Impressive, Most Impressive
Lo digo de entrada: el Louvre es un museo extremadamente aburrido y quien afirme lo contrario es un latero o un engrupido. En lugar de dar vueltas y vueltas como ratas en laberinto, con ese odioso librito-mapa en la mano, es más sano entrar, ver lo que hay que ver (que en verdad son tres o cuatro cosas) y partir corriendo al Musee D’Orsay. En el Louvre uno se siente haciendo las tareas. En el D’Orsay se alucina. Está en una antigua estación a la orilla del Sena, o sea, vendría siendo como la Estación Mapocho hecha un exquisito museo. En la línea de tiempo, el D'Orsay sucede al Louvre, pues cubre el período 1848 – 1914.
Si bien hay muestras de varias expresiones artísticas, yo me quedo con dos: la escultura y la pintura. En este museo están muchas de las esculturas de Rodin. Y nadie se las roba. Las esculturas de Rodin, que son de verdad emocionantes, tienen una cosa curiosa: las manos desproporcionadamente grandes. Desconozco por qué, pero dudo que sea casual. Tarea para la casa.
Y respecto de la pintura, este museo es llamado "La Meca del Impresionismo". En sus luminosas salas están expuestas las más lindas pinturas de los Impresionistas. En un tardío pero merecidísimo homenaje. Impresionismo no es sólo Monet y sus nenúfares de calendario que nos tienen un poco chatos a todos. Lo que los Impresionistas hicieron, en contra de la crítica, de la tradición y de la academia, en contra del gusto popular e incluso de su propio bienestar material es más que admirable. Fueron artistas estudiosos y trabajadores, dejaron la comodidad del taller y salieron a pintar al aire libre, a capturar la luz y los colores de la realidad y a ponerlos sobre la tela de una manera original y revolucionaria. Hay que ver los Renoir, los Manet; hay obras de un par de mujeres talentosísimas también. Y están mis favoritos Camille Pissarro, considerado por muchos como el verdadero padre del movimiento y el dios de Cézanne, neo-impresionista, pero que se nutrió del espíritu y la carne de esa tropa de visionarios porfiados que cambiaron el arte para siempre.
Si bien hay muestras de varias expresiones artísticas, yo me quedo con dos: la escultura y la pintura. En este museo están muchas de las esculturas de Rodin. Y nadie se las roba. Las esculturas de Rodin, que son de verdad emocionantes, tienen una cosa curiosa: las manos desproporcionadamente grandes. Desconozco por qué, pero dudo que sea casual. Tarea para la casa.
Y respecto de la pintura, este museo es llamado "La Meca del Impresionismo". En sus luminosas salas están expuestas las más lindas pinturas de los Impresionistas. En un tardío pero merecidísimo homenaje. Impresionismo no es sólo Monet y sus nenúfares de calendario que nos tienen un poco chatos a todos. Lo que los Impresionistas hicieron, en contra de la crítica, de la tradición y de la academia, en contra del gusto popular e incluso de su propio bienestar material es más que admirable. Fueron artistas estudiosos y trabajadores, dejaron la comodidad del taller y salieron a pintar al aire libre, a capturar la luz y los colores de la realidad y a ponerlos sobre la tela de una manera original y revolucionaria. Hay que ver los Renoir, los Manet; hay obras de un par de mujeres talentosísimas también. Y están mis favoritos Camille Pissarro, considerado por muchos como el verdadero padre del movimiento y el dios de Cézanne, neo-impresionista, pero que se nutrió del espíritu y la carne de esa tropa de visionarios porfiados que cambiaron el arte para siempre.
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