Tuesday, July 06, 2010

Candy, Baby

It's a rainy afternoon, 1990. Mientras Bauer está sobre el escenario, cantando Candy en su fiesta de 40 años, que es también la fiesta del Petete Merino y de Ricardo, nuestro viejo amigo Guns, yo me traslado a Cartagena, a una discoteque de mala muerte en la orilla de la playa, donde hicimos la Fiesta del Ombligo. El principio de Candy está medio cortado, suena desde un casette mío, grabado del IPC de alguna de esas noches de domingo. A nadie le importa. A esa hora están todos más que pasados y por otra parte, nadie más la tenía. Al día siguiente Montes y otros visitan la tumba de Huidobro y antes de volver a Santiago pasamos por Santo Domingo y nos sacamos una foto que todavía existe, gracias a la maravillosa costumbre de Ricardo de reportearlo todo y poner las fotos en álbumes. Candy suena ahora tocada por la banda de la que Ricardo es guitarrista y todos cantamos con Bauer, riéndonos, incluídos Fuguet y Valenzuela que están justo detrás mío. Life is crazy. El Petete canta luego Mi Enfermedad, en vez de High and Dry version acústica-Drexler que habia prometido en el matrimonio de Montes. Montes no está, y yo me acuerdo que es quien nos habló de Iggy Pop. Tenía un vinilo de The Velvet Underground debajo del brazo y nos dijo "cabros, hay que buscar a un tal Iggy Pop, el que lo encuentre primero avisa". Un día encontré Brick By Brick en casette. Fusión. Mucha plata para los noventas.

Geez, it's been 20 years. La lluvia golpea en mi ventana y las gotas resbalan por los vidrios dejando líneas entrecortadas. Eddie Vedder canta I'm a lucky man to count in both hands the ones I love, perfecta para caminar bajo la lluvia. Las personas van por la calle con paraguas rotos que me hacen reir. Sin embargo les sirven. Quizás no todo lo que se rompe se vuelve inútil, pienso. Afuera las hojas vuelan a velocidades imposibles y los vidrios de las ventanas se estremecen. Huele a cigarro. Todavía me gusta ese olor, a veces. Rodeo con mis manos una taza de café y luego me como la espuma manchada de caramelo con un tenedor. Se siente dulce, tan dulce. Sin embargo ha oscurecido demasiado pronto. Nada que pueda hacer. Es una tarde de lluvia, 2010. Candy, Candy, Candy, I can't let you go.

You were so fine, Candy. Es la noche de un día bueno. Manejo de vuelta a casa. Bajo los vidrios, mientras comienza Hurts So Good y me pongo a cantar. Chills so good, pienso. Siento lo helado en la cara y las manos solamente, porque llevo puesto el abrigo. En el espejo retrovisor puedo ver la cuidad iluminada, extendiéndose sin fin allá abajo. Pienso en imágenes y palabras del libro que estoy leyendo, "ojos con ciudades enteras adentro" e "iluminación nocturna", cuando me encuentro de frente con la cordillera nevada en la noche. Entonces sucede algo. Una ventana pequeña con forma de arco se abre sobre la cabecera de una cama. Por ella irrumpe un cerro entero, blanco, brillando en la noche. Por ella se escapa un haz de luz amarillento, débil como promesa veinteañera. De un cigarro se desprende un largo cilindro de ceniza. De una boca, un par de argollas de humo. De pronto siento frío. Es hora de cerrar las ventanas.

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