Thursday, May 11, 2006

La Maternal

Esto sí que fue entretenido. Por el día de la Madre fui invitada a dedicar una canción a mis cachorros y presentarla en la radio Concierto. Me puse por tanto a buscar una canción que tuviera significado. Pensé en Golden Slumbers, que puede ser una canción de cuna, que es exquisita y que la Magda conoce muy bien porque el Feli la toca en piano. Pensé en Hung Up, la primera canción que cantó Pedro o The Ballad Of Peter Pumpkinhead, que yo le cantaba de guagua. También pudo ser Un Año Más, la obsesión mecana de la Magda, y Give A Little Bit versión Goo Goo Dolls que Pedro pide repetir una y otra vez: “Ma Talla Mamá”, que significa más guitarra, Mamá. Pero no pude resistirme a Two Of Us. Porque es de los Beatles. Porque la versión es de mis favoritos Mann y Penn. Porque es una joyita finamente engastada. Y, por sobre todo, porque cada vez que nos subimos al auto para salir de la ciudad, ponemos el disco y nos vamos todos cantando Two Of Us.

Mientras escuchaba las buenísimas selecciones de otras mamás, pensé en que tiempo atrás una revista Cosas o Caras publicó una nota sobre “Melómanos”. Y no había UNA sola mujer. Como si el amor desordenado por la música, según la definición de la RAE, fuera privativo de los hombres. No soy feminista y me aprovecho con descaro de algunas ventajas del machismo, pero no sé por qué parece tan raro que una mujer tenga buen gusto para la música o que tenga una colección de discos. O que escuche un iPod que no pertenezca a su marido. Sí, me molesta que no hayan incluido en ese reportaje a una mujer melómana, porque las hay. Cosas del periodismo ABC 1, supongo.

No soy ciega ni alego por alegar. Estoy consciente de que me muevo preferentemente en un medio plagado de estereotipos, en que a veces es más importante parecer que ser y donde con frecuencia las mujeres desempeñan un rol más bien rígido y políticamente correcto. Corrección que se extiende al gusto musical. Recibir en casa con bossa nova o pop estilo Oreja de Van Gogh, admitir “placeres culpables” tipo Sin Bandera, escuchar a la Norah Jones y a Dido. Como mucho haber comprado el último de la Madonna, como para no renegar de la herencia ochentera. Hace un par de semanas conocí en un cumpleaños a una mamá, médico, que tiene un hijo y dos iPods. Que en el trabajo escucha de Vivaldi a Rammstein, como ella misma dijo. Y que no tenía cuatro ojos ni antenas. El dueño de casa quería lucirse con sus vinilos y nosotras dos fuimos sus únicas groupies en trance. En La Maternal, una mamá eligió Here Comes Your Man y contó que su hija la cantaba. Otra le dedicó a su hijo una de Nick Cave. Me gustó eso. Porque me hizo sentir menos fuera de órbita; el medio es poderoso y a veces me hace dudar de muchas cosas. Pero más que nada, porque si cierro los ojos, veo toda una camada de potenciales – si no ya actuales- melomanillos y melomanillas, que absorben y registran día tras día las buenas canciones de sus padres. Y las de sus madres. Yo sospecho que algunas cosas funcionarían mejor si más niñas escucharan buenas canciones cuando son chicas.

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