Thursday, February 08, 2007

Bizarre Love Triangle

Siempre uno escucha eso de que hay un momento en la vida en que nuestros padres dejan de ser nuestros héroes y nos defraudan de manera definitiva. Puede ser verdad. Pero también es mentira. La desilusión definitiva no existe. Sufrimos como si fuera la primera vez cada vez que los vemos actuar como humanos limitados, imperfectos, irracionales, “irrazonables” y primitivos. Siendo espectadores de un partido de tenis indefinible que nadie ganó ni ganará jamás.

Algunos piensan que se debe discutir a puertas cerradas, jamás delante de los hijos. Otros dicen que es bueno que ellos sepan que los padres pueden discutir, porque esos niños sufren demasiado con la sorpresa de una ruptura. No hay duda que nadie se trauma por presenciar cómo los papás discuten por algunas cosas. Siempre y cuando sean asuntos de poca importancia. Pero ningún hijo debiera presenciar discusiones de parejas en mal funcionamiento. Yo sé que siempre será mejor recibir una síntesis políticamente correcta, sin detalles, sin imágenes.

Hay una frase notable en Garden State sobre lo que es una familia. La frase es buena, hace pensar, pero no sé si sea tan cierta. Vale bien poco la pena lamentarse por lo que a uno le tocó; siempre hay otro con peores cartas. Pero tampoco puede uno quedarse en idealismos y aceptar todo, una y otra vez, como si no estuviera pasando nada. Smiling as the shit comes down. No se puede. Menos cuando uno mismo ya es padre de familia. Y eso es precisamente lo que los padres no parecen comprender. Y lo que enfurece. Lo que duele. Que ya somos todos gente grande. Que de alguna manera hemos llegado a ser la misma cosa. Que ya no es tiempo de cuentos.

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