Monday, April 10, 2006

The Breeders

“Ah, es que yo quiero terminar de criar rápido”. Esta es una frase frecuente entre mujeres en etapa de preservación de la especie. De preferencia ABC1. Están en el supermercado, en el mall, en el colegio; te preguntan cuántos niños tienes, sus edades y proceden a sacar tu razón de niños paridos por año y rankearte. Luego te dan su puntaje y tiran la frasecita.

¿Que tengo 36 años y apenas dos hijos?, ¿Es eso lo que me quieren decir? Bueno, yo parto por decir que no entiendo muy bien lo que es criar rápido. No sé si es parir tres en dos años, si es acortar el período de pañales al mínimo posible, lo cual puede ser económicamente razonable, o si es concentrar el insomnio maternal en unos pocos años, lo cual es fisiológicamente inviable. Tampoco logro entender bien qué es eso que están postergando y que las lleva a necesitar “criar rápido”. Tengo la impresión que, en pocas palabras, criar rápido es tener todos los hijos chicos al mismo tiempo y manejarlos como un ente colectivo. Digamos, más barato por docena, o algo así.

Esta es otra: “No, vieja, es que después de los 35 uno no tiene las energías para tener más guaguas, la naturaleza es muy sabia, nos da las energías cuando somos jóvenes, así que hay que salir de esto rapidito”. Supongo que debería entender que, salvo que haga tareas esta misma noche, mi próxima guagua va a tener por madre una vieja absolutamente desgastada y mientras yo apenas me arrastro con mi coche ellas pasarán por mi lado ágiles, lozanas y libres de obligaciones maternales.

Tengo que advertir que me saco el sombrero ante las mujeres que optaron por dedicarse totalmente a los hijos y que se definen mujeres en tanto madres. Un poco las envidio incluso, porque yo no nací con esa vocación. Y que respeto a las que teniendo una carrera que les come mucho tiempo y energías pero les devuelve satisfacciones espirituales y materiales, han optado por tener muchos hijos. Todas ellas quedan fuera de esto. Esto es sobre las que juzgan opciones diferentes, aconsejan sin que les pida o se creen con derecho a cátedra en algo tan personal como cuándo debemos tener hijos. Como la polola de mi compañero de curso que, anillo de compromiso en dedo, decidió encuestar a las compañeras no casadas – ni tituladas- entonces, para saber qué estábamos esperando que no salíamos a agarrar el nuestro.

Es cierto que no buscamos que Pedro y la Magda tuvieran cuatro años de diferencia. Pero en el mejor de los casos se habrían llevado casi tres, porque antes de eso no queríamos tener otra guagua. Y a pesar de que pasamos momentos difíciles, hoy me doy cuenta que aprovechamos bien la demora. Tuvimos casi cuatro años para dedicarnos a ella sola. Tiempo para compartir con ella, jugar, enseñarle cosas, hacerla dormir y quererla. Casi cuatro años para hacer de ella una niña segura de sí misma a quien nadie le quitaría su lugar.

Ahora que Pedro acaba de cumplir dos, ya comenzaron a llover las preguntas, los consejos baratos y los desatinos varios. Y claro, uno no puede andar por el mundo devolviendo pachotadas, por más que se las merezcan. Al principio pensaba que había que programar a las guaguas y que debían nacer en primavera. Pues me nació una en invierno y el otro a fines del verano. Creía que la Magda “debía” tener una hermanita compañerita. Pues me salió un hombre y más tarde de lo que quería. Pensaba que los niños debían ser seguidos, pero la experiencia me ha demostrado que el colectivo infantil es un peligroso potencial de descuido de sensibilidades individuales y necesidades especiales. Estuve a poco de creerme que había que criar rápido. Pero no sabía lo que era criar. Ahora que lo sé, puedo decir que no va conmigo lo de tener hijos muy seguidos y menos lo de criar rapidito. Bastante me cuesta recomponer la cabeza – qué decir del cuerpo- después de un parto; las ganas de aperrar otra vez se demoran en volver.

Hoy diría que tengo casi certeza de que voy a tener otro hijo. Y que cualquiera de estos días voy a despertar con ganas de encargarlo. Pero también sé que quiero disfrutar a mi Pedro guagua por el mayor tiempo posible. Y que me importa un huevo ser una mamá vieja. Primero porque odio que me apuren, segundo porque no cuadro en ese molde y tercero, y más importante,
porque creo mucho más en los resultados finales de un equilibrio entre grupo e individualidad, con tiempo especial para cada hijo, que en los de ese modelo sugerido de camada en escalerita, todos vestidos iguales y mamá criando rápido. Para correr a operarse las pechugas.

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