Tuesday, October 13, 2009

La Carta

Como El Beso, esta pintura de Pedro Lira es de las que me dejan sin respiración. Hay que plantarse frente a ella, mirar y dejarse llevar. Como dicen los Divididos, ¿Qué ves? En el planeta legal siempre decimos que las palabras se las lleva el viento, donde sea que ello nos lleve. A veces a puerto seguro, otras veces no. Y ya saben todos ustedes que el asunto del pasado y sus rastros escritos es una cuestión que me apasiona. De chica Cartas Amarillas me ponía la piel de gallina y Los Enanitos Verdes hicieron lo suyo con Tus Viejas Cartas. Todavía me acuerdo de haberla bailado en cuarto medio, junto con Alone y Carrie, en esa fiesta de la que quedó una foto que todavía tengo guardada. Por eso uno se pregunta cosas antes de abrir una caja con cartas que llevan ciertas iniciales. Muchas veces sentí que la historia había terminado como esa escena al final del Joven Manos de Tijera, cuando la viejecilla le dice a la nieta que sabe que él todavía vive, porque antes que llegara a ese lugar no caía nieve. La peli es anterior a la historia, pero siempre me pareció una manera maestra de graficar lo que sucede con esos amores imposibles y machucados, de los que en algún instante del tiempo logramos aprender a huir. De las tres cartas, dos son pataletas de niño enojado por haber ido a Melipilla y perdido su silla, escritas en el mejor venezolano de los años noventa. En la otra, con cita a Cinderella y todo, subyace un anuncio con trompetas apocalípticas de lo que iba a suceder tarde o temprano y que de hecho sucedió. Se ve que perseverar en mis propios desvíos es algo que no se me ha quitado con el tiempo y que la burrería me acompaña desde siempre. Pero se ve, también, que lo que no nos mata nos hace más fuertes. Hubo una vez en los noventa, más o menos en la misma época de Manos de Tijera, una canción que se llamaba Time For Letting Go, que siempre me lleva a Sooner Or Later de The Alan Parsons Project, que, a su vez, me conducen a la segunda parte de la misma historia, la sin mariposas, estrellitas, chispitas ni canciones épicas. En fin, he aquí un caso en que el viento no se llevó las palabras, pero sí todo lo demás. Entonces mi iPod pone Still They Ride. Misterios de la biología, supongo. Como dije una vez, si me quedara sorda, perdería la memoria.

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