Ceratostigma
Recibí Cerati en Primera Persona como regalo de Navidad y traté de no comenzarlo hasta mis vacaciones, cuando pudiera disfrutarlo como Dios manda. Pero lo tomé unos días antes. Pasé de nuevo por Colores Santos y Amor Amarillo, acordándome de mil cosas y de mis casettes que todavía guardo. Pasé otra vez por Dynamo, aunque ese, como Signos, son discos que tengo en mi teléfono. Para romper el vidrio en caso de emergencia.
En su momento no le di la menor pelota a Bocanada. El Kid A de Cerati y traición imperdonable a la guitarra. Dios, era Cerati (sin la coma funciona también). Jamás llegué a escuchar completo Siempre Es Hoy y ahora sé que no fue pecado alguno. Pero cosa diferente sucedió con Ahí Vamos. Crimen es una canción que hasta hoy me hace doler la guata. La Caro me trajo el CD de BAires y era pura guitarra. Menos olor a sala de máquinas y mucha más sangre. Separarse de la especie por algo superior no es soberbia es amor. Poder decir adiós es crecer. Qué decir de poner canciones tristes. Y si bien Fuerza Natural nunca me mató, era un disco de guitarras otra vez. Nunca me olvido del sábado en la tarde, paseando a Laura en su coche, cuando apareció Rapto en la radio, con esa guitarra que suena como ninguna otra. Y las acústicas están maravillosas también. Hace un tiempo encontré en mi casa una Rolling Stone en que entrevistaron a Cerati a propósito de Ahí Vamos. Suelo emocionarme con las palabras de Cerati previas a su desaparición. Qué otra cosa puedo hacer, un tipo que tiene un libro de palabras...
Una mañana de sol en la playa decido ir más allá de Puente y Río Babel y sumergirme en Bocanada. Y siento que tras haber leído el capítulo sobre él, por primera vez lo entiendo y me puedo reconciliar con la ausencia de guitarras. De hecho cada vez lo voy queriendo más. Oigo el mar y miro hacia el sol con los ojos cerrados. Es como mirar una luz muy blanca. Pienso en palabras de Cerati. Caminos. Rutas. Puentes. Flotar. Energía. Luminosidad. Luz. Luz es una palabra que atraviesa todo lo que Cerati dijo. Y me quedo pensando un millón de cosas.
Uno termina el libro y se queda con una sensación multinivel. Ciertamente admiración, amor de fan, agradecimiento de poder vislumbrar, aún por resquicios, algo del tipo que se debe haber despertado en la mañana con el pelo enredado, ojeras y olor a cigarro, como cualquier carretero mortal. También un sentimiento de querer tener esa misma fuerza creativa. O al menos algo de ella. Y un inevitable poco de pena. De saber que las luces de la costa son faros del pasado. Y que nada volverá a ser como fue. Cerati cuenta varias anécdotas divertidas. Y habla del Ceratoide, algo que vive debajo del mar. Yo me quedo pensando en esa flor de un azul hipnótico que busqué por años para poner en mi jardín. Una flor de nombre singular. Ceratostigma.
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