84, Charing Cross Road
Adoro como llegan los libros a mi vida. Los encuentro en una librería, los tomo, los miro. Leo sus contratapas, los abro al azar y siempre leo un poquito. Es como cuando escuchaba un CD en la Feria del Disco en los 90: con un pedacito de cada canción sabía si era para mí. Muchas veces me los llevo inmediatamente. Otras veces los dejo ir. Si debo leerlos, vuelven a través de sincronicidades y coincidencias. It's a kind of magic.
Me encontré por primera vez con 84, Charing Cross Road en uno de mis habituales vagabundeos por Providencia. Era el día del libro, y aunque había rebajas, yo ya había gastado demasiado como para llevármelo. Era una versión cara. Lo volví a su lugar con pena, pero sabía que volvería. Una recopilación de cartas entre una escritora americana viviendo en NY y un librero anticuario inglés viviendo en Londres. Una amistad epistolar transoceánica de veinte años. A Question Of Time. Un día llegó la señal: leyendo el guión de La Vida Secreta de las Palabras, me encontré con que la Isabel Coixet había hecho una adaptación para el teatro del libro.
Me encontré por primera vez con 84, Charing Cross Road en uno de mis habituales vagabundeos por Providencia. Era el día del libro, y aunque había rebajas, yo ya había gastado demasiado como para llevármelo. Era una versión cara. Lo volví a su lugar con pena, pero sabía que volvería. Una recopilación de cartas entre una escritora americana viviendo en NY y un librero anticuario inglés viviendo en Londres. Una amistad epistolar transoceánica de veinte años. A Question Of Time. Un día llegó la señal: leyendo el guión de La Vida Secreta de las Palabras, me encontré con que la Isabel Coixet había hecho una adaptación para el teatro del libro.
Todo comienza con una carta muy corta encargando un libro difícil de encontrar en NY. A partir de ella, uno ve como HH y FPD, así, con iniciales, se van acercando a medida que ella le sigue encargando libros y él se dedica a buscarlos y encontrarlos. Con el tiempo se van formando vínculos profundos entre HH y FPD y su familia y compañeros de trabajo. Ella les envía alimentos durante los años siguientes a la guerra, ellos le retribuyen con un mantel bordado por una vecina. Se intercambian regalos y cartas de cumpleaños, de Navidad. Qué Twitter ni qué Facebook. El secreto siempre estará en querer querer. Y pienso, una vez más, en el inmenso poder de la palabra escrita. En como, por más impersonales que creamos o intentemos ser, siempre se desliza lo que somos, lo que pensamos y lo que sentimos. Somos animales sentimentales. Es lindo ver como las cartas de HH y FPD se van volviendo personales a medida que ella introduce el humor y la ironía y él, a su modo, responde. Hay frases para subrayar y para grabar en nuestras libretas de cosas importantes. Hay cartas de HH realmente divertidas, especialmente cuando insulta a FPD por demorarse en responderle. Y hay, por todos lados, eso de amar y venerar los libros y esa curiosidad por siempre aprender y saber un poco más de todo lo que se pueda.
HH dice en un momento que a ella sólo le interesan los libros sobre historias que sucedieron a personas reales. A mí me gustan las novelas y puedo llegar a rayarme, pero también me maravilla leer cartas, diarios y memorias. De hecho, este año me cambió la vida la autobiografía de C.G. Jung, que llegó a mis manos con la magia que a mí me gusta. Fuguet, por su parte, en la parte autobiográfica de Missing me hizo llorar. Leyendo 84, Charing Cross Road me acordé de las cartas que le escribí a Juanjo Peña, mi compañero de curso y amigo fundamental. Es posible que hayan terminado en un basurero cuando se murió, pero de ellas nació una conexión que existió hasta la última vez que nos vimos. Ayer, mientras terminaba el libro con la garganta apretada, volví a pensar en la importancia del decir. Siempre. De alguna forma. Antes que sea tarde, sobre todo.
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