Wednesday, May 06, 2009

Oeisis (Part II)

Efecto Parche León: el espasmo se disipa, el dolor desaparece, la movilidad retorna. El mejor antídoto contra una crisis existencial de preguntas en extremo importantes pero que demoraré un rato en responder -y que por cierto ya me están asustando menos- es Su Majestad, El Rrrrrrock. Así que para no perder el tiempo me busco unas preguntas de respuesta más rápida, aunque no menos importante para mí.

Where were you while we were getting high? siento que me pregunta Noel Gallagher con su guitarra roja que me tiene absolutamente rayada. Después de hacer un poco de memoria, parece que no todo es culpa de Blur y mi himno favorito There's No Other Way. Ni de los Happy Mondays, los Inspiral Carpets y los Charlatans UK. Ni de The Jesus & Mary Chain y The House Of Love, como tampoco de la segunda venida de los Stone Roses. También son sospechosos los Cocteau Twins, Lush, Ride, Catherine Wheel y la manga de shoegazers autistas que tanto me gustaban y son definitivamente culpables los Pixies y Cobain. No puedo evitar pensar en ese cumpleaños de Nacho en el Paperchase con el Unplugged de Nirvana y yo intentando que mi vuelta con JFC pasara piola con Olivia, la sobrina de Pelao, que quizás se lo contaría a Mármol demasiado rápido.
Un día una revista británica dijo que según una encuesta, Definitely Maybe era el mejor álbum de la historia o algo parecido. Yo no suelo andar taaaan lejos de ese tipo de elecciones, me dije extrañada. Entonces partí a la disquería y me traje el dichoso Definitely Maybe, a ver de qué me estaba perdiendo. No sé si en ese momento me gustó como me gusta ahora, pero sí, algo me estaba perdiendo. Y me fijé en dos cosas. La primera, que por culpa de alguna maligna alineación planetaria, o quizás simplemente por no escuchar la radio correcta, yo sólo había conocido canciones tipo Little By Little, Stand By Me y, cuando más, Live Forever o Champagne Supernova. La segunda, pequeño detallito: que por mucho rato no había pescado a los Beatles. Es divertido que con ambos me haya pasado lo mismo. Yo pensaba que los Beatles eran Love Me Do y I Wanna Hold Your Hand, y aunque recordaba haber escuchado el Album Blanco alguna vez, no fue sino hasta que apareció el Feli con I Am The Walrus y su enciclopedia freak beatlesca que caí en cuenta que me había estado perdiendo el pedazo más importante de lo que más me gusta en la vida. Era como ser ciega de un ojo, o más aplicable, sorda de una oreja.
Por favor no pongas tu vida en las manos de una banda de rock and roll, lo echarán todo a perder, dice Noel Gallagher, pero no me resulta mucho hacerle caso. Nunca me ha resultado, de hecho. Justo mientras escribo, mi iPod lanza Champagne Supernova y pienso que Oasis es mi nueva banda favorita, junto con los Killers. Mientras canto con la cabeza, pienso que la mayoría de las canciones de Oasis se mueve en no más de cuatro acordes y casi siempre en secuencias muy parecidas y sin embargo hacen una diferencia. Pienso que Noel Gallagher no es ningún Satriani, ni tampoco es Neil Finn escribiendo letras que cambian la vida. Aunque, de poder, sí puede. Siento que si los próximos discos fueran un bodrio, quedarían los anteriores y que por último, don Noel siempre podría sacar de su sombrero una canción que nos deje donde queremos estar. Por estos días me dan vuelta hartas cosas. Pienso en esa frase de Keep The Dream Alive: I’m no stranger to this place where real life and dreams collide and even though I fall from grace I will keep the dream alive. Escuchando The Masterplan me acordé que la conocí en el concierto pasado y que me enamoré de ella. En fin. Sé que un concierto no es el antídoto perfecto. Algunas cosas se vuelven recurrentes. Crónicas. Pero a veces un recreo igual sirve. Un poco de esas guitarras que empañan los ojos, baterías que golpean en el pecho y letras que retuercen las tripas y anudan la garganta. Y el eco de las mismas canciones, pero en otro tiempo y en otro lugar.

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