Friday, October 09, 2015

Ain't It The Life?


Dejé de escribir hace más de dos años.  Por mucho tiempo no extrañé escribir. No podía hacerlo. No me era fácil venir aquí. En este territorio, una vez secreto y luego abierto a muy pocos, fue donde reflexioné por ocho años sobre mil cosas.  Aquí miraba mi vida, en verdad.  Entera.  Aquí es donde están mis canciones, mis libros, mis pelis. Aquí sacaba a pasear mis ideas y pensamientos. Los feos y retorcidos; los inspiradores y luminosos.  Aquí está toda mi impertinencia, como decía Alfonso. Mis asociaciones dementes y mis peladas de cable.  Mis logros y mis grandes alegrías.  Mis expediciones a las oscuras cavernas del Gran Abismo.  Mis enojos, mis frustraciones y mis taimas.  Mis dudas. Mis penas. Todas mis penas. Esta es la atalaya desde la que miré mi vida por tanto rato.  Desde aquí revisaba cada una de las cosas que más me importaban en la vida.  Mis vínculos. Mi matrimonio. Mis hijos.  Aquí es donde están muchos de mis recuerdos. Y aquí es donde descansan hoy mis planes. Lo que ya no fue. Y no será. Quizás esa sea la parte más pesada. Dejar partir los sueños. Como si fuesen un racimo de globos que se escapan de tus manos. 

Hace poco apareció en Facebook una foto sobre ese arte japonés de restaurar cerámica, en que se vuelven a unir los trozos, quedando unas líneas doradas, como cicatrices.  En otras culturas orientales, lo roto se bota. Pero aquí se rescata y lo roto y vuelto a unir se vuelve un objeto con una dignidad importante y mayor.  Recordé una tarde de invierno, tomado café, hace muchos años. Casi en otra vida. Mientras veíamos oscurecer, pasaba gente con paraguas rotos. Y pensamos que quizás no todo lo que se rompe se vuelve inútil. Son las cosas que vienen a mi cabeza el día que mi corazón dice que quiere que escriba aquí. Y lo escucho. Es aquí donde debo retomar. Porque quien lea, a partir de ahora, lo qué está escrito aquí, sabrá.  Como la canción de Francis Cabrel que escuchaba cuando tenia diez años y ya me ponía triste.  Curiosamente, la oí hace unos días mientras almorzaba mirando llover por la ventana. Y me pregunté si a los diez, alguna parte mía habría sabido que la escucharía tantos años después, en estas circunstancias. Porque pareciera que no sabemos. Pero yo sé que sabemos. La vida nos sorprende. Aunque nunca tanto. Porque, como los búhos de Twin Peaks, las cosas no son lo qué parecen. Y al final, como dice alguien por ahí, c'est la vie.


Mientras escribo, siento que debo refrasear.  Dejé de escribir este blog hace más de dos años. Pero la verdad es que en todo ese tiempo sí escribí. Ahora lo veo. Escribí en cuadernos, escribí en libretas.  Escribí en hojas sueltas y hasta en servilletas de papel. Escribí tarjetas. Escribí cartas. Escribí una historia.  Ya no estoy casada. Pero sigo siendo yo. Se me vienen a la cabeza todas las veces, en que en estos últimos años, le dije a mi amigo Cancino, como explicación de por qué no escribía mi blog, que era porque sentía que quien escribía ya no era la misma.  Y en parte era cierto.  Pero también era mentira. Sigo siendo yo, sólo que ahora me cruzan líneas doradas.  Sigo siendo yo.  Pero ahora también hay más.  Me veo cruzando, hace mucho tiempo, una calle una mañana de Otoño.  Mirando el suelo, escuchando a Dave preguntarse si no es acaso así la vida.  Yo levanto la vista y sonrío.  Ahí está el sol.  Ain't it the Life.  Got no crime. Just sail on by. Sail on by.

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