Wednesday, March 19, 2008

Marzismo

En Marzo del 93 ya no fui más a clases. La Caro sí y como todavía estaba con el asunto de su tobillo fracturado, yo la llevaba todas las mañanas al Campus Oriente. No me importaba tener que levantarme temprano, escuchábamos buena música, me quedaba con el auto de Madre y de vuelta a veces subía al Arrayán a mirar la salida del sol. Es una época linda. Las mañanas son frescas, la luz del sol ha cambiado y el cielo amanece muy azul. Todavía quedan trazas del verano, la piel conserva algo de color y en la feria todavía hay sandías y melones.

De vuelta en Santiago Leo E. había llegado un día a mi casa con un bolso gigante lleno de CDs. Entre ellos, dos box sets de la ELO. Fue con ellos que me hice ese casette de 90 minutos al que le dimos duro. En esa época la Caro llevaba varios meses con Cabezón y de vuelta de vacaciones había llegado con una pila de CDs que, luego supe, pertenecían al ya famoso JFC. Antes que fuera tarde yo di cuenta de ellos, los pasé a casette y los escuché por mucho tiempo en el auto. Es por eso que las mañanas de Marzo siempre me recuerdan esas canciones que en ese tiempo ya eran viejas, de Journey, Survivor, Toto y de Chicago. Pero la verdad es que en la vida hay canciones que nunca pueden olvidarse.

Ahora es Marzo también. Estoy en prenatal, la Laura está a un mes de llegar. La semana pasada el Maestro Jorge pintó dormitorios, hizo arreglos, pintó muebles. Lavamos cortinas, ordenamos closets y yo anduve permanentemente con mi trapo atrapapolvo en una mano y mi limpiador multiuso en la otra. Evidentemente padezco el Síndrome del Nido. De todas maneras, me sirvió para estar en casa, bajar revoluciones y alejarme un poco de la pega. No sirvo para trabajar hasta el último día. Mis neuronas se evaporan y siento que paso a ser un profesional de alto riesgo. Mejor que mis Padawanes tomen el mando y yo las oriento remotamente. Es como ser Charlie. Ellas me llaman y yo les doy instrucciones por el altavoz.

Es extraña la sensación de tener tiempo del cual disponer con libertad. Es raro sentir a estas alturas que puedo hacer lo que quiero en las mañanas. Y como tengo tiempo para alimentar a mi nuevo iPod, me he encontrado con muchas cosas. A mi fiel y verde iPod mini, sólo entraba filete, para no agotar sus 4GB. Ahora, en cambio, tengo lugar para el animal entero, chunchules incluídos. Aquí hay lugar para las canciones italianas de cuando teníamos 10 años, como las que recordaba de Matia Bazar; para una selección increíble de Francis Cabrel, que está que para los pelos; para otro tanto de Mocedades, que incluye El Color de Tu Mirada, que me emocionaba cuando era muy chica y mis papás ponían el disco. Así fue que me encontré con discos que tenía definitivamente abandonados; diría incluso, escondidos. Como Toto Past To Present y Chicago Greatest Hits, ambos desaparecidos de mi mapa junto con JFC, como era previsible. Pero ahora los disfruté. Me acordé de por qué siempre me gustó tanto Toto y me gustó volver a escuchar los viejos lentos de Peter Tetera y esas baladas madio mamonas medio geniales del Chicago con vocalista nuevo. Y eso que deja fuera Chasin' The Wind y You Come To My Senses, joyitas del Chicago 21. El asunto es que escuchando una de esas canciones de Chicago anoche, manejando de vuelta de la reunión del jardín de Pedro, me acordé de ese Marzo. De ese fin de semana que nos fuimos los cuatro a Zapa, la semana antes de mi cumpleaños. JFC tenía un discman que conectaba a la radio del auto y me acuerdo de haber puesto Only The Young en el camino, mientras se hacía de noche. Todo era como una película. Definitivamente fue una época en que la vida era extremadamente simple: consistía básicamente en vivir a todo lo que nos diera el cuerpo y a ratos, estudiar un poco. Pero más allá de todo, como dice Luismi, la canción me hizo pensar en la sensación con que me quedé la última vez que me encontré con JFC, este 1 de enero, en la piscina. Lo del poder de las decisiones que tomamos en la vida y cómo a medida que pasan los años vamos viendo los resultados. Porque aún cuando las decisiones que tomamos nos permiten dar dirección a nuestras propias vidas, muchas veces afectamos de paso las de otros. A veces incluso decidiendo por el otro. Es como un juego y cuando pasa eso podemos perder. Pero también es cierto que, conforme pasan los años y como bien lo dijo Mecano, a veces la tortilla da la vuelta y eso que pareció tan malo en su momento, se transforma en lo mejor que nos pudo pasar. En fin, en medio de estas meditaciones me ha pillado otro Marzo y me cae encima mi cumpleaños número 38. La Laura patea día y noche y mi manada completa la espera con impaciencia. Yo disfruto este tiempo, escucho buenas canciones y me dejo querer. Se ve que este es otro Marzo que no voy a olvidar.

Monday, March 17, 2008

Pop Life