Monday, April 19, 2010

Coffee, TV, Cigarrettes and Alcohol

Mi mamá no nos dejaba tomar café cuando éramos chicos, así que seguro por eso el primero de mi vida lo tomé camino a Viña, en un bus, viajando a un partido de hockey. Era un sábado de Julio, el primer día del Mundial México 86. Pasaron ofreciéndolo y el Ale me pasó uno. Era un asqueroso Nescafé en vaso plástico, creo que hasta sin azúcar, pero teníamos tanto, tanto frío que nos dio lo mismo. No sé por qué me acuerdo tan bien de esto, pero sospecho que es porque escuchábamos These Dreams y se me grabó el cuadro completo. Es un bonito recuerdo. En todo caso, mi entrada triunfal al Planeta Cafeína fue en el viaje a la fría y lluviosa primavera europea. Entre mis recuerdos favoritos está el ir sentada en un tren, con mi cuaderno, mi walkman y Gin Blossoms en eterno autoreverse, mirando por la ventana y sosteniendo una taza de café de grano, cortado con esa crema que venía en unos mini vasitos que nunca más vi. Por eso Congratulations I'm Sorry siempre tendrá olor a café vienés con la Joanna, una noche en un bar y a maratón de capuccinos y cigarrillos, una tarde oscura, lluviosa y fuera del tiempo en Venecia. Otro momento con olor a café que tengo registrado es una mañana despejada, tras una noche de lluvia torrencial, en el camping de Laguna Captrén, en Conguillío, mirando el Volcán Llaima y las Araucarias, calentándome las manos con la taza y respirando hondo el aire helado. No importa el tiempo o las cosas que nos pasen. Así como algunos recuerdos huelen a cigarro, otros siempre olerán a café.

Con la Jime muchas veces salimos un domingo a deambular y vagar por universos de palabras. Inventábamos mundos, personajes, imágenes y canciones, y, sobre todo, nos reíamos. Incluso si debíamos más bien llorar. Eran esos Domingos Dominicales, en blanco y negro, casi invivibles, de no ser por una taza de café. En esa época no había Starlights ni Starbucks. A veces podía ser el Tavelli, con sus pésimos cortados o el Hansel y Gretel, café con olor a eucaliptus húmedo en junio. Hartas veces fue El Biógrafo, que era un territorio aparte, una especie de fortaleza amurallada. Por eso nos dolió cuando lo cerraron. Siempre me acuerdo de los Irish Coffee con harto whisky, del cerro de crema que le gustaba ponerle a la Jime y de la montaña de colillas que dejábamos detrás. Siempre quedábamos distintas después de una taza de café. Eso me sucede todavía. Ahora sé que el café estimula la memoria, los sentidos y que actúa sobre el aparato cognitivo y el sistema nervioso de varias maneras. Dicen que, al parecer, previene el Alzheimer y el Parkinson. Como decía Pelao, interesting, con acento en la primera sílaba. Cuando la Madga era guagua y nos volvía locos con el Feli, se la dejábamos a alguien y nos íbamos al Starlight a por un Caramel Macchiatto. Era como jugarle a la escondida a todo por un rato, y era fantástico.

La Maca Ríos me pregunta hace unos días si me acuerdo del comercial de Nescafe-Puedo ver claramente que sale el sol. Qué podría haberle dicho, más que un imposible olvidarlo. Creo que todas quisimos ser alguna vez como esa mujer. Mirar, abrigadas, una puesta de sol entre nubes y saber que todo iba a ser mejor al día siguiente. Y tener un calentador de agua en el auto. Por eso encontrar uno de esos artefactos en el auto de alguien era una señal inequívoca de conexiones cósmicas y revelación de planes maestros. But That Was Yesterday. Al día siguiente estoy en el Starbucks trabajando y mientras me como la espuma de mi Cinnamon Dolce Latte Sin Crema suena I Can See Clearly Now y no puedo dejar de reirme. A pesar de todo, siempre amé las coincidencias. Y a pesar de todo, siempre es mejor reirse, como dice mi querida amiga.

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