Deep One Perfect Evening
Es bueno que el Universo se encargue de compensar las injusticias de la vida. No pude ver a B.R.M.C., pero pude ver a la fuente misma. A mi alrededor la gente se movía y como que bailaba más por inercia que por emoción. Me sentía un poco como cuando Harry Potter habla Pársel, pero me reía sola cantando. A mi lado el Feli clamaba por tapones para sus orejas. Sí, sonaban bien fuerte, pero como dijo mi Hermana en la Música, la Meche, lo mejor de los conciertos es sentir cómo la música te retumba en el cuerpo. Es cierto. Me pregunté cuántos de mis compañeros con que escuchábamos a los Mary Chain estarían por ahí. Quién sabe. Mi teoría es que la gente comienza a envejecer cuando deja de ver música en vivo.
Me causa risa cuando los diarios y revistas presentan a ejecutivos, políticos, abogados y famosillos en su "Lado B". Son maniobras, todos lo sabemos, pero cuando nos encontramos con Manuel ayer apenas reconocí al profesor de música del Cumbres. Entonces pensé que tal vez algunas personas seamos al revés y nuestro Lado B sea el disfraz con que chapoteamos en mundos a los que no pertenecemos, pero que necesitamos y no tenemos por qué odiar. Manuel le dijo una vez a la Meche que desde que nos hace clases se acordó por qué había estudiado para profesor de música.
Me encantó lo que escribió Contreras en el Mercurio de hoy sobre The Jesus and Mary Chain. Ya eran una leyenda en 1991, cuando llegó Darklands a mis orejas y yo los daba por muertos hacía rato, así que no fue muy difícil elegir qué día ir al SUE. Quizás lo único malo de escucharlos en vivo es que en la majamama guitarrera no se pueden diferenciar las distintas capas de sonido que sí se oyen en los discos y que son lo que le da color a su ruido. Pero verlos ahí, tocando Head On, Sidewalking, Happy When It Rains, y terminar, como en Lost In Translation, con Just Like Honey, no tiene precio. Para todo lo demás, existe R.E.M.
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