El Odio a La Música
Desde chica colecciono buenas frases. Seguro por eso me fijo tanto en las letras de las canciones. Qué tal esta: “Las orejas no tienen párpados, no podemos no oir”. Desde que la leí en este libro de Pascal Quignard me quedé pegada y ahora cada vez que voy al supermercado o al banco o a todos esos lugares donde uno no elige la música, se me aparece en la cabeza. Especialmente cuando suena una canción con historia. Como pasaba en ese Unimarc que en los 90 tenía una selección de pop insólitamente fino.
El Odio a la Musica es un libro difícil de seguir, pero viene de una eminencia de las letras francesas, como se diría por ahí y es interesante de todas maneras. Uno se adentra en el lado oscuro de la música, no en eso de que la música nos hace bien, all together, tralalá. Todo lo contrario, se trata de cómo la música puede atacar, destruir y aniquilar, especialmente cuando no podemos hacer nada para no oírla. Me pregunté por un buen rato cómo podría ser eso, aún reconociendo que a veces, efectivamente, una canción o una melodía nos puede dejar mal. Pero de ahí a odiar la música... Hasta que para el final, el autor cuenta que en los campos de concentración nazis había orquestas y se tocaba música. Me dieron escalofríos. Cualquiera que tiene un hyperlink de la oreja a la memoria y una epidermis fonosensible sabrá de lo que hablo.
El Odio a la Musica es un libro difícil de seguir, pero viene de una eminencia de las letras francesas, como se diría por ahí y es interesante de todas maneras. Uno se adentra en el lado oscuro de la música, no en eso de que la música nos hace bien, all together, tralalá. Todo lo contrario, se trata de cómo la música puede atacar, destruir y aniquilar, especialmente cuando no podemos hacer nada para no oírla. Me pregunté por un buen rato cómo podría ser eso, aún reconociendo que a veces, efectivamente, una canción o una melodía nos puede dejar mal. Pero de ahí a odiar la música... Hasta que para el final, el autor cuenta que en los campos de concentración nazis había orquestas y se tocaba música. Me dieron escalofríos. Cualquiera que tiene un hyperlink de la oreja a la memoria y una epidermis fonosensible sabrá de lo que hablo.
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