Getting Away With It
No tengo memoria de una semana pre-Navidad tan miserable. Tanta, pero tanta, concentración de mala onda en los días previos a una de mis fechas favoritas del año. Pero qué les importa a ellos. En esa disociación en que nacen, son criados, viven y mueren, poco les llega. Soy yo el mono raro aquí, intentando escabulllirme de sus tentáculos, nadando río arriba, tratando de vivir según mis tiempos y de acuerdo con mis afectos. De hecho me quedé sin mi adorada caminata por la Providencia navideña que tanto me gusta.
Y ya sé qué es lo que me enoja. Me molestan los hombres de negocios ocupados, cuyas perfectas señoras se encargan de todo lo relacionado con esa cuestión de la Navidad. Me molesta la gente que encarga trabajo o quiere que le resuelvan problemas urgentes el mismísimo día 24. Eso es no tener vida dentro. Me carga la gente que llega corriendo de la oficina a ponerse el disfraz de ser humano, a sentarse en la cabecera de una mesa muy familiar, que parece foto de revista, o en un banco de iglesia con cara de circunstancia, cuando ha estado hostigando hasta sólo minutos atrás a sus colaboradores y dependientes, hasta casi hacerlos desaparecer. Y ya sé que está mal que uno deteste y odie y use todas esas palabras de intolerancia y de rabia, pero es que no puedo evitarlo. Menos cuando pretenden arrastrarme a mí con sus malas costumbres. Lo que es yo, dentro de mi pequeño y asediado feudo, hice algo al respecto: Colgué en mi puerta dibujos de Navidad que me regaló Pedro y llevé pequeños regalos y abrazos para mis queridos Padawanes. Es mi hechizo protector de Hermione Granger.
"Tú te conectas energéticamente con las personas", me dice la Ana María Riquelme, "por eso percibes cosas que no se ven, pero que te afectan y te hacen mal." Esos Pequeños Agravios. Adorables sincronicidades me llevaron de vuelta a la Ana María, que me recibió con su típico abrazo acogedor y limpiador, de oso, que tan bien hace sentir. Me hizo un preparado con unas flores oportunas y maravillosas y me mandó a casa a pensar en una chorrera de cosas que yo no había visto, porque, como dice Maturana, uno no sabe que no sabe.
Y a pesar de mis desventuras laborales pascueras, me quedo con el oneliner 2010 de Pelao, que me llegó como un regalo el mismo 24, chateando por Facebook: "Pérez, there is always a way out (or back)." Tenía que ser Cook. Pero es cierto. Me las arreglé para armar el árbol con mis niños hermosos, mis enanos ayudantes con sus gorros, que cada año pueden poner adornos más arriba en el pino. Me dí el gusto de encontrar los regalos para mi gente. Regalos para el cuerpo, regalos para el alma. Hicimos galletitas con la Magda y las decoramos incluso, muy tarde en la noche. Envolvimos regalos con papeles y cintas que elegimos para cada persona. El Feli eligió una comida para la noche del 24 y ese día, antes de juntarnos a comer, nos fuimos a misa al colegio de Pedro, los cinco más mi mamá. Una celebración llena de niños vestidos lindos y personas contentas, bajo los árboles, esos seibos y encinas maravillosos y un poco de ese viento de tarde de verano en Santiago. El tiempo y el lugar perfectos para conectarse con la energía correcta. La que sirve y hace bien. La que brilla y nos hace brillar. La que nos obliga a dar gracias a la vida por lo mucho que hemos recibido.
Y hablando de lo mucho que hemos recibido, terminamos el fin de semana en un asado con la Jime, la Maca y la Willy, mis amigas del colegio, nuestros maridos y nuestros hijos. Nos reímos, porque estamos todas en los cuarentas y criando guaguas todavía. Nada de hijos dando la PSU ni viajes a Buenos Aires muy flacas, bronceadas y liberadas, como hartas de nuestras compañeras de curso. Pero yo siento que nuestra aparente demora nos regaló la posibilidad de mirar alrededor y hacer las cosas ni demasiado rápido para llegar muy luego donde no queríamos estar, ni tan lento como para no haber llegado jamás donde queríamos ir. Nadie tiene la verdad absoluta, ni nada comprado, pero ayer, mirando las fotos que la Maca sacó, compartimos esa sensación de que la vida al ritmo de los propios juicios y elecciones es mejor y más feliz. Que hay que dar una pelea de por vida que consume y uno a veces está a punto de rendirse y entregarse al Enemigo. Pero siempre, desde alguna parte y generalmente desde quienes nos conocen y nos quieren, nos llega lo que necesitamos en ese preciso momento y nos salimos con la nuestra, una vez más.
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