Thursday, February 23, 2012

To Be A Man

Entre los discos que me paran los pelos todavía, después de tantos años, está Third Stage de Boston. Me acuerdo de estar escuchando Amanda en mi walkman, en el Sport, durante un resfrío de verano como el que tengo ahora, todos bañándose y yo leyendo Star Wars debajo de un crespón. De My Destination mejor ni hablar, como descubrimos una vez con de Lasa, obvio, ni de To Be A Man, con sus momentos guitarreros dramáticos. Todavía, cuando se termina Hollyann, puedo oir un silencio cargado de humo. Este verano me acordé harto de Ranquil. Sí, los incendios arrasaron con el campo, aunque la casa se salvó. Y claro, como nada es coincidencia, una vez más, el paso por Chillán me trasladó a los viajes en tren a ese lugar lleno de una magia fantástica. La luz y el color del cielo en las mañanas, el salto de agua y las historias sobre salmones subiendo río arriba, el tranque y los cueros y el brillo de sol en el agua, en las tardes eternas del verano. Los manzanos llenos de manzanitas rojo-amarillas, la vega de las zanahorias gigantes. El bosque, tan parecido a mi Invernada, pero lleno de copihues en invierno. Mientras manejaba pensé en mi primera visita a Ranquil. La casa de la Omi, sencilla pero llena de detalles encantadores. En esa casa cada ventana contaba una historia. En su pieza con el Opi había una desde la que miraban el primer rayo de sol de la mañana, cuando salía por detrás de los cerros. Recuerdo un brindis con vino Don Francisco de Quillón y al tío Georg mostrándome su color rubí a través de una ventana que miraba al Cayumanqui y su bosque nativo.

Nuestras vidas están llenas de historias. Ninguna de ellas está demás. Cada una de esas historias es, de cierta manera, una pequeña vida dentro de nuestra vida. A dream within a dream. Por eso no deberíamos olvidarlas ni archivarlas sin antes reflexionar sobre lo que aprendimos de cada una. En el verano apareció Survivor en mi iPod. First Night. Por supuesto, después de escuchar varias veces Vital Signs y de reirme, recordando mi dolor de guata cuando la cinta de mi casette se quedó enredada en el tocacintas, tuve que poner Ever Since The World Began. I'll never know what brought me here, as if somebody led my hand. It seems I hardly had to steer, my course was planned. And destiny it guides us all, and by its hand we rise and fall. Hace un par de días, en una sesión hermosa y llena de momentos iluminadores con la Ana María, hablamos de muchas historias de mi vida y de cómo ocupan un lugar en la vida que vivo.

What does it take to be a man? Or a woman. Supongo que pelotas, para hacernos cargo de nuestras vidas y no andar culpando a otros de nuestras desventuras, omisiones y caminos no recorridos. Entrañas para mirar de frente, admitir nuestros errores y tomar acción para remediarlos, mientras se puede. Hacemos tantas cagadas. Algunas ni las vemos. Otras no las queremos ver. Anoche me quedé pegada viendo Million Dollar Baby. Ay, Clint, y sus pelis sobre opciones, decisiones y responsabilidades. Sobre lealtad y sobre amor. Me gusta que las películas le hablen a uno de forma diferente cada vez que las ve. Hay un momento en que Scrap dice que Frankie hizo algo que odiaba hacer: arriesgarse. Yo pensé en riesgos que no tomé; riesgos en el buen sentido, como estudiar menos, abrirme más, huir menos, hacer más cosas, haber entrado a ese taller de cuentos. Pero pensé luego en los riesgos que sí tomé y en las batallas que sí he dado. Pensé en los tres hijos que tuve. En el que perdí. Y en que volvimos a intentarlo. Me acordé de la frase que solía usar AC cuando yo me negaba a algo: "Pérez, no sería bueno que tú no .....". Hablamos harto sobre mi maternidad con la Ana María. Sobre pánico y pérdida de control. Sobre transmutar karma y dar vida, como dijo ella. No, no habría sido bueno no haber traído a mis niños al mundo. Claro, no habría vivido "la alegría de ser mamá" con sus nubes en tonos pastel, ni tendría fotos hermosas ni recuerdos que me hacen reir. Pero en el universo multinivel, esos son sólo detalles. De no haberme embarazado y parido a mis tres niños, jamás habría dado la batalla contra mis tres demonios tamaño catedral: la pérdida de mi libertad, la pérdida del control y la pérdida de las personas a quienes quiero y de cuyo amor dependo. Apego, que le llaman. Hace unos días en la radio sonaba Into The Great Wide Open y yo pensaba en cosas que todavía no puedo soltar y dejar ir. En los saltos que no he podido dar. Sin embargo hoy día estoy viendo las cosas con una luz diferente. Miro atrás y veo a cada una de las personas que han pasado por mi vida para darme pistas y para impulsarme a hacer cosas a las que me resistía, aún sabiendo que debía hacerlas. Y veo que el impulso vino de su inmenso cariño y paciencia y de mi confianza en que ellos veían lo que yo no veía o no quería ver. Eso es una forma de soltar. Y de saltar. Y una cosa lleva a la otra, porque de los saltos que sí damos, es de donde sacamos el amor propio y las fuerzas para dar esos otros que, como decía el gran AC, no sería bueno que no hubiéramos dado.

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