Wednesday, August 15, 2012

A Matter Of Trust

"No has escrito en meses", me dice hace unos días mi amigo Cancino.  Le explico que tengo la necesidad de siempre de escribir, pero que apenas me siento al teclado no puedo decir nada.  Es como si todas esas ideas e imágenes que solían rondarme y atormentarme hasta que paría un posteo se hubieran ido a otra parte. "Tienes demasiada pega" me dice y seguimos comiendo. "¿Estás leyendo? ¿Estás escuchando discos nuevos?" Me pregunta de pronto.  "No. Y muchos", le respondo y me pongo a reír. Aparece Springsteen en mi cabeza: You can't start a fire without a spark.  Supongo que ningún artefacto funciona sin el combustible adecuado.

Un par de días antes de viajar a NY en Junio le dije llorando al Feli que ya no quería seguir en la oficina. Que ya no me gustaba hacer mi trabajo y que las cosas que habían pasado eran demasiado para querer seguirlas aguantando. A estas alturas de la vida conozco mis debilidades, pero también mis fortalezas. Y no acepto que nadie me diga que mi consejo es light ni que me manifiesten dudas de cómo hago mi trabajo. Yo ya no quería más guerra y estaba dispuesta a comenzar a buscar otra cosa. Pero entonces me subí al avión. Y ocurrió lo que sucede cuando uno se sale del escenario por un rato para mirarlo desde la butaca. Pausa. Distancia. Perspectiva. Aterricé en una ciudad fantástica que no conocía. Caminé un día entero sin parar. Sin música. Sólo mirando y respirando. Ví los Monet, los Van Gogh, los Cezanne, los Pisarros, los Picassos, los Braques y los Gris (también los cuchillos y katanas, para diversión de mi flaite interior).  Tomé cerveza y café con Farquaad y tuve conversaciones bacanes con él. Y por primera vez sentí que a mi modo, podría ser parte del cuento, porque comencé a vislumbrar un espacio para mí. Quizás haya sido esa noche en La Crema, cuando vi a la Stolper, la mujer corajuda, como dijo nuestro gurú, tomando margaritas y vino blanco, hablando de sus viajes y mostrándonos su loft todo bohemio. Tal vez haya sido cuando le hablé a Farquaad sobre cuidar a nuestra gente, sobre lo que podemos y debemos hacer por ellos, con la sensación de que me estaba poniendo atención de verdad. Tal vez fue porque en algún momento epifánico logré juntar las piezas y ver por fin que en nuestro pequeño planeta M&B sólo nosotros mismos podemos encontrar los espacios para ser lo queremos ser. Que nadie lo hace por nosotros. Pero que esa es también la gracia. Al menos para mí. En fin. Todo lo que sé es que de vuelta, justo al despegar, apareció en la ventana un atardecer rosado y el sol que no había visto en tres días. Como siempre que me voy de un lugar, repasé todo lo vivido en esa ciudad y escribí en mi libreta roja que iba a seguir en la oficina. Al menos por un rato más.

Hace muchos años, tuve amigos en la oficina. Nos reíamos todo el día. Hacíamos bromas y dibujos. Nos contábamos los problemas y nos acompañábamos y apoyábamos. Nos enseñábamos unos a otros y almorzábamos todos juntos todos los días. Un día crecimos. Unos más que otros. Algunos con más luz que otros. Y un día ya no me quisieron. Entonces prometí que nunca más tendría amigos en el trabajo. Nunca más fui a un happy hour. Me quedaba el rato mínimo decente en comidas y fiestas.  Me encerré en mi oficina con mis canciones favoritas y me leí los mejores libros de la vida almorzando sola en el Drugstore por casi cuatro años.  Nothing I regret.  Cuando llegué a M&B lo hice preocupada únicamente de hacer bien mi trabajo. Pensaba siempre en lo que me había dicho Farquaad en la entrevista: "aquí nos llevamos bien pero no somos amiguis".  Yo podría trabajar aquí, pensé inmediatamente. La pega no es el lugar donde están tus amigos. Hubo gente que no me quería nada cuando llegué. Y aunque estaban Eve y Becker, a quienes no pude no querer y por varios años estuvo la Karin, con quien pimponeábamos sobre el arte de criar una manada, mantuve mi promesa de no vincularme con nadie realmente. Y así fue. Hasta que Becker se fue a parir al Pequeño Buda y me quedé completamente sola. De no haber sido por Mundi.  Mundi me obligaba a almorzar y me venía a ver a mi oficina cuando ya se había hecho de noche y todavía quedaba mucho por hacer. Pasamos varias turbulencias juntos. La Maldita Primavera. Nos recogimos a pedacitos mutuamente cada vez que fue necesario. Y no me quedó otra que bajar la guardia y abrirle la puerta. Al final, la traición es siempre un escenario posible si mostramos a otros nuestros jardines secretos. Es el riesgo que corremos cuando construimos puentes y decidimos cruzar al otro lado. Pero, como dice la canción de Ismael Serrano, sucede que a veces en el otro lado están el amor y el cariño. Just when you least expect it. Y resulta que pesar del miedo, que gente como uno nunca deja atrás por completo, podemos ir mucho más felices y livianos por la vida si tenemos una red de risa y cariño alrededor. Recibimos mucho y podemos dar también. La gente se ríe conmigo. A veces en una tarde interminable veo a la Moni lidiando con sus hijos y su vida desde su asiento y voy y la hago reir y me vuelvo a trabajar. Cuando vienen la Teresita o la señora Amanda les digo cualquier tontera que no esperarían oír de mí. Y a veces me voy a dar vueltas por las oficinas de mi gente favorita sólo para tirarles un par de tallas y sacarles una sonrisa. 

Keli se rie de mi cara de destrucción masiva el sábado en la mañana. "Qué manera de reirse, señora", me dice, después de la junta con mis niños de tax y galletas adoptivas. "Y qué loco que quieran juntarse con usted que es la jefa. Eso habla bien de usted." Keli y sus comentarios. Yo me quedo pensando que es chistoso que ahora, que en rigor soy más jefa que antes, estoy más cerca de más gente. Que tengo mi consultorio, como le dice Leyton, mis pacientes de siempre y mi manager Mundi, que manda a la gente a la loquera Pérez. Que me deja extremadamente mal una discusión con mi Becker. Que me preocupa lo que sucede con la gente en la oficina. Que quería hace rato hacer cosas con alma y que siento que estoy encontrando como hacerlas. Pienso también en ese martes del terror en que éramos quince comiendo en la cafetería, agotados, pero con una sensación de estar todos juntos regalándonos energías para la larga noche. Me quedo varios días pensando en eso. Conmovida un poco. Pienso en cómo se formó nuestra adorable Cofradía del Café, como le dice el Feli. En todo lo que me he reído en el último tiempo. En todo lo que he recibido en el último tiempo. En que algo tiene que haber cambiado para que yo me tirara a la piscina, para que volviera a confiar y terminara haciendo amigos en la oficina otra vez. Y en que tras exactamente cuatro meses, acabo de volver a escribir. 

2 Comments:

Anonymous N. Soto said...

Busco en Internet el "libro azul" que mencionas y no lo encuentro... puedes ayudarme?

7:20 AM  
Blogger Fran Pérez said...

Maestros Espirituales, Salim Hodali, Erna Lueg y M. E. Muñoz.

10:02 AM  

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