El Compartimento de la Escritura
Mi amiga Paula me regaló hace muchos cumpleaños Inés del Alma Mía y yo lo dejé guardado entre los libros que alguna vez leería, como tarea, prácticamente, cuando me sobrara tiempo. Nunca me llamó la atención Allende y jamás leí La Casa de Los Espíritus. Un día leí una entrevista suya, sobre el proceso de La Suma de Los Días. En un momento le preguntan por qué escribe. Su respuesta fue como un balazo en la guata.
"No sé… he escrito toda mi vida, diarios, cartas, notitas… después me dediqué años al periodismo, hice teatro… siempre como en la periferia de la literatura, dando vueltas, rondando, como un perro. Y por último, ya vieja, a los cuarenta años, empecé a escribir ficción. Pero siempre he sentido esa necesidad de poner por escrito todo lo que pasa, porque es la única manera de ordenar mi vida, me parece que lo que no escribo lo barre el viento. Es importante, aunque sólo sea la carta que escribo a mi madre todos los días. Es como una necesidad. A veces ella me escribe incluso más de una carta al día y es maravilloso porque llevamos así 35 años. En ese rato de la mañana temprano en que me pongo a escribirla, prendo la computadora, abro lo que llamo el compartimento, un espacio de la mente para la escritura, ordeno lo que pasó el día anterior y al ponerlo por escrito, existe. Sé que aunque se me olvide todo hay un armario en Chile donde están acumulados 35 años de cartas a mi madre. O sea, que mi vida realmente existe."
Me encontré con esa entrevista en un revistero viejo, el año pasado, y al releerla corrí a buscar Inés del Alma Mía. Lo leí y releí varias veces algunas partes. Amé, más que las historias, las miradas de sus personajes. De sus mujeres, sobre todo las viejas. Las reflexiones sobre lo hecho y lo no hecho, sobre la libertad, sobre el amor, sobre el ser y hacer pareja. Me acordé de esto hoy, porque Allende comienza a escribir un nuevo libro cada 8 de enero, prendiendo una vela. No usa reloj. Escribe durante el tiempo que dura una vela. Así cada día. Estas cosas me inspiran. Me hacen creer que en algún momento cualquiera de nosotros puede abrir una de esas ventanas que abría Will, el amiguito de Lyra Belacqua. Que todos llevamos La Daga en alguna parte de nuestro interior. Para partir el aire y asomarnos.
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