Pink
Detesto el circo. Por eso el miércoles, apenas terminada la reunión, me di media vuelta y salí sin hablar con nadie. Tomé mi teléfono –rosado, sí- y llamé al Feli con la garganta apretada, para contarle lo que había oído. Este post no es correcto, pero qué le vamos a hacer. Tampoco se puede esperar otra cosa. Yo nunca he conectado con curas y monjas por el solo hecho de serlo. Su autoridad no me conmueve ni me somete, si la persona detrás del hábito no me conversa. Por eso, no tengo el corazón destrozado, ni me siento huérfana ni mucho menos. No es la ausencia de las monjas en sí lo que me entristece, como a mucha gente. Sí me da pena que se termine una etapa; me gustaría mantener una continuidad histórica y claro que me da pena que se vaya a transformar en leyenda lo de verlas disfrazadas en los shows o vestidas de cheerleaders en el interescolar o de mapuches para el 18. Pero me ensombrecen más otras cosas.
Le he dado hartas vueltas al asunto. Lo he conversado, aunque más con gente de afuera que de dentro. Prefiero en este momento las visiones más imparciales y menos viscerales, menos lacrimógenas. Aunque sí lo es, desde cierta perspectiva, el colegio no es el anillo con el sello, ni el cap & gown blanco con celeste, ni la Pantera Rosa. No es el puesto en el interescolar ni en el Simce. Tampoco los recuentos de ex - alumnas “destacadas” en el diario, donde no figura una buena cantidad de mujeres con iguales o mayores méritos. Nunca nos situamos en ningún lugar privilegiado por decir que estuvimos en el colegio. Si nos miraron distinto, fue, generalmente, para peor. Sin embargo, cualquiera que nos conoce puede ver que nadie nos cuenta cuentos. Que nadie nos dice cómo tenemos que ser. Que nadie nos dice cómo tenemos que pensar ni sentir. Que lo del rebaño ordenadito no es lo nuestro y el agachar el moño sin derecho a pataleo, menos. ¿Te acuerdas cuando descubrimos que lo que en realidad necesitábamos no era un hombre que nos mantuviera, sino uno que nos quisiera? Yo me acuerdo y ahora entiendo por qué nos tomó un buen rato encontrarlos. Un par de semanas atrás comimos juntas las tres y luego de reírnos hasta el hipo nos miramos y pensamos que las vidas que tenemos no son fruto de la casualidad. Que a ratos nos cuestan harto los malabares para mantener en movimiento matrimonios, hijos, actividades y, sobre todo, sueños por delante. Y no es paja de Revista Ya. También pensamos que no es fácil echarnos abajo. Pensamos en la Maca y su hijito, esa noche. Yo pienso mientras escribo que la Willy es más grande que la vida y que nos da veintitrés patadas a nosotras dos y que ojalá la vida le regale una niñita.
Hoy en día encontrar mujeres emprendedoras, creativas y con carácter no es algo inusual y no son atributos exclusivos de ningún colegio ni movimiento ni nada. Es sólo un signo de los tiempos. Pero no fue siempre así. Cuando llegaron, las monjas, que eran gringas, no estaban ni ahí con un montón de tonteras de la sociedad chilena de los años 40. Se sentaron, con gracia, estilo y habilidad, en un cerro de prejuicios. Y lo han hecho por 69 años. Sé que cuando salí del colegio no pensaba poner a una hija en él. Pero hoy no dudo que la Magda está donde tiene que estar y nosotros también. Al envejecer, vemos más y no al revés. Es cierto que la casa es la primera fuente de formación de los niños, pero el colegio con su machaca de trece o catorce años hace lo suyo. Hazte cargo de tu vida. Todo lo que haces tiene una consecuencia. Haz lo que quieras, pero hazlo bien (no es necesario que seas el mejor). Fórmate tus propios juicios. Elige. Respeta y quiere a los que no son como tú. Usa tus talentos. Trabaja duro. Sirve con sencillez y alegría. Desparrama amor a tu alrededor.
Sabiamente, el colegio nunca perteneció, ni se abanderó, con ningún movimiento religioso. Nunca nos obligaron a confirmarnos ni nos persiguieron para que fuéramos monjas. En el colegio no había grupos, ni meditaciones, ni subterfugios de ninguna especie para asegurar la continuidad de la congregación. Felipe Berríos dijo el sábado en el cerro que la iglesia católica es machista y que asfixia a las mujeres. Es la pura verdad. Pero aquí no es sólo eso. A nosotros, a diferencia de lo que ocurre en otros colegios, nunca se nos presentó el ser monjas como una opción mejor o más importante en la vida que ser gente común y corriente, trabajadora y de buen corazón. Al menos eso es lo que me llegó a mí. Hay gente que dice que el colegio no será lo mismo sin las monjas. No hay duda de eso. Pero también puede que siga igual. O que mejore. Yo creo que a las instituciones hay que irlas conservando, pero transformando en el tiempo y de acuerdo con los tiempos. El colegio es una más. No me desespera ni me disgusta, es más, me atrae y me plantea un desafío personal, el que los papás, ex - alumnas y profesores podamos hacernos cargo de su futuro. Yo creo que hay colegio para rato. Lo que sí me preocupa es que quien quiera que se quede al mando preserve, o permita preservar, la visión y el mensaje original de las monjas. Para mí, el real valor de su presencia y lo que me hace adorarlas y querer que estén aquí es el haber sabido conducir al colegio a través del tiempo y mantener su núcleo encendido. Porque lo que mueve al colegio es lo que dijo ayer la Sister Catherine en el Mercurio: que las niñitas son libres. Sin eso, no queda nada.
Le he dado hartas vueltas al asunto. Lo he conversado, aunque más con gente de afuera que de dentro. Prefiero en este momento las visiones más imparciales y menos viscerales, menos lacrimógenas. Aunque sí lo es, desde cierta perspectiva, el colegio no es el anillo con el sello, ni el cap & gown blanco con celeste, ni la Pantera Rosa. No es el puesto en el interescolar ni en el Simce. Tampoco los recuentos de ex - alumnas “destacadas” en el diario, donde no figura una buena cantidad de mujeres con iguales o mayores méritos. Nunca nos situamos en ningún lugar privilegiado por decir que estuvimos en el colegio. Si nos miraron distinto, fue, generalmente, para peor. Sin embargo, cualquiera que nos conoce puede ver que nadie nos cuenta cuentos. Que nadie nos dice cómo tenemos que ser. Que nadie nos dice cómo tenemos que pensar ni sentir. Que lo del rebaño ordenadito no es lo nuestro y el agachar el moño sin derecho a pataleo, menos. ¿Te acuerdas cuando descubrimos que lo que en realidad necesitábamos no era un hombre que nos mantuviera, sino uno que nos quisiera? Yo me acuerdo y ahora entiendo por qué nos tomó un buen rato encontrarlos. Un par de semanas atrás comimos juntas las tres y luego de reírnos hasta el hipo nos miramos y pensamos que las vidas que tenemos no son fruto de la casualidad. Que a ratos nos cuestan harto los malabares para mantener en movimiento matrimonios, hijos, actividades y, sobre todo, sueños por delante. Y no es paja de Revista Ya. También pensamos que no es fácil echarnos abajo. Pensamos en la Maca y su hijito, esa noche. Yo pienso mientras escribo que la Willy es más grande que la vida y que nos da veintitrés patadas a nosotras dos y que ojalá la vida le regale una niñita.
Hoy en día encontrar mujeres emprendedoras, creativas y con carácter no es algo inusual y no son atributos exclusivos de ningún colegio ni movimiento ni nada. Es sólo un signo de los tiempos. Pero no fue siempre así. Cuando llegaron, las monjas, que eran gringas, no estaban ni ahí con un montón de tonteras de la sociedad chilena de los años 40. Se sentaron, con gracia, estilo y habilidad, en un cerro de prejuicios. Y lo han hecho por 69 años. Sé que cuando salí del colegio no pensaba poner a una hija en él. Pero hoy no dudo que la Magda está donde tiene que estar y nosotros también. Al envejecer, vemos más y no al revés. Es cierto que la casa es la primera fuente de formación de los niños, pero el colegio con su machaca de trece o catorce años hace lo suyo. Hazte cargo de tu vida. Todo lo que haces tiene una consecuencia. Haz lo que quieras, pero hazlo bien (no es necesario que seas el mejor). Fórmate tus propios juicios. Elige. Respeta y quiere a los que no son como tú. Usa tus talentos. Trabaja duro. Sirve con sencillez y alegría. Desparrama amor a tu alrededor.
Sabiamente, el colegio nunca perteneció, ni se abanderó, con ningún movimiento religioso. Nunca nos obligaron a confirmarnos ni nos persiguieron para que fuéramos monjas. En el colegio no había grupos, ni meditaciones, ni subterfugios de ninguna especie para asegurar la continuidad de la congregación. Felipe Berríos dijo el sábado en el cerro que la iglesia católica es machista y que asfixia a las mujeres. Es la pura verdad. Pero aquí no es sólo eso. A nosotros, a diferencia de lo que ocurre en otros colegios, nunca se nos presentó el ser monjas como una opción mejor o más importante en la vida que ser gente común y corriente, trabajadora y de buen corazón. Al menos eso es lo que me llegó a mí. Hay gente que dice que el colegio no será lo mismo sin las monjas. No hay duda de eso. Pero también puede que siga igual. O que mejore. Yo creo que a las instituciones hay que irlas conservando, pero transformando en el tiempo y de acuerdo con los tiempos. El colegio es una más. No me desespera ni me disgusta, es más, me atrae y me plantea un desafío personal, el que los papás, ex - alumnas y profesores podamos hacernos cargo de su futuro. Yo creo que hay colegio para rato. Lo que sí me preocupa es que quien quiera que se quede al mando preserve, o permita preservar, la visión y el mensaje original de las monjas. Para mí, el real valor de su presencia y lo que me hace adorarlas y querer que estén aquí es el haber sabido conducir al colegio a través del tiempo y mantener su núcleo encendido. Porque lo que mueve al colegio es lo que dijo ayer la Sister Catherine en el Mercurio: que las niñitas son libres. Sin eso, no queda nada.
1 Comments:
...........Qué puedo decirte amiga...supongo que el colegio del pasado, donde estuvimos nosotras, dista bastante del de hoy, con o sin monjas...La casita de Nazaret, esas casitas prefabricadas, llenas de pasillos que daban a un patio verde casi "tropical", donde luego se construyó "más colegio de ladrillo"...Sabes, todavía, muchos de mis sueños transcurren ahí...
Nunca me gustó el término "las niñitas"...quizás porque mi mamá solía pronunciarlo con sorna, imitando a las viejas "vacías", después de las reuniones...(vacías de mente...y qué hay del vacío de corazón? Corazones rojos, los Prisioneros,jajajajaj)
No se si el mismo(término "las niñitas") lo comenzaron las monjas, profesoras, mamás...
Qué más da, las monjas se van. Comprendo tu postura, tienes una hija ahí, luego será dos, en fin...si no fuera por eso, quizás sería una anécdota...porque, qué diremos...en nuestro, en "mi egoista mundo" sólo existe lo que fue y pasó para mi, para nosotras...
Y en ese lugar, en ese pasado que aparece en sueños tantas veces, las monjas siempre estarán...la Sister Peter vive y nos ve llamando a los marcianos bajo la escalera...
Amiga, mi amiga. Nuestra reunión en Chile...y si, la Willy es más grande que la vida misma y cada día que pasa me convenzo más, que amargarse por huevadas es un pecado, uno muy grande y negro,después de ver como tienen que sufrir algunos las cosas más espantosas...He ahí el pecado, no es "no robar", "no mentir"...es "no ser feliz"...
Pero amiga, ya me hiciste perder el hilo y voy cayendo en picada, con Boys of summer de fondo,jajaja...ya luego sale mi avión, me voy a Guate...y no podré hablar contigo hasta el regreso, cuando Kendomán salga de viaje y los niños duerman, siempre y cuando adormidera no nos corte la comunicación...
Así amiga, cómo si de un fósil se tratase, yo que siempre necesito organizarlo todo, al punto de volver loco a Carlos, te digo que nuestro pasado está intacto, con o sin monjas el día de hoy, y sólo basta una de tus famosas canciones para empezar a proyectar la película...
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