De Culto
Hace unos días almorcé con mi amiga Tere. Mientras la esperaba me puse a mirar a los personajes en las otras mesas. Profesores de universidad con peinado a lo Einstein, tipos con MacBooks y look de periodistas free lance; gente en sus treintas con pinta de diseñadores, arquitectos y creativos de publicidad. Gente chascona con abrigos de lana y bototos The North Face. El Huerto siempre será El Huerto. Pero mi sapeo no es trivial ni obedece a afanes de pelambre o copucha. Aunque esto es materia de capítulos por venir. Con la Tere creo que no nos veíamos desde que me cambié de pega y mientras yo le recuerdo que cumpliré 40 en marzo, ella me recuerda a mí que seis días después ella cumplirá 50. Como diría Condorito, por la reflauta, cómo pasa el tiempo, pero al margen de la década que nos separa, convinimos en que, junto con la esperanza, la pendejería es lo último que perderemos. Ya lo decía mi madre, cuando ella y la Maria Edith se columpiaban en el Mar Bravo por la noche. Me cuenta la Tere se quiere cambiar de pega, que no soporta más trabajando con los que hoy dirigen el buque de La Concepción con Providencia. Tal parece que los años nos prestan fuerza para emprender. O será la rabia. Como sea, sueños nunca deben faltarle a uno; hay que puro creer y perseverar.
En el taco ese mismo día escuchaba el Mr. Hollywood, Jr. 1947 de Michael Penn. Me reí pensando en eso de que si viniera, tocaría probablemente para no más de 100 locos, en la sala SCD. Me acordé de la atmósfera de devoción que se respiraba en el concierto de la Aimee Mann. Pensé en eso que dice Pedro Aznar, de que tocar en el Teatro Oriente cada año es para él como ir a una fiesta y pensé en el final del concierto de este año, con todos los músicos sentados en el borde del escenario, patas colgando, cantando y tocando diferentes instrumentos. Yo les creo cuando dicen que lo pasan bien. Es gente libre que hoy hace lo que le gusta, como le gusta, cuando le gusta y que vive decentemente (o más que decentemente) después de haber trabajado duro.
Esa mañana me había reunido con gente que está armando una fundación para un proyecto en Chiloé, minga en Octubre incluída. Días antes había conocido a la fundadora de una obra bien impresionante, con gente discapacitada que trabajando para grandes compañías, en el backstage, aprende hábitos de trabajo y mejora su autoestima. De nuevo, gente contenta, cálida y agradecida de la ayuda que uno les da. Me doy cuenta que me he ido convirtiendo en una especie de Hada Madrina de las fundaciones y el trabajo Pro Bono. Hay gente allá afuera haciendo cosas bien bonitas. Canta Penn y pienso que nada me gustaría más que ser un abogado a quien la gente viniera por buenas razones. O por las razones que a mí me gustan. Conexión, confianza, juicio. Me gusta mucho esto de haber devenido en Consigliere de la gente que quiero; marido, familia, hermanos, amigos. Los acompaño en su búsqueda de respuestas y caminos. No hago nada y sin embargo ese hacer nada hace algo. En realidad sí hago. El escuchar es acción, dice mi gurú. Y es una forma de dar, creo yo. Ellos se van con algo cuando nos despedimos y yo también me quedo con algo. "El ciento por uno", me dijo Iggy Pop el otro día. En la oficina invierto horas y más horas que no se pagan y que me comen el tiempo en que debería producir. Estoy a full con el Feli en No-Bull y con el Tan en el Alan Parson's Project y ahora me llama Montes para que le dé una mano con su galería de arte. No puedo evitar embalarme cuando la gente me pide ayuda para empezar algo nuevo. Adoro ayudar a idealistas y gente de buen corazón a aterrizar sus voladuras, porque al fin y al cabo los negocios y los proyectos se hacen jugando el juego y el juego tiene reglas. Y yo las conozco bien.
Compañeros poetas, tomando en cuenta los últimos sucesos, estoy chata. Me encantaría tener unos pocos clientes que me siguieran donde yo fuera, que me tuvieran paciencia y que, sobre todo, me quisieran. Es muy lindo recibir mails como el de Labbé, "thank you Ms. Pérez for burning the midnight oil", luego de trabajar hasta las 2 am para que tuviera sus documentos listos a tiempo. No, no es es el trabajo duro lo que me está matando. Es el dormir con el enemigo. Pasada la turbulencia del reciente escándalo, alguien me dijo que me había faltado humildad. Curioso. ¿Decir no sé es opción? La peor presión siempre viene de adentro. A veces creo que los he malacostumbrado y la mayor parte de tiempo creo que Pelao me malacostumbró a mí. Y sí, Farquaad fue ponderado, pero no se puede vivir así para siempre. A ratos me baja una rebelión incontrolable. No quiero más corredores de bolsa con estampa de dios griego pero que te apuñalan por la espalda. No me interesan los banqueros de rancio abolengo ni los consejeros de grandes magnates. No quiero más escaladores de estructuras corporativas ni zombies que empujan carretillas llenas de oro. I want no golden handcuffs. Es infrahumano que te lleguen citaciones por Outlook a reuniones de seis horas sin que te pregunten primero si puedes ir. No soporto que otros dispongan de mi tiempo. Quiero trabajar en algo en que la dedicación y el amor que uno le pone a lo que hace sirva, pero, sobre todo, se valore. Donde el resultado se pueda ver más allá de un balance, una tasa de impuestos y una cuenta bancaria. It's not going to stop. Sigo buscando, y sé que llegara un día en que las cosas van a ser como las estoy empezando a imaginar. No espero ganarme el Kino ni que una paloma baje del cielo. Las cosas suceden cuando nosotros las imaginamos y las hacemos suceder. No sé cuál es el camino ni tampoco el lugar de llegada. Lo que sí, tengo un concepto, una visión. Me encantaría ser algo así como una abogado de culto.
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