Ashes To Ashes

En el camino de vuelta la Caro y yo, a través del recuerdo de nuestro papá, nos adentramos en una conversación emocionante. Sobre muchas cosas. También sobre las cosas de él que se fueron quedando en nosotros y que nosotros estamos transmitiendo a nuestros hijos, muchas, sin darnos siquiera cuenta. Nos envuelve una energía especial. Ambas la sentimos, como siempre. Está el olor de los pinos mezclados con el mar. Y el ruido de las pequeñas olas en esa playa de agua transparente y arena blanca. No hay en Algarrobo una playa más linda que El Canelo. Hablamos y hablamos sin poder parar, y yo me acuerdo de esas conversaciones que teníamos de noche, después de una fiesta o de haber salido con alguien que nos gustaba, en la oscuridad, metidas en la cama. Me acuerdo de Disembodied Voices, esa conmovedora canción de los Finn Brothers. Y de cuando teníamos miedo y dormíamos cucharita en su cama. Recuerdo por qué han sido tan difíciles los años sin tenerla cerca. Y que en unos días me quedaré llorando, como siempre, cuando se vuelva a Portland.
Almorzamos en la terraza y con el Feli comentamos que ahí esperamos el año 2000, antes que naciera la Magda. Ahora somos cinco. Pablo y la Caro esperaban recién a la Merni. Ahora son seis. La Sandra y Tomás ni se habían casado. Ahora son cuatro. El cielo está impresionantemente azul y no hay nubes. Bajamos todos a la playa y los niños juegan con la arena. Es la playa del muelle roto, la misma en que jugábamos cuando chicos, porque como no iba mucha gente, nuestros padres no sufrían pensando que podíamos perdernos. El muelle se rompió aún más con el terremoto, pero sigue ahí. Yo pienso en la palabra continuidad. Mientras saco una foto a mis hijos, que juegan con los hijos de mi hermana, miro desde la orilla del mar y veo al grupo esparcido por la arena. Son tres generaciones. Siete familias. Nacidas de una sola mujer. Pienso que es realmente hermoso como funciona la vida. Que ojalá todos pudiéramos tener una manada linda, que se haya quedado con lo mejor de nosotros, para esparcirlo por donde anden. Que ojalá todos pudiéramos tener una manada linda que un día eche a volar nuestras cenizas y nos recuerde como su principio.
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