Sunday, November 29, 2009

El Efecto Tiny Dancer

Por razones desconocidas, no pesqué a los Foo Fighters sino hasta que en esa serie, Ed, creo que se llamaba, una de un tipo con cara de pavo, que era abogado de NY y que volvía a su típico pueblo chico gringo y se compraba un bowling, usó Next Year. Pero sólo supe que la cantaban los Foo Fighters cuando me embarqué en la cruzada de las canciones perdidas, el año que nació Pedro. Ahí me di cuenta que los llevaba escuchando hacía rato, Learn To Fly, Big Me, Walking After You, Ain't It The Life y que amaba esa ecuación perfecta de melodías dulces y elegantes, con guitarras cabronas y desgarro pop. Sin mencionar las letras. Incluso las canciones acústicas, que suelen hablar de nubes, tienen una intensidad extraordinaria. Dan ganas de usarlas de paraguas cuando llueve. Ayer los vi en VH1 Storytellers y en un momento me encontré haciendo pucheros, con los ojos llorosos, mientras mi nuevo rockstar favorito hablaba de cosas como el hacer música, como la amistad y la pérdida de los amigos, la historia de sus canciones, el cuento con Dylan, etc. Dave Grohl, incluso de negro, barbudo y chascón, despide un halo de magia blanca que Cobain, con su dorada cabellera, jamás tuvo. Los Foo Fighters son como una catapulta al infinito y más allá.

Hablando de magia. Un rato después de lo de los Foo Fighters dieron la escena de Tiny Dancer en Almost Famous. La peli siempre me ha emocionado, porque William es un poco todos nosotros y por eso dan ganas de abrazarlo bien apretado y porque la parte de Tiny Dancer lo explica todo con una canción. Si uno pudiera hacer eso en la vida real, poner una canción y explicárselo todo al del frente. El Viernes había sido el, a estas alturas legendario, Café Concert de la Meche y sus colegas profesores de colegio Cota Mil. El sueño por un día de varios. Yo estaba en otra dimensión, pero se me vienen a la cabeza momentos memorables, como cuando Manuel comenzó con Sirius en Eye In The Sky, cuando hicimos los coros; o cuando tocamos Every Rose y nos reíamos solos; cuando nos pusimos a cantar Wonderwall con el Profesor Creep, cuando cantamos If It Makes You Happy "unplugged" al final de la noche, mientras el guardia intentaba echarnos. El enganche que se produce cuando uno hace música con otras personas es muy power. Demasiado power, quizás. Ahora, así como resulta raro y a ratos insoportable escucharse la propia voz, es bien terrible verse a uno mismo en un video cantando. Pero no hay nada que se pueda hacer. Cantar a todo pulmón if it makes you happy then why the hell are you so sad es algo cercano a lo perfecto.

Al final eso es lo que hace la música. Hace que la gente se reúna, hace que la gente sueñe y juegue; hace que la gente llore, se ría, recuerde, se emocione. Hace que la gente saque fuera. Lo malo, lo bueno. Hace que la gente se encuentre. En todos los sentidos posibles. Pienso en esto mientras escucho al Feli tocando My Baby Grand y siento mi casa iluminada con el sonido del piano. Pienso en esto luego, mientras salto como hace años no lo hacía en un concierto, y no sé por qué me da por comparar a Chris Martin con Brandon Flowers. O a Coldplay con The Killers. Es claro quien gana mi pequeño concurso. Y sigo pensando. Me acuerdo, con el inicio de Read My Mind, de la primera vez que la escuché, bajando por General Blanche, un domingo en la tarde hace ya varios años, y de cómo se transformó de inmediato en una de las canciones de mi vida. Porque, para mí, todo en la música es sobre emoción y conexión. Sobre pasadizos secretos y viajes en el tiempo. Sobre luz y oscuridad. Sobre acierto y error. Y veo que por más que he intentado darle rodeos, al final todo en mi vida ha sido sobre música. Siempre lo fue, siempre será. Como dijo Penny Lane, we are home.

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