Born On The 5th Of July
Hoy es 5 de julio. Hace 9 años nos embarcamos en la aventura que dio sentido a nuestras vidas y origen a las de dos. Apenas sabíamos cosas de cada uno. Aunque yo lo vi y supe inmediatamente quién era. Nunca salimos. Sólo tomamos café y hablamos de árboles. A veces sorprendemos a la gente cuando contamos la historia. No cuadra bien con la imagen que tienen de nosotros. Nos comprometimos apenas pasado un año, nos casamos tres meses después. Sin embargo, nunca nos pareció una locura.
Cuando la Denise se comprometió, le pregunté cómo sabía que el Titi era el elegido. “Uno sabe”, me dijo mi amiga, siempre pionera. Yo estaba demasiado lejos de eso para entender. Pero era cierto. Uno sabe. Y no creo que nadie esté nunca racionalmente listo para casarse, ni para tener hijos, ni para enfrentar la mayoría de las cosas que pasan una vez que nos arremangamos para pasar el río. He visto a quienes se les ha ido la vida esperando sentirse seguros para dar un paso como casarse o tener un hijo. He visto como hombres y mujeres inteligentes y buenas personas se refugian en la duda o en el miedo para no asumir riesgos. Todos sentimos miedo. Nosotros también lo tuvimos. Pero hay un instante en que adquieres unas ganas de aperrar que aniquilan todo miedo. Es cuando uno sabe que todo saldrá bien. O que puede morir tranquilo sabiendo que lo intentó. No creo tampoco que uno necesite tragarse la vida antes de casarse. Nada se crea ni desaparece, sólo se transforma. El uno que fuimos no se extingue jamás. Ni se encadena al otro. Al contrario. El gran desafío y el arte de todo el asunto está en seguir siendo únicos y libres, crecer por dentro y al mismo tiempo junto con el otro. Aceptándose y queriéndose.
Es verdad que no podemos armar una vida con quien deja o siente que deja sueños incumplidos tras de sí. Tampoco con quien dice aún no estar listo. Salvo que uno esté dispuesto a que le pasen la boleta a poco andar. Serrat dice que nunca es triste la verdad, que lo que no tiene es remedio. Hay un momento en que tenemos que atrevernos a hacer y hacernos feas preguntas. ¿Hay sueños por cumplir o simplemente nos están comprando tiempo? Pero en estas cosas el tiempo no se compra. Se roba.
Cuando esa mañana el Feli me preguntó, yo no tuve la menor duda. Sabía que estaba lista. Sentía que no me quedaba nada más por hacer sola y que esa vida tenía que quedar atrás. Que ya no la quería. Sabía, no con la lógica de la cabeza, sino con la certeza de la intuición, esa maravillosa brújula interior que nos han enseñado a reprimir y a despreciar, que no quería esperar más para tomar esa ruta. Hoy ya sabemos que algunos no vivieron juntos para siempre. Relaciones y vidas dolorosamente fracturadas bailan a nuestro lado. Los fantasmas que nos miran a nosotros también. Porque no hay garantías. Sólo expectativas. La salvación está en mantener y alimentar cada día el amor y el compromiso que asumimos. Con tolerancia y generosidad. Con heroísmo. Y con pelotas.
Cuando la Denise se comprometió, le pregunté cómo sabía que el Titi era el elegido. “Uno sabe”, me dijo mi amiga, siempre pionera. Yo estaba demasiado lejos de eso para entender. Pero era cierto. Uno sabe. Y no creo que nadie esté nunca racionalmente listo para casarse, ni para tener hijos, ni para enfrentar la mayoría de las cosas que pasan una vez que nos arremangamos para pasar el río. He visto a quienes se les ha ido la vida esperando sentirse seguros para dar un paso como casarse o tener un hijo. He visto como hombres y mujeres inteligentes y buenas personas se refugian en la duda o en el miedo para no asumir riesgos. Todos sentimos miedo. Nosotros también lo tuvimos. Pero hay un instante en que adquieres unas ganas de aperrar que aniquilan todo miedo. Es cuando uno sabe que todo saldrá bien. O que puede morir tranquilo sabiendo que lo intentó. No creo tampoco que uno necesite tragarse la vida antes de casarse. Nada se crea ni desaparece, sólo se transforma. El uno que fuimos no se extingue jamás. Ni se encadena al otro. Al contrario. El gran desafío y el arte de todo el asunto está en seguir siendo únicos y libres, crecer por dentro y al mismo tiempo junto con el otro. Aceptándose y queriéndose.
Es verdad que no podemos armar una vida con quien deja o siente que deja sueños incumplidos tras de sí. Tampoco con quien dice aún no estar listo. Salvo que uno esté dispuesto a que le pasen la boleta a poco andar. Serrat dice que nunca es triste la verdad, que lo que no tiene es remedio. Hay un momento en que tenemos que atrevernos a hacer y hacernos feas preguntas. ¿Hay sueños por cumplir o simplemente nos están comprando tiempo? Pero en estas cosas el tiempo no se compra. Se roba.
Cuando esa mañana el Feli me preguntó, yo no tuve la menor duda. Sabía que estaba lista. Sentía que no me quedaba nada más por hacer sola y que esa vida tenía que quedar atrás. Que ya no la quería. Sabía, no con la lógica de la cabeza, sino con la certeza de la intuición, esa maravillosa brújula interior que nos han enseñado a reprimir y a despreciar, que no quería esperar más para tomar esa ruta. Hoy ya sabemos que algunos no vivieron juntos para siempre. Relaciones y vidas dolorosamente fracturadas bailan a nuestro lado. Los fantasmas que nos miran a nosotros también. Porque no hay garantías. Sólo expectativas. La salvación está en mantener y alimentar cada día el amor y el compromiso que asumimos. Con tolerancia y generosidad. Con heroísmo. Y con pelotas.
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