Sunday, February 01, 2009

Oeisis

Hace un par de noches, luego de un día agotador con los tres monstruillos, nos escapamos con el Feli a por nuestra dosis de cerveza y de conversa adulta. Me decía que cada vez que está aquí tiene sentimientos encontrados; una mezcla de recuerdos, malos, mejores y buenos. Ambos coincidimos en que los mejores son los recuerdos de cuando éramos muy chicos y comienzan a empeorar a medida que vamos transformándonos en adolescentes. Yo de verdad me pregunto si alguien tiene buenos recuerdos de su adolescencia, más allá de borracheras memorables y primeros besos. También yo tengo sentimientos encontrados con este lugar. Me gusta venir, porque es parte de mi vida, pero detesto el reggaeton y el olor a fritura. Odio las ferias artesanales en que venden juguetes chinos y Crocs mula. No soporto que hayan talado los bosques del Canelo para darle vista a los nuevos edificios, ni que la isla ya no sea isla. La Magda no me creía que esa roca pelada fue hace sólo treinta años una isla con cipreses encima y con pingüinos que se asoleaban en su orilla. Pero más me carga escuchar la cancioncita –que ya lleva casi cuarenta años- de que Algarrobo ya no es lo que era antes y que la gente cambió. Me dan ganas de mandarme un Jorge González.

Yo recuerdo el olor de los macrocarpas en un día nublado, en Algarrobo Norte, con esas olas enormes de espuma blanca bien espesa. Recuerdo los Festivales de Viña, a Neil Sedaka y su mameluco horroroso con humita y cierre atrás. Recuerdo las canciones de esos italianos que cantaban en castellano a principios de los 80. Y que aquí descubrí a The Police. Adoro entrar a La Estrella y sentir esa mezcla de olores, de frutas con verduras. Amo el olor de los choclos y la albahaca, porque me hace pensar en mi abuela y mi mamá, en esos veranos interminables colgados de sus faldas. Hace unos días, paseando a la Laura, un olor mezcla de eucaliptus con leña me transportó a una tarde caminando con mis papás y hermanos, entre los árboles de la iglesia de Santa Teresita. Si alguna vez me pidieran hablar de un momento feliz de cuando era chica, ese es uno poderosísimo. Se me llenaron los ojos de lágrimas y me habría puesto a llorar como una guagua si no me hubiera encontrado en ese momento con la Cecilia y sus niñitas que bajaban a la playa.

No sé por qué me dio por escuchar a Oasis en Algarrobo. Supongo que es culpa de Dig Out Your Soul. En el tiempo en que el mundo se dividía entre Oasis y Blur, yo estaba con Blur. Nunca me compré un disco de Oasis, aunque sí me gustaba un par de canciones. Pero a veces la pega de conductores de radio y columnistas de música se llega a justificar. Y después de Don’t Believe The Truth y de su concierto en vivo me declaré atrapada por sus canciones. Ahora, con Dig Out Your Soul definitivamente les creí. Son la raja. Y me gustaría tocar guitarra como Noel Gallagher. Una mañana saqué a la Laura y en mi iPod sonó Champagne Supernova. Bajé mirando el mar con mi guagua en su coche. El cielo estaba azulino y sin nubes. Estaban comenzando mis vacaciones. Un letrero promocionaba un boliche de hot dogs y pizzas abierto 24 horas al día: ¿Bajón? Ven a Oasis. Y yo empecé mi paseo por la orilla de la playa escuchando Live Forever.

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