Que 20 Años No Es Nada
Esto podría ponerlo como una promo de teleserie; lo de "20 años después” y todo eso. Pero así no más es: nos mandamos 20 años sin vernos. Salida del colegio sólo me seguí juntando con la Jime y la Willy. De las otras no tuve idea y la verdad es que ni me di cuenta. Me concentré en las amistades de la universidad y el mundo del colegio quedó atrás, casi como si no hubiera existido jamás. Hasta hace tres meses. Acercándose el aniversario número 20 de salidas del colegio, las de siempre decidieron organizar una comida para Octubre. Pero antes, la Georgette propuso que nos juntáramos las del curso de cuarto medio. Yo no pude ir. Tampoco me esforcé mucho. Si tenía poco en común con ellas en cuarto medio, poco incentivo había ahora. Además me piqué porque una se acabronó y adelantó la fecha, para que una de las cool de siempre (esas cosas jamás cambian) pudiera ir y dejaron fuera a la mismísima Georgette que había propuesto la reunión y a la Jime que venía especialmente de Guatemala, pero ya no podía cambiar su pasaje para llegar a tiempo. So what. Decidimos juntarnos las dos cuando llegara y salir en el auto con nuestras canciones de la vida, comer como los Dioses y, en mi caso, tomar igual. Nerds will be Nerds. Pero justo días antes, a la Georgette se le ocurrió hacer una reunión alternativa del grupo de cuarto medio, para que todas vieran a la Jime.
Todo lo contrario a las reuniones de high school de los gringos, donde todos se desviven por mostrarse exitosos y quienes han tenido tropiezos suelen no aparecer, aquí fue todo lo contrario. Aquí hay una sinceridad conmovedora. Quizás sea que somos todas mujeres. Ninguna le tira la billetera ni el cargo ni el auto a las otras; al revés, todo gira en torno a cosas extremadamente simples, pero importantes. Esa noche, cuando nos juntamos en la casa de Pío, de verdad que fue sorprendente. Digamos, puro vernos las caras era ya un chiste mayúsculo, pero estoy segura que ninguna pensó mucho en lo que podía pasar después. Entre muchas botellas de cerveza y vino nos fuimos poniendo al día. Nos reímos, nos emocionamos, nos alegramos y nos compadecimos todas por todas. 20 años es de verdad un rato largo. Son además los años siguientes a salir del colegio, o sea el tiempo en que uno arma su vida y rato suficiente para que comience a desmoronarse e incluso caerse por completo. Al final, todo el mundo tiene una historia que contar. Con la Jime comentábamos que de verdad algunas hemos sido más afortunadas que otras, pero en realidad, eso ha sido hasta ahora. Después de ese viernes nos hemos mantenido en contacto, por mail, por msn, pero además nos hemos seguido juntando y siento que de alguna manera, otra vez vamos avanzando en paralelo. No me explico cómo, pero hay un vínculo re poderoso que parece haber sobrevivido. Porque claramente es mucho más que reírnos de la mochila que casi aplasta a la Monja Chica o de las fotos de la borrachera en la casa de la Paula la noche del último día de clases. Aquí hay cariño, preocupación, admiración y ganas de seguirnos viendo. Y lo que más me gusta es que todas se han mantenido fieles a sus respectivas esencias y son hoy claramente una versión mejorada de lo que eran en cuarto medio.
Hace unos días nos juntamos con maridos, equivalentes e hijos a almorzar. Y pasó la tarde y nos fuimos quedando porque de verdad lo pasamos increíble. Yo sabía que iba a ser entretenido, pero el asunto superó mis expectativas. En el auto me fui pensando que de las que estaban ahí, todas, excepto una, compartimos curso en primero básico y aunque luego nos fueron cambiando de curso, todas, excepto una, terminamos en el mismo curso en cuarto medio. Es como si la Magda se juntara con sus amigas en unos treinta y tantos años más. No es poca cosa. De todas, sólo yo puse a mi hija en el colegio. Sí, gran lapa en el ojo, pero lo bueno de la vida es que uno tiene derecho a cambiar de opinión y de pronto a uno comienzan a importarle ciertas cosas, de las que antes no tenía mucha conciencia. Contra todo lo que se pueda decir del colegio y habiendo mucha mina que da fe de lo contrario, hay cosas que se le graban a fuego a uno. Lo veo en cómo está creciendo la Magda y en dónde ponen los puntos y los acentos. Yo pensaba en tanta gente que conozco, con sus máscaras y fachadas, en esos círculos en los cuales estamos condenados a interactuar. Pensaba en tantos que se traicionan a sí mismos por pertenecer donde naturalmente no pertenecen. Entran a movimientos religiosos, sufren y buscan influencias para ubicar a sus hijos en ciertos colegios, van a ciertas universidades, viven en ciertos lugares, van de vacaciones a lugares donde pueden ser vistos. Es bueno sentir que uno no necesita todo eso y que puede igualmente ir por el mundo haciéndose una vida y una familia. Me decía el Feli de vuelta lo agradable que es juntarse con gente sencilla, que no le pinta el mono a nadie. Y así es. Y aunque a ratos pienso cómo pasaron tantos años sin que nos diéramos cuenta, me contesto acordándome no de Gardel, aunque también, pero más bien de ese slogan, que lamentablemente es de una demoníaca tarjeta de crédito, pero que lo dice tan bien: la vida es ahora.
Todo lo contrario a las reuniones de high school de los gringos, donde todos se desviven por mostrarse exitosos y quienes han tenido tropiezos suelen no aparecer, aquí fue todo lo contrario. Aquí hay una sinceridad conmovedora. Quizás sea que somos todas mujeres. Ninguna le tira la billetera ni el cargo ni el auto a las otras; al revés, todo gira en torno a cosas extremadamente simples, pero importantes. Esa noche, cuando nos juntamos en la casa de Pío, de verdad que fue sorprendente. Digamos, puro vernos las caras era ya un chiste mayúsculo, pero estoy segura que ninguna pensó mucho en lo que podía pasar después. Entre muchas botellas de cerveza y vino nos fuimos poniendo al día. Nos reímos, nos emocionamos, nos alegramos y nos compadecimos todas por todas. 20 años es de verdad un rato largo. Son además los años siguientes a salir del colegio, o sea el tiempo en que uno arma su vida y rato suficiente para que comience a desmoronarse e incluso caerse por completo. Al final, todo el mundo tiene una historia que contar. Con la Jime comentábamos que de verdad algunas hemos sido más afortunadas que otras, pero en realidad, eso ha sido hasta ahora. Después de ese viernes nos hemos mantenido en contacto, por mail, por msn, pero además nos hemos seguido juntando y siento que de alguna manera, otra vez vamos avanzando en paralelo. No me explico cómo, pero hay un vínculo re poderoso que parece haber sobrevivido. Porque claramente es mucho más que reírnos de la mochila que casi aplasta a la Monja Chica o de las fotos de la borrachera en la casa de la Paula la noche del último día de clases. Aquí hay cariño, preocupación, admiración y ganas de seguirnos viendo. Y lo que más me gusta es que todas se han mantenido fieles a sus respectivas esencias y son hoy claramente una versión mejorada de lo que eran en cuarto medio.
Hace unos días nos juntamos con maridos, equivalentes e hijos a almorzar. Y pasó la tarde y nos fuimos quedando porque de verdad lo pasamos increíble. Yo sabía que iba a ser entretenido, pero el asunto superó mis expectativas. En el auto me fui pensando que de las que estaban ahí, todas, excepto una, compartimos curso en primero básico y aunque luego nos fueron cambiando de curso, todas, excepto una, terminamos en el mismo curso en cuarto medio. Es como si la Magda se juntara con sus amigas en unos treinta y tantos años más. No es poca cosa. De todas, sólo yo puse a mi hija en el colegio. Sí, gran lapa en el ojo, pero lo bueno de la vida es que uno tiene derecho a cambiar de opinión y de pronto a uno comienzan a importarle ciertas cosas, de las que antes no tenía mucha conciencia. Contra todo lo que se pueda decir del colegio y habiendo mucha mina que da fe de lo contrario, hay cosas que se le graban a fuego a uno. Lo veo en cómo está creciendo la Magda y en dónde ponen los puntos y los acentos. Yo pensaba en tanta gente que conozco, con sus máscaras y fachadas, en esos círculos en los cuales estamos condenados a interactuar. Pensaba en tantos que se traicionan a sí mismos por pertenecer donde naturalmente no pertenecen. Entran a movimientos religiosos, sufren y buscan influencias para ubicar a sus hijos en ciertos colegios, van a ciertas universidades, viven en ciertos lugares, van de vacaciones a lugares donde pueden ser vistos. Es bueno sentir que uno no necesita todo eso y que puede igualmente ir por el mundo haciéndose una vida y una familia. Me decía el Feli de vuelta lo agradable que es juntarse con gente sencilla, que no le pinta el mono a nadie. Y así es. Y aunque a ratos pienso cómo pasaron tantos años sin que nos diéramos cuenta, me contesto acordándome no de Gardel, aunque también, pero más bien de ese slogan, que lamentablemente es de una demoníaca tarjeta de crédito, pero que lo dice tan bien: la vida es ahora.
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