Mundo Común y Corriente
Escuché Ordinary World por primera vez una tarde medio nublada, en la playa. Me había comprado un helado, un inmenso barquillo relleno de frutas de verano, con helado de piña encima. La intro me pareció tan fantástica que subí a una terraza y me puse a mirar el mar, mientras el viento frío me pegaba en la cara y me desordenaba el pelo. Toda la razón, la vida era el video de una canción. Fue el verano en que tanto Cerati como Fito cantaban que nadie vive sin amor y yo les creí. Lo que más me gustó fue eso de tratar de encontrar la vía hacia el mundo común y corriente y sobrevivir de alguna manera. Incluso entonces, a los 22, me llamó la atención. Pensar que nunca me compré el Wedding Album y que sólo lo bajé hace poco tiempo.
En ese tiempo yo pensé que el mundo común y corriente sería un lugar tranquilo y estable, donde uno llegaría a instalarse con The Chosen One para vivir una vida sin sobresaltos, como de comedia romántica gringa. Pero ahora no pienso lo mismo. Basta ser un poquito más sapo que lo normal, detenerse y mirar y escuchar con calma. Uno ve y oye cosas. ¿Ejemplos? Aquí van: un marido que golpea a su mujer y deja su trabajo como educador; un ex marido que tiende una trampa a su ex mujer, actuando de manera inesperadamente generosa y amable, dos semanas antes de notificarle la rebaja de pensión alimenticia con argumentos mañosos. Otro ex marido le quita a su ex mujer el auto en que ella lleva todos los días al hijo de ambos al colegio. Un hombre casado vuelve a su vida pre-matrimonial de deportista destacado y termina yéndose con la mujer de otro. Una mujer cansada de sentirse sola duerme con un hombre que no es su marido. Un abogado joven y exitoso deja a su familia por una compañera de trabajo más joven y soltera. Una abogado pierde trabajo y marido tras enredarse con un compañero. Todo real y nada demasiado lejos de mis narices. Ojo, que no estoy juzgando. No quiero hacerlo ni puedo. Creo firmemente en la libertad de las personas y si bien la sociedad tiene reglas que hemos aceptado acatar, en muchos ámbitos podemos establecer nuestros límites como y donde queramos. Cosas como estas me estremecen y me hacen pensar. Y me pregunto si acaso es éste el mundo común y corriente al que teníamos que llegar.
A veces, cuando dejo a la Magda paso a la capilla del Colegio. Es el único lugar del mundo donde siento esa paz absoluta para reflexionar y para rezar como me gusta a mí. No rezo Padrenuestros ni Avemarías como loro. Pido saber elegir y deliberar. Nadie quiere equivocarse. Pero es tan fácil. Y no hablo de nada en sí demasiado grave. Hablo de los pequeños errores que al acumularse se van transformando en una bomba de tiempo. Hablo de lo que no se habla y que surge un día, a pito de nada, como un horroroso hongo atómico. Pido no perder lo que Tulio llama el sentido de awareness, esa mezcla de intuición, perspicacia y estado de alerta. Pido no transformarnos en países en guerra ni - peor- en extraños de trato cordial. Pido no secarnos en la fría y tramposa racionalidad del deber ser ni en la lata soberana del tener que. Hablo de no morirnos como tantos a nuestro alrededor. Esos cuya frase más frecuente es "ya no estamos para". Lo hablamos anoche. ¿Será posible acaso acceder a una combinación de la paz y estabilidad que queremos, con la sensibilidad que nos permite sentir el viento en la cara, sin aniquilar esa fuerza a veces irrefrenable y medio desbocada, que nos mantiene inspiradas, creativas y vivas? En otras palabras, o en palabras de otros, ¿cómo hacemos para vivir sintiendo en minúsculas? Escribí una vez sobre no promediar las emociones de la vida, sino vivirla con un sentido diferente. Sólo que a veces eso no es tan fácil. Menos escuchando algunas canciones. Pero volviendo al asunto, encontrar esa fórmula sería mi ideal de mundo y no lloraría por el ayer, como dice la canción. Yo estoy segura que esa fórmula existe y que podemos buscarla y encontrarla. Pero a veces miro alrededor y dudo, y no dejo de pensar que quizás estemos pidiendo demasiado.
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