Tuesday, September 25, 2007

Magic

Ha de ser mi estado, extremadamente emocionable por estos días, pero Magic me tiene absolutamente encumbrada. Entre las náuseas, jaquecas, dolores de guata y la sensación permanente de ratón envenenado, este disco ha sido un respiro. Porque Springsteen rockeando con la E Street Band solo puede ser sinónimo de una cosa: canciones memorables, un sonido adorablemente familiar y garantía de viajes a grandes estaciones en el tiempo. O sea, puras cosas que le dan color a la vida.

Chiquitín, con su parecido a Robert Downey Jr. - sin borrachera y con mejor nariz- fue lo mejor que hubo en el patio en 1991. Le habrán faltado kilos y centímetros, pero eso nunca importó. Nos mirarnos sin tregua por meses, hasta que un día coincidimos en un ramo y me invitó a salir. Pero hay cosas difíciles de entender en la vida. Y otras que uno debe aprender de memoria aunque no las entienda bien. Como ésta: nunca transformar un amor platónico en real. Aunque tal vez debiera agregar, si no vas a dar el golpe con rapidez y sin hablar. Fue lo que se llama, pasar la vieja. Lo peor de todo fue que terminamos siendo ridículamente grandes amigos. Tenia cabeza pop, era una curiosa mezcla argentino-gringa y era sumamente divertido. Años después le ayudé a estudiar al final para su examen de grado y lo recomendé en la oficina y fuimos vecinos de cuchitril en los mejores tiempos con la Carola y la Paula. Nunca nos reímos como cuando Chiquitín trabajaba con nosotras. Y jamás me volvió a gustar.

Cuando conocí a Chiquitín yo creía que era fan de Springsteen. Yo, digo. Bobby Jean y No Surrender ya eran mis himnos de la vida desde hacía rato. Pero yo no conocía The River. El sí, y Nebraska y todo lo de antes y lo de después. The Boss era mucho más que el buen poto en la carátula de Born In The USA. Y yo no lo sabía. Nunca he sabido si realmente ese poto le pertenece. Poco me importa en realidad; esas historias, esas letras, claramente no necesitaban ningún tipo de aderezo adicional. Este domingo puse Magic mientras hacía las camas. Con las ventanas abiertas, de pronto me transporté. A esa primavera en el Campus Oriente, mi guata repleta de mariposas y mis amigas avisándome cuando Chiquitín bajaba al patio. Se me vino a la cabeza Train In Vain y Here’s Where The Story Ends, de los Sundays. Me acordé de Ramones, por supuesto. De The Big L y de mi vestido rosado y la noche en que Todas Ibamos a Ser Reinas. Aunque ninguna lo fue, al menos con esos príncipes. Por alguna razón nunca me atreví a preguntarle a Chiquitín por qué las cosas fueron como fueron. Probablemente preferí quedarme con mi visión de una gran historia, que, aún fallida, lo cambió todo. Al final, si hay algo en que los gringos todavía pueden tener razón es en esa frase usada en miles de canciones: Some things are better left unsaid. Entretanto, yo vuelvo al ahora y sigo poniendo Magic una y otra vez. Como haría con cualquier buen nuevo disco.

0 Comments:

Post a Comment

<< Home