The Closest Thing To Heaven Is To Rock And Roll
Hace unos días tuvimos la comida de fin de año de la oficina. Todo muy exquisito, en el jardín de la casa de un socio, la comida rica, el vino bueno y la música muy correcta. Nos sentamos en una mesa en que casi todos los comensales resultaron ser melómanos. Uno de ellos, un Chapman en potencia. De pavor. Demás está decir que resultó ser la mesa más entretenida y obviamente, la más ruidosa de todas. Mientras casi todos hablaban de la crisis financiera o de pega, nosotros nos peleábamos por contar las mejores historias de discos y conciertos.Hace ya mucho rato que la Caro y yo dejamos de vernos con los Atarvanes. Yo siempre sé de ellos, por la Vero o porque me los encuentro en la piscina. Todos sabemos que ya no tenemos absolutamente nada en común y nunca nos prometemos vernos, ni hablar ni nada. Sin embargo, cuando nos encontramos hay un sentimiento de cariño, de haber compartido una época única en la vida. Una época en que nos creíamos grandes y sentíamos que podíamos comportarnos como unos irresponsables sin que le pasara nada a nadie. Y digo creíamos, porque la verdad es que sí pudieron pasar muchas cosas. Ahora que soy mamá pienso en los riesgos que tomábamos y en cómo habrá rezado la nuestra cuando salíamos. Sé que voy a pasar mucho susto con mis hijos, especialmente si me salen con eso de que son super sanos porque son deportistas. Y sería fácil mirar ese video con ojos de ahora y escandalizarse. Pero sería muy injusto. Es verdad que no todos salieron bien parados de ese tiempo y que algunos van a cargar con las consecuencias para toda la vida. Pero nada de eso es culpa ni del carrete ni del heavy metal. Para mí, mucho más pesaron los padres ausentes o excesivamente permisivos y las mesadas demasiado generosas.
Me pasa que a veces, los viernes o sábados en la noche, me encuentro en el supermercado con grupos como el que teníamos, comprando poca carne y mucho pisco y coca cola. Otras veces los veo poniendo bencina o cargando autos en vísperas de un fin de semana largo o echados en la playa, haciendo nada. Y siempre me acuerdo de como éramos nosotros a esa edad, de lo bien que lo pasábamos y de la poca conciencia que teníamos de nada que no fuéramos nosotros mismos, en ese momento. Y me pasa que a veces los miro con una mezcla de envidia y nostalgia. Pero también con alivio. Sin gusto a poco. Lo cual es importante cuando uno ya hizo algunas elecciones en la vida. Quizás sean esas las cosas que a uno le permiten permanecer en el lugar en que está y sentir que ahí es donde uno pertenece. Por muchos años, siempre quería estar donde no estaba. O no estar donde estaba. Después de tanto correr, un día descubrí que para mí ser feliz es simplemente sentir que uno quiere estar donde está y quedarse y no estar en ninguna otra parte. Exit Night, Enter Light.


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