Friday, July 17, 2009

Porque Sí

Hace unas semanas, a pito de nada, me acordé de Cristóbal Edwards. Años atrás lo había visto en la calle, tras habérseme desaparecido por siglos. No más verlo esa vez, se me vino a la cabeza Jealous Guy y un cumpleaños de Montes en que Edwards estaba un tanto pasadillo y quería bailar esa canción. En ese tiempo él estudiaba periodismo, trabajaba en un bar y usaba camisas de batik. Coincidimos en un taller de arte en cuarto año. Nunca fuimos amigos, pero nos sentábamos en la misma mesa y nos volábamos conversando, hablando de música y pintando. Yo adoraba ese taller, porque en él podía sacar a pasear a ese animal que siempre se sintió un poco apabullado por el talento de la Jime. Comparado con lo que ella hacía, cualquier cosa mía era una porquería. No era competencia, ni envidia; sólo una verdad tamaño mamut. De todas maneras, me saqué la mejor nota del curso y con eso me reivindiqué ante mí misma. Siempre que escucho More Than Words me acuerdo de esa época, porque una vez Guns andaba con su guitarra y nos quedamos toda la tarde en el patio cantando, hasta que fue la hora del taller. Era el tiempo de ese optativo de Estética, el mejor ramo de la vida, con el Grillo; era primavera y los miércoles nos íbamos a almorzar a la casa del Cuico, escuchando Montaner y los discos de Jorge, su abuelo pianista y cascarrabias, comiendo queque de amapola que hacía su nana la Teresa. Era también, cómo olvidarlo, el tiempo de Chiquitín, quien por desgracia se quedó con la mejor de las pinturas que hice en el taller. Eran dos troncos de árboles, inspirados en los plátanos orientales que veía por la ventana de la micro cuando iba desde mi casa al Campus Oriente.

El asunto es que el seminario de la IFA fue en el Centro de Extensión de la UC y a la hora de almuerzo yo tenía un conference call. Buscando un lugar tranquilo donde hablar con los indeseables de siempre, llegué a la Casa Central y en la puerta estaba parado Cristóbal Edwards. Me contó que su hermana, que fue la novia de mi amigo JP hasta poco antes de morirse, tras dudas e interrupciones, lleva 12 años de monja ursulina y que él finalmente se dedicó a la fotografía, que era lo que quería hacer, y es además profesor en la UC. "Ha resultado un poco más lento de lo esperado..." me dijo. "A todos nos ha salido más lento de lo que esperábamos", le dije yo, cuando me preguntó qué había hecho después de la U. El prepara ahora una exposición fotográfica sobre Egipto. Yo también cocino cosas. Nos acordamos del taller y de esa época y fue divertido, porque fue el tipo de conversación que no se centra en lo típico, como haberse casado, tenido hijos, engordado, haber perdido el pelo o encanecido. El tipo de conversación sin orden establecido, medio atropellada y más bien dispersa, pero efectiva. El tipo de conversación sobre las cosas que producen esa vibración de la que hablaba Kandinsky, en ese volón total que es De Lo Espiritual En El Arte y que tiene que ver con lo que él llama la Ley de la Necesidad Interior, a la que obedecen las reacciones del ser humano ante el arte verdadero y otras buenas vainas. En fin, el tipo de conversaciones que lo dejan a uno contento, simplemente porque sí.

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