Radiohead
Qué diablos estoy haciendo aquí. No pertenezco a este lugar. Yo sentía que el tipo del ojo raro me hablaba cada vez que cantaba su canción, 25 veces al día por MTV. La adoré desde un principio, con ese zarpazo guitarrero que precedía al coro. Yo sabía que era cierto. Que las tardes mirando la cordillera por la ventana, mientras JFC veía tele no eran para mí. Y no era sólo eso. Pero yo no tenía las fuerzas para arrancar. He was so fuckin' special and I was such a creep. La de JFC es una historia con dos finales. El primero, bajo el dominio de Pablo Honey. El segundo, bajo el imperio de The Bends. Nadie necesita detalles.
Cuando salió OK Computer corrí a comprarlo. Me gustó mucho. Aunque lo odié un poco por dejar de lado las guitarras de The Bends. El problema era que la voz de Thom Yorke seguía emitiendo el mismo lamento desesperado y angustiado de siempre. OK Computer no era un disco para recuperar rumbos ni encontrar caminos. OK Computer no era un disco para tomar buenas decisiones. Y a mí, a mí se me acababa el tiempo. Junto con muchos otros, OK Computer fue desterrado a la caja que guardé en la bodega cuando me casé.
En la vida melómana hay discos y canciones que se pueden reciclar. Me refiero a esos discos y canciones que extirpamos de nuestra vida, al asociarse a determinados momentos y personas y que pasado el tiempo hasta nos dejan sonreír. Es como un reseteo. Pero con algunos no se puede. Un día perdí So y no hice nada por recuperarlo. Cambio la radio cada vez que canta Morrisey. Disintegration flota en el límite. Cuando abrí la caja de los desterrados, Radiohead fue objeto de redención. Pero existe una regla: no más de dos canciones seguidas. Es como cuando cada cierto tiempo le doy una piteada al cigarro del vecino.
"¿No crees que es algo de lo que te podrías arrepentir?", me preguntó mi amigo, cuando le dije que no creía que iría a Radiohead. "Sí", le respondi, "es posible que me arrepienta". Radiohead toca mientras escribo. "¿Por que es tan importante Radiohead?", me pregunta el Feli que lee el diario mientras me meto a la cama. Yo le explico y sé que una parte de mí hubiera querido estar ahí. Pero la otra, la que logró zafar, es la que manda. Yo simplemente obedezco.
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