Tuesday, July 07, 2009

Muchas Vidas, Muchas Canciones

Alguien me dijo una vez que amigo es el que te manda un parte de matrimonio aunque no lo hayas visto en años. Me acordé de esto cuando me encontré al Lete en un seminario hace un par de semanas. El Lete es uno de mis niños símbolo de que la amistad entre hombres y mujeres es posible, sin confusiones, sufrimientos ni sexo de por medio. Requiere sí una concepción amplia del fenómeno chico-conoce-chica y una disposición a dejar nacer y mantener vínculos que a ratos se distancian de lo tradicional. Pero no es algo tan complejo tampoco. En corto, las personas pueden tener amigos de otro sexo cuando las mamás enseñan a su hijas que los hombres sirven para más que pololear y mantenerlas y cuando los papás enseñan a sus hijos que las mujeres sirven para más que lo que todos sabemos. Este fue uno de esos casos: yo era su jefa, aunque él era hombre y más grande y así todo pudimos trabajar juntos, hacernos amigos de la vida y hacer competencias melómanas a muerte. Al final fue él quien ganó la de Jim Steinman. Y me invitó a su matrimonio después de no habernos visto por un millón de años. Como cada vez que nos vemos, no paramos de hablar en todos los breaks que hubo en el famoso seminario y nos fuimos poniendo al día. "¡Pero si a ti te gustaba Blur!", me dice cuando le conté que fui a ver a Oasis. Yo me río y le digo que sólo él podría acordarse de algo así y que entonces todo era muy diferente. "Me acuerdo de esa época", me dice él, con un tono que no tengo interés en interpretar, y cual escudo saco una foto de mis niños hermosos y él me cuenta que el primero suyo viene en camino.
Hablando de encuentros con el pasado, el nuevo disco de Christina es como un agujero de gusano. Las canciones están tremendas. Christina ya no pudo cantar bien, pero con esa pluma, quién podría negarle el derecho a cantar sus propias canciones. Las letras quieren decir lo que dicen, con cada palabra y con cada silencio. Quizás si yo no me enganchara tanto con las letras de las canciones, podría disfrutarlo más. Los arreglos están buenos, las guitarras, como siempre, impecables y bien puestas. Pero hay algo que me impide disfrutar y creo que sé lo que es. El disco es un Que Me Parta Un Rayo, pero sin el chiste de ser sub-30. Sin la irresponsabilidad del sin querer queriendo/Oops I did it again/Oh cielos, lo que aconteció.
"Algunas cosas no cambian", me escribió otro viejo amigo hace un tiempo. Me gustó leerlo, porque me gusta mucho esa frase. A veces es como un refugio. A veces es un pretexto. Y otras, es una maldición. Estas y otras cosas me dan vuelta mientras tejo una bufanda de colores chillones un miércoles por la tarde y mis niños circulan a mi alrededor, cada uno en su frecuencia propia. En otra, una cascada de canciones gringas de maestro equilibrio entre melodías dulces y guitarras musculosas me deja sin que lo haya pedido parada en otro tiempo. Veo imágenes, pienso y siento. Al final, el hecho que las cosas cambien no es en sí bueno ni malo. Las cosas no cambian solas; nosotros las hacemos cambiar y nosotros también cambiamos. Aunque no seamos conscientes de ello. Lean a Maturana, saltamontes de la vida. Hay que acostumbrarse a como escribe, pero luego es como ir en esa nave en que se mete la Jodie Foster en Contacto. En fin. A veces al escuchar viejas canciones vemos el reflejo de lo que fuimos. Es como una regresión a vidas pasadas. Al vernos con los ojos de hoy nos gustamos o nos odiamos. Un poco de cada cosa. Encontrarse con uno mismo en la imagen que otra persona guardó en otro tiempo puede llegar a ser como mirarse en una mala foto. Y aunque no corresponder hoy a esa imagen puede ser un alivio, también puede llegar a doler. El efecto Facebook se desvanece en presencia de carne y hueso. Es para mí un misterio lo que hace que un encuentro cause chispitas, como decía la Jime, o náuseas, o peor: nada. Quizás exista un elemento desconocido que constituye esas amistades mágicas, maravillosas e inusuales, que duran la vida completa. Y así no más es. Unos se nos van a ir. Otros nos dejarán ir. Vendrán otras vidas, pero a algunos los conservaremos para siempre e irán con nosotros donde sea que vayamos, a través del tiempo.

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