La Ladrona de Libros
I love to say I told you so. Yo sabía que me iba a suceder. Lo de llorar con el libro. Me quedé hasta tarde y desperté esta mañana con dolor de cabeza, como después de una de esas lloraderas de las bravas. Desperté triste, pero maravillada. El libro es una obra de arte por todos sus lados. Lo encontré la noche antes de Navidad, cuando ya estaban cerrando la librería, y su título saltó a mis ojos (como a ella). Se me hizo difícil hacerle el quite a un libro llamado La Ladrona de Libros. A uno que en su contratapa dice:
Todo está vivo en este libro. Incluso lo que no lo está. Todo tiene color, olor, sabor, textura y sonido. "Siempre es mejor olvidarse la pintura que la música", dice en un momento el que tal vez sea el personaje más adorable de todos. La historia es de una belleza sobrecogedora. Tan grande que de pronto cada vuelta de página comienza a dolerte. Sí, es de esos libros que dejas en tu velador, descansando unos días para no precipitar el final (no soy la única que lo hace, lo descubrí hace unos días). De esos en que tapas las líneas siguientes para que tus propios ojos no te hagan trampa. Pero no es sólo la historia. Es lo que hay detrás. Las palabras como un arma. Las palabras como un regalo. Las palabras como salvación. Hay frases que necesitas leer dos, tres y cuatro veces, para saborearlas, porque no te cabe en la cabeza que alguien pudiera combinar las palabras de una manera tan original, tan emocionante, tan divertida y tan triste, todo a la vez. El libro está lleno de esas frases que quisiste haber escrito tú. Aunque no te da rabia, ni osarías robártelas. A veces da la impresión que el libro estuviera pintado en lugar de escrito. Tiene capas, está lleno de detalles, trazos y colores, puestos unos sobre otros, pero de manera que todos se pueden ver si lo miras bien. Hay muchas líneas para no olvidar, pero mi favorita es una que aparece cuando, una noche, durante un bombardeo, la ladrona de libros, sus padres y los vecinos están en un sótano; ella les está leyendo uno de sus libros robados y mientras lo hace piensa en Max. "En algún lugar también estaba Max, en los espacios entre un punto y la mayúscula siguiente."
Érase una vez un pueblo donde las noches eras largas y la muerte contaba su propia historia.
En el pueblo vivía una niña que quería leer, un hombre que tocaba el acordeón y un joven judío que escribía cuentos hermosos para escapar del horror de la guerra.
Al cabo de un tiempo, la niña se convirtió en una ladrona que robaba libros y regalaba palabras.
Con estas palabras se escribió una historia hermosa y cruel que ahora ya es una novela inovidable.
Todo está vivo en este libro. Incluso lo que no lo está. Todo tiene color, olor, sabor, textura y sonido. "Siempre es mejor olvidarse la pintura que la música", dice en un momento el que tal vez sea el personaje más adorable de todos. La historia es de una belleza sobrecogedora. Tan grande que de pronto cada vuelta de página comienza a dolerte. Sí, es de esos libros que dejas en tu velador, descansando unos días para no precipitar el final (no soy la única que lo hace, lo descubrí hace unos días). De esos en que tapas las líneas siguientes para que tus propios ojos no te hagan trampa. Pero no es sólo la historia. Es lo que hay detrás. Las palabras como un arma. Las palabras como un regalo. Las palabras como salvación. Hay frases que necesitas leer dos, tres y cuatro veces, para saborearlas, porque no te cabe en la cabeza que alguien pudiera combinar las palabras de una manera tan original, tan emocionante, tan divertida y tan triste, todo a la vez. El libro está lleno de esas frases que quisiste haber escrito tú. Aunque no te da rabia, ni osarías robártelas. A veces da la impresión que el libro estuviera pintado en lugar de escrito. Tiene capas, está lleno de detalles, trazos y colores, puestos unos sobre otros, pero de manera que todos se pueden ver si lo miras bien. Hay muchas líneas para no olvidar, pero mi favorita es una que aparece cuando, una noche, durante un bombardeo, la ladrona de libros, sus padres y los vecinos están en un sótano; ella les está leyendo uno de sus libros robados y mientras lo hace piensa en Max. "En algún lugar también estaba Max, en los espacios entre un punto y la mayúscula siguiente."
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