Monday, September 28, 2009

La Casa en el Arbol

Mis primos tuvieron una casita en el árbol, hasta con electricidad, en una Paulonia de su jardín. Yo también quería una. Leí que la vida se nos jode cuando dejamos de jugar. Tan pronto entramos en la adolescencia, la vida se transforma en una lucha contra el enemigo y así nos vamos, hasta viejos o hasta que nos morimos. Salvo que hagamos algo al respecto.

Pelao está igualito que los presos del Lejano Oeste. Hace rayitas contando los días que le faltan para jubilar. Yo pensaba que iba a ser igual. Pero ahora me niego. Uno no puede pasarse los mejores años de la vida bajo esta presión extrema, por mucho que pague bien. Hablando de estas cosas hace unos meses me preguntó "¿y puedes ganar menos plata Pérez?" "No en este momento de mi vida", le dije. "Entonces estás cagada". Ese House que lleva dentro es lo que no echo de menos de Pelao. Pero me hizo pensar. Pensar que como pocas veces en la vida, no tiene la razón. El trabajo no puede ser una condena. Como dice mi sabia amiga Karin, trabajar no es un castigo por no ser rico. Este año no salí en Chambers, el supuesto -pero-todos-sabemos-que-es-tramposo- ranking mundial de abogados. El año pasado salí en el mismo grupo con Pelao. Pero aunque suene picado, no necesito estar en ningún ranking. No sé si quiero estar en uno. Fueron años viéndolo abrumado, iracundo, con dolor de guata o sin voz. Nunca olvido cómo me gritó por el teléfono por interrumpirle sus vacaciones -por primera vez en diez años-, en cumplimiento de sus propias instrucciones -"si pasa algo, Pérez, llámame". Odiaba a los clientes y también a sus pares. Y si no los odiaba, porque lo negaría, actuaba como si sí. Es que al final es un asunto de ego y de seguridad. Yo tengo mi ego también. Pero no se alimenta de rankings ni de premios ni de billetes. Su alimento es otro. La seguridad también la necesito, pero quizás no desde fuera, como pensaba antes.

El Viernes me entregaron un paquete de Chilexpress. Adentro venía una polera y jockey de TNC, un documental del trabajo hecho en el Corredor Biológico Nevados de Chillán Laguna del Laja (las coincidencias sí existen) y una carta de agradecimiento por el trabajo que estoy haciendo para ellos. Ese mismo día el Tio Jaco y Pastel Casa 1 me dijeron que necesitan de "mis servicios". Fue un buen día el Viernes. En la noche fuimos a la casa de Ricardo Rozas, a la inauguración de su bunker-sala de ensayo-ultra-mega-giga-top. La fiesta parecía matrimonio, rica comida, bar abierto, buena música, me encontré con gente que no veía hace mucho rato, como Lucho Absalón Violencia; me reí con Montes y sus tallas melómano-indie-sofistipop, y sí, es verdad que Coldplay con voz de mina (que no sea Aimee) no pega mucho, pero la banda de nuestro viejo amigo Guns suena harto bien y él es un muy buen guitarrista. Y aunque a veces pensé que se había creído el cuento, tal parece que no es así. Guns sigue jugando, sólo que con más estilo, por decirlo así.
Le dije al Feli el otro día que no creía que fuera a ser mucho más de lo que soy ahora. Que, de alguna manera, ya hice mi carrera y que a los 39,9 estoy, de alguna manera, consolidada. Lo que sé lo sé, puedo aprender más cosas, pero no voy a ser mejor abogado en lo sustantivo. Claro, es posible que haya títulos, sillones, millones y más metros cuadrados de oficina en el horizonte. Ya sea donde estoy o afuera. Pero ahora sé que mi costo es, definitivamente, menos vida. Me saqué buenas notas, hice carrera y probé que me la puedo y bien. Sin embargo tengo el cuerpo lleno de alergias, virus durmientes que despiertan apenas el descanso es insuficiente, dientes que rechinan y tripas temperamentales. Tengo ganglios inflamados y un nódulo en la tiroides, que no es malo, pero nada de eso debiera estar donde está. Es simple y evidente: esto tiene que parar. De repente me acuerdo de la Carola Paci, cuando le conté que he decidido convertirme en una mercenaria legal, salvo por litigios, crimen y familia. "Claro que se puede, gordita", me dijo ella, mientras me explicaba cómo hacer un testamento. "Dale cinco años de inversión y te van a llover los clientes." Estas son las señales que necesitamos y que no hay que ignorar. En 5 años tendré 45, la edad que hace un tiempo establecí como límite para estar haciendo algo que me guste, que me permita vivir con tranquilidad y me deje hacer las cosas que me gustan. Miro a mis niños jugar y en cierto sentido los envidio, la Laura balbucea en en su cuna, el Pedro juega con sus amigos invisibles y me acuerdo que en el verano la Magda y sus amigas se repartieron las ramas de un árbol y que se pasaban días enteros, jugando en él, hasta que oscurecía, día tras día. Es que de verdad, en lo más profundo de nuestros cuerpos, cualquiera sea su edad o su estado, todos queremos seguir jugando y nadie quiere que el juego se termine antes de tiempo.

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