Wednesday, September 06, 2006

Más Jineta, Más Gambeta

El Turkestán es un tipo vistoso. Siempre tuve la impresión que le gustaba hablar por celular en voz muy alta para que quedara claro que era un don Alguien y no un hijito de papá jugando a manejarle las lucas. Pero esa era mi impresión. Tal como esa de que le pellizcaba la uva a Black Stallion. La dama, sabia ella, se dejaba querer y de paso provocaba un poco a su caballero infiel.
El Turkestán hizo buenos negocios gracias a la mano siempre enguantada de Old Buffalo, que entonces era todopoderoso. En el principio, Stallion y Buffalo fueron yunta. El último se servía del primero para obtener ese pedacito que le faltaba y Stallion, con la aguja siempre enhebrada, se lo daba en bandeja. Eran una dupla diabólicamente efectiva. Pero como la calaña era la misma, un día el cuervecillo se dio por criado y comenzó a dar de picotones a Buffalo. Este hizo todo lo posible para no dársela fácil, pero los vientos habían cambiado y el dueño de la pelota ya había puesto a Stallion en la delantera. El tiempo también le jugaba en contra a Old Buffalo y un día por reglamento tuvo que abandonar su oficina con murallas de encina e instalarse en una revestida en pino y popular internit y dejar a otro los títulos y jinetas que daban sentido a su vida. El pobre se llenó de achaques y quedó igualito a Leland Palmer, sólo que más feo. Por su parte, Stallion se hizo del puesto que anhelaba y terminó por ser la rata al mando del buque.

Old Buffalo y el Turkestán pasaban horas encerrados, maquinando y dejando la ejecución de sus ingenios a cargo del brazo armado de turno. El Turkestán se hizo de muchas lucas; Old Buffalo lo mismo. El brazo armado, en cambio, no vio ni uno y un día desapareció. Algunos dicen que se habría mandado un cagazo. Mi teoría es que sufrió una emboscada o al menos que le sacaron la red cuando ya había saltado. Old Buffalo es un experto quita redes, si de ello depende salvar su prestigiosa retaguardia. En un negocio como este, siempre existen consejeros más agresivos que otros. Y del otro lado, clientes más sagaces y proclives al riesgo. Eso no se puede cambiar, por más que no me guste y me incomode ser el brazo armado y cara visible. Hace unas semanas Old Buffalo me citó a su oficina donde estaba con el Turkestán. “¿Se acuerda de esto?” me dice con esa sonrisilla malvada que todos tememos. Yo ni me arrugué para responderle que no me acordaba del documento que me extendía, pues jamás participé en él. La cosa comienza a oler mal cuando lo presentan a uno El Experto ante el cliente, pues en verdad no lo hacen más que para tener a mano un culpable de lo que sea que salga mal. Como dice el Feli, al final mi condena es ser un buen empleado. El que saca siempre la pega bien y a tiempo y mira siempre un poquito más allá, sin quedarse en lo obvio. Ese que más de alguna vez le salva el trasero al jefe. Claro, siempre y cuando el jefe haga su propia pega bien y a tiempo. Porque cuando no es así, pasa lo que a mí, que abrí la puerta del closet y se desparramó una pila de huesos. Yo temí por mi vida, porque el Turkestán, que siempre fue regalón de Old Buffalo, enfureció y este, zorro que es, me puso de carne de cañón.

El día de la furia del Turkestán, había una ceremonia en el colegio, que se llama Presentación Al Templo, que no existía en nuestros tiempos y que consiste en que los papás llevan a sus niñitas a la capilla del colegio por primera vez. Y yo lo único que quería era llegar contenta con ella y el Feli. La ceremonia fue súper simple, las niñitas cantaron sus canciones que habían aprendido y nos emocionamos harto y yo me quedé pegada cuando el cura habló de la inocencia de los niños. De cómo son pura buena fe, confianza, de cómo tienen el corazón lleno de bondad a diferencia de nosotros, los adultos, quienes claramente perdimos la transparencia en las pupilas hace rato. Son cosas que uno sabe, pero yo que venía especialmente sensible me puse a pensar que sí, que ojalá a mi Maidi le dure la bondad en el corazón, pero también que tal vez la pérdida de la inocencia es necesaria para poder sobrevivir en el mundo de los grandes. Porque de verdad no todas las personas son buenas. Quizás el punto sea el momento, el cuándo está bien perderla, pero no el hecho mismo de perderla.

En el mundo de la gente grande a veces tienes que ver bajo el agua. Me quedan pocas amistades. Evito cada vez que puedo un almuerzo gratis. Como mi olfato o Angel de la Guarda, como dice Madre, jamás me abandonan, cuando tuve la corazonada que había algo detrás de todo esto opté por blindarme y aunque odio la estrategia, nunca es fácil pillarme. Pero actuar así tiene un costo para mí. Cuando la angustia comenzó a darme náuseas , decidí hablar con Peláez, jefe- amigo-pero-no-podemos-ser-amigos de ya 12 años y contarle todo. Peláez, que es un monumento a la prudencia y la cautela, aún cuando El Hombre Sin Empatía, me dio un par de sabios consejos. También información relevante que yo no tenía sobre el Turkestán y que explicaba algunas cosas. En realidad, Peláez es un huevón correcto y honesto. Y brillante que da pena de uno mismo. A veces es una pesadilla, como cuando hace unos días no pudo evitar mirarme con cara de "oh, no eras tan tonta después de todo" y camuflarlo verbalmente con un "te quedó bien, Fran, escribes más bonito que yo". O como cuando es temperamental y sarcástico. Pero lo importante lo dice todo de frente y puede pedir disculpas.

Le decía el otro día al Feli que a veces pienso que estas cosas no debieran ponerme mal. O que si sé que mi mundo está lleno de esto, tal vez no debiera estar aquí. Que quizás debí haberme ido por un lado más acorde a mi forma de ser, menos conflicto, más risa, mejores caras, más creación, menos presión. Pero también siento que tengo derecho a estar donde yo quiero estar y como yo quiero. Y que son los Buffalos y los Stallions los que están mal. Por ahora me he salvado, aunque no está todo dicho. Al primer esqueleto Buffalo le dio rápida sepultura. Salvación por transitividad. Pero luego este lunes se desmoronó otra de sus construcciones, de nuevo en mis manos. Y si bien Old Buffalo ha perdido sus poderes, oficiales y de hecho, es Stallion quien está al mando. Todo esto me lleva confirmar que mientras más arriba uno llega, no es seso lo que hace falta; es cintura. Saber cuándo hacer la finta que te salvará el pellejo. Es por eso que probablemente I won´t make it to the top. No por falta de mérito, ni de pelotas, que creo que las tengo, aunque a mi modo. Pero no, yo creo que va a ser por no ajustarme al estilo. Porque no puedo dejarme manipular ni jugar un juego que me exija dejar de ser lo que soy o lo que preferiría ser. No puedo actuar como una perra traidora, no puedo ser amiga de nadie por interés ni por necesidad, ni sirvo para besar traseros. Se lo dejo a los que ya están en eso y sin conflictos. Yo no tengo ganas de sacrificar mi vida ni la de mi manada por números ni por títulos. Nunca estuve dispuesta a hacerlo y menos ahora.

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