Monday, August 14, 2006

Everyone Is Here

Como en la canción de los Finn Brothers, todos los que quiero estuvieron aquí. Me refiero a mis compañeras de la vida: La Caro, la Jime. Quizás no estuvimos juntas todo lo que hubiéramos querido, porque ahora tenemos familias, pero nos las arreglamos para revivir cada vez que pudimos esa complicidad que sólo dan los años de dormir y crecer juntas; de pelear, de reírnos y de llorar y de, cómo no, aburrirnos juntas. Y también la certeza más absoluta de que nada de eso volverá. Por eso, disfrutar esos instantes que tenemos, mientras vamos al baño, mientras lavamos platos o mientras los maridos no están o los niños juegan o duermen, pasa a ser nuestro Primer Mandamiento. Ellas son mis mejores compañeras de risa. De las cosas que más extraño una es reirme con ellas. Poder simplemente mirarnos y soltar la risa, sin razones, sin filtros, sin contenciones de ningún tipo. Una vez leí que hay en esa risa, precisamente en la más tonta, en la de los chistes cochinos y los recuerdos embarazosos, una especie de bálsamo curativo de la tristeza o de la amargura que las personas van acumulando conforme su vida transcurre.

En la antigüedad existieron unas diosas que se llamaban Las Diosas de la Obscenidad. La más conocida es Baubo. Una leyenda cuenta que cuando Démeter buscaba desesperadamente a su hija Perséfone y había caído en la más profunda de las tristezas, se encontró en el bosque con Baubo y ésta le contó un chiste cochino. Y Démeter se rió. Y al poco tiempo encontró a su hija. Es uno de los cuentos que se usan para ilustrar el poder de la risa y para explicar que ella constituye una fuerza renovadora de las energías de la vida. Yo lo creo, porque cuando ellas están aquí todo es mucho mejor. Pero se fueron el mismo día. Sé que sus vidas están basadas y construidas muy lejos, pero cada vez que se van me quedo con un vacío que sólo vuelve a llenarse cuando puedo abrazarlas y reirme con ellas.

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