Next Year
No tengo muchas ganas de hacer una revisión del 2009. Así que, como dijo Cerati, hoy haremos la excepción de romper las reglas. Por lo demás, siento que me pasé el año entero haciendo revisiones, dando examen ante una comisión formada por Paco Interno, Yoda y Peter Pan. Y no puede uno andar haciendo revisiones de las revisiones así tan luego, tampoco. Yo más bien siento ganas de zambullirme en lo que viene sin pensar mucho. Este es el año en que cumplo 40 y eso lo hace extrañamente especial. This is my beginning, coming to an end.
Propósitos sí que tengo para este año. Leer. Recién terminé El Libro de Los Amores Ridículos. Siete relatos en torno (obvio) al amor, pero desde ángulos fascinantes, como el paso del tiempo, el fin de la juventud, el final de la adultez, la autoimagen, los juicios sobre los otros, el juego, y para ponerlo en grandilocuente y heideggeriano, el ser en el mundo. Así es Kundera. Hay que leerlo. Encontrar canciones (nunca es demasiado). Mis momentos musicales favoritos 2009: Day & Age camino a Chillán. La Magda y yo en Keane. The Shock Of the Lightning y I'm Outta Time. También Champagne Supernova y The Masterplan y Live Forever y I Am The Walrus. Pedro Aznar en el Oriente; la Aimee Mann en el Teletón, qué lujos. The Sun Came Out y The Conversation: los Finn no descansan jamás, por eso los adoro. The Resistance: Exogenesis y esa sensación casi olvidada de que un disco le quede a uno grande a la primera pasada (y a la segunda, y la tercera...). Wheels, Word Forward, una erupción volcánica hecha canción y Everlong, gotta promise not to stop, que ni reducida a la mínima expresión pierde su urgencia. Read My Mind y Spaceman en vivo: Sólo la K, las palmeras y yo. It's all in my mind. I Gotta Feeling: el momento memorable en que tu hija comienza a poner las canciones en tu iPod.
Tengo harto para hacer el 2010. Quiero hacer música (nunca es tarde), preocuparme del jardín (siempre es tarde), ir a La Invernada, hacer deporte, subir cerros, crear, aprender más, mostrarle el mundo a mis niños y cuidar a mi Manada. "Tú quieres hacerlo todo, Mamá", me dice la Magda cuando conversamos de estas cosas. Me da risa, porque tiene toda la razón. Pero la verdad es que no todo es hacer. Verán. En el universo legal distinguimos entre obligaciones de dar, de hacer y de no hacer. Lindo, simple y aplicable también a los propósitos de año nuevo. Conocemos bien a nuestros acreedores. Sabemos bien lo que les debemos. Y ya aprendimos que los "te debo" son sólo palabras. ¿O alguna vez recibimos ese regalo que nos quedaron debiendo? No lo olviden, dar, hacer y no hacer. Y ya sé que dije que no haría revisiones. Pero mientras escribo pienso en esa columna que leí una vez, sobre las segundas mitades. Sobre esa inquietud y ese desasosiego que comienza a asomarse hacia el final de los treinta y luego lo inunda y lo oscurece todo, pero que en un momento (si hacemos la pega) nos regala algunas certezas que antes nunca tuvimos y que jamás imaginamos tener. Para bien y para mal. No dejo de temerle al segundo tiempo, aunque creo que ahora tengo mejor puntería. Una mira telescópica para ver las señales que antes no vimos. "Qué lindo eso -me dice ayer la Ana María Riquelme, por el colgante que tenía en el cuello- te lo he mirado todo el rato, es un Mandala". "Sí, es un Mandala", salta la Magda y yo la miro sorprendida y les pregunto qué es un Mandala. "Un Mandala es una figura que por donde la mires se ve siempre igual", dijo la Magda. Un Mandala es eso y también más. Qué loco. Muchas de las imágenes y cosas que me atraen como un imán son Mandalas: el laberinto de Chartres, los rosetones góticos, los collares que me compro compulsivamente, algunas flores, las figuras del caleidoscopio. Y yo no lo sabía, o no sabía que lo sabía. Hace muchos años recuerdo haber escrito sobre la simetría. Más bien, sobre su ausencia. Ser más de un lado que del otro. Ser menos de un lado que del otro. Siempre me ha molestado la asimetría. Lo sigue haciendo. A veces, cuando me desbarranco, pienso en todo lo que escribo y siento vértigo ante el abismo que existe entre lo que soy y lo que quisiera ser. Ese sí es un propósito colosal. Pero ya saben ustedes. Lo fácil no es lo mío. Y mucho me temo que ya no lo fue.
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