenarios, coser trajes, escribir guiones y también dirigir actores.  Leo letra chica y subtextos.  Leo entre líneas y veo bajo el agua. Escucho con las orejas, pero también con los poros.  Calculo y proceso rápido.  Mi cerebro puede casi siempre ir más adelante que mi lengua.  Y aunque a tropezones, he aprendido a mantener la distancia adecuada y a saber cuándo mostrar los dientes, sin tener que gastar energías en morder.  Pero son cosas que no me gusta reconocer en mi.  Me dan miedo.  Ser poderoso es una cosa.  Usar el poder es otra.  Pero saber usarlo,  administrarlo y administrarse uno mismo con respecto a él, en palabras de Silvio, es un arte mayor. Porque el alma es claroscura.  Y no me asustan los desvíos.  Y, bueno, el ego es un tramposo formidable.  La Ana María siempre me dice que los miedos son recuerdos de lo ya vivido.  Pero que hoy es el momento de equilibrar.  De Lasa me reconforta, cuando hablamos de esas personas que nos ven enteras, aman nuestras luminosidades,  aceptan nuestras oscuridades y aún así nos quieren. “Eres sagaz”, me dijo una vez una de esas personas.  En ese tiempo mi ego se preguntó si habría sido eso un piropo o una crítica, pero se quedó feliz con la duda. De no ser un piropo, era mejor no saber.  Pero ahora que me acordé, leo la definición y me quedo pensando. Sagaz es alguien astuto y prudente, que prevé y previene las cosas.  Es como tener el pelo rubio o los ojos cafés.  Ni bueno ni malo en sí mismo.  Sólo una característica.  Una condición.  Leyendo Jung y el Tarot, me encontré que cuando analiza la carta de El Mago, Sallie Nichols se refiere a como pasaremos toda la vida echándole luz a nuestras sombras. Y advierte que siempre aparecerán nuevas sombras.  Claro que me asusta la combinación entre el poder, mis oscuridades y mis habilidades.  Pero ya estoy en esto. Cerati canta en mi auto y canta en mi cabeza.  ¿Acaso pensabas sentarte a ver la lluvia de meteoritos desde tu cama?  Algo me dice que quizás haya formas de, esta vez, no tomar el desvío.  Pero nunca lo sabré si no lo vivo.  Sí.  Es hora. Cerati canta la mejor parte de su canción.  Y sin embargo esperas un laberinto sin sorpresas, y sin embargo, aun puedes abrir tu caja negra.  

Tuesday, December 04, 2012

No One Can


Siempre va a ser igual.  Escucho Lavender y me traslado al colegio, veo a la monja Shaun despertándome de mis voladuras con un "a penny for your thoughts!" y me veo a mí, mirando por la ventana de la casa de la Vero de la Fuente, en su fiesta de todos los años, perdida otra vez en imágenes que no recuerdo.  I was walking in the park, dreaming of a spark.  Well, it seemed to be a song for you.  When you miss me I will miss you. By the way, I never meant to break your heart.  

Marillion es tanto.  Alguna vez, todo.  Y hoy, un maravilloso poco que es todo a la vez. Recuerdo la carátula del Seasons End, Easter, el living de la Jime, a punto de descubrir juntas cómo sonaba el nuevo Marillion. Recuerdo olores de primavera y Cover My Eyes (Pain & Heaven). Recuerdo haber encontrado Holidays In Eden en nuestra casa y haberlo escuchado maravillada. Recuerdo haberlo pasado a casette.  Recuerdo No One Can y una playa a la Hora Naranja; yo escribiendo en una croquera con hojas de colores, con mi Parker 51.  Holidays In Eden.

En el momento en que suena Beautiful tengo los pelos parados.  Mi delay favorito.  El bajo.  El mar brillando rabioso bajo el sol de después de almuerzo.  Muchas cosas. Muchas canciones.  Muchos años.    Me sigo emocionando con No One Can.  Como la primera vez.  Marillion en el Caupolicán, 2012.  Like a new and brighter light. Made all my past seem in shadow.  Debí traer una croquera con hojas de colores.