Friday, March 24, 2006

Naturaleza Muerta

Trabajar en las grandes ligas, donde se hacen los más grandes negocios y donde hasta la cifra más chica tiene incontables ceros puede ser muy entretenido. Uno se mueve en un ámbito que desde luego no está abierto a toda la gente, conoce lugares, personas importantes e interesantes, guarda secretos y da consejos que luego salen en el diario.

Es más fascinante al principio, pues como en todo, al avanzar en las escaleras del poder, uno comienza a vislumbrar el otro lado de muchas monedas. Las sonrisas se vuelven muecas, los elogios potenciales emboscadas y las palmadas en la espalda pueden un día ser puñaladas. En un momento, el precio de crecer laboralmente se vuelve caro. Uno se ve atrapado entre la necesidad de avanzar, de quemar etapas y puentes y echarse a volar y el seguir viviendo en una esfera de tibia protección. Arriba o afuera, es la consigna y no hay más que hacer. Quedan atrás espacios, cosas y personas. Amigos. Para muchas personas, la esfera de protección suele estar constituida por afectos, antes que nada. Adquirir competencias, habilidades y destrezas es importante, pero no tanto como el desempeñarse en un medio donde las personas importan y los afectos y lealtades rigen los actos de todos. Pero eso no es real. Entonces, tan pronto como uno entra a su nueva oficina con ventana y puerta, cae en cuenta de lo solo que se ha quedado.

Sería muy fácil echarle la culpa a que soy mujer. Y puede ser que esa sea la razón de lo mal que lo he pasado en ese sentido desde que comencé a subir la escalera esa. Pero qué más podría haber hecho. He sido leal, he sido derecha, he hablado muchas veces más de la cuenta, tratando de explicar lo que en el trabajo es inexplicable simplemente porque las personas no importan. Todos somos instrumentos, herramientas para que otros ganen plata. Lucas más, lucas menos, al final uno agarra sólo migajas.

Y un día uno despierta y se encuentra con que debe tomar decisiones que antes no le correspondían, decir cosas que uno no siente y, en cierto sentido, ser lo que uno no es. O al menos aparentarlo, sin flaquear. Y ahí está el centro de todo. Volverse lo que uno no es.

A medida que fui ascendiendo fui dejando atrás antiguas amistades y perdiendo la posibilidad de hacer nuevas. Y con eso, dejé de conectarme afectivamente con las personas que me rodean todo el día. Hoy día tengo las mejores relaciones profesionales con ellos. Pero ya no vienen a contarme sus problemas o a pedirme consejos, como antes. La Maca, en su demente brillantez me dijo un día “Fran, déjate de excusas, tu problema es que todavía quieres que te quieran”. Y sí. Eso es. Me da pena que ya no me quieran como antes. Me da pena no poder agregar afectos a mi vida, me da pena no poder dar más.

El Pelao me contó esta semana sobre la tragedia familiar de su señora. Y a pesar de lo triste e impactante que ha sido el caso, a pesar de que ha contribuido a despertar a mi colon irritable, resulta que me he sentido inmensamente feliz de escucharlo, de hablar, de callarme, de sugerir, de aconsejar, dentro de lo que se puede. Me ha hecho recordar que me importan las personas, que me gusta ayudar, que me gusta escuchar, que me gusta ayudarles a encontrar sus propias respuestas. Puedo escribir una obra maestra de análisis, pero a pesar de esa satisfacción, no hay como dar de uno mismo. Que el Pelao me diga “Gracias por la oreja, me has dado excelentes ideas” me ha valido más que mil felicitaciones por un buen informe.

Esta pega es fascinante. Pero alienante. Aunque supongo que todas lo son, al final. Pero ha sido un buen regalo de cumpleaños el darme cuenta que todavía estoy ahí, que todavía me puedo preocupar de alguien a quien quiero. Que todavía me quiero preocupar de la gente, incluso de un jefe con pésima memoria y peor genio. Aunque Piscis, después de todo. Y el asunto es ese. Es por un momento volver a humanizarse, bajar a lo más básico y sin embargo más esencial, ser personas, mostrarnos vulnerables, pedir ayuda, entregar, escuchar, ayudar. No calcular, no analizar. Porque la verdad es que algunos problemas no tienen una solución. Y es en esos casos donde lo único que ayuda es un cuerpo humano capaz de querer.

0 Comments:

Post a Comment

<< Home