Thursday, January 21, 2010

De Patio

Sometimes it's hard to recognize
Love comes as a surprise
And it's too late
It's just too late to stay
Too late to stay

"Café del Patio, Perfect", me dijo. Recuerdo haber contado los días y haber esperado esa noche como los presos que hacen rayitas en la muralla. Recuerdo haber caminado por la calle oscura, vacía, saltando entre los charcos que quedaban de la lluvia que había parado poco rato antes. Olía a tierra mojada y a aire helado. En lugar de mi walkman, me quedé con eco de mis botas y el ruido del cinturón de mi impermeable, que iba flameando feliz. Mi cabeza iba a años luz de mi cuello. No sé si delante o detrás. Pero apenas lo vi tras el vidrio fue tal como lo había imaginado. Envuelto en humo, al tiempo extraño y familiar, tranquilo y nervioso, feliz y también triste. Nunca me voy a olvidar de cuando estábamos recién sentados en la mesa, ambos sin poder creerlo y me dice, con una dulzura conmovedora, "debí hacer esto antes, ¿verdad?". Yo quería grabar cada escena, cada cuadro, por si no había otra vez. Así fue que lo vi enderezarse, apoyar la espalda en la muralla, echar la cabeza atrás, y girarla, mirándome con los anteojos montados en la punta de la nariz. Era como si me estuviera diciendo "cuando no fuiste el más lindo de la fiesta, cuando no tuviste la mejor mesada, cuando no hay por dónde hacer que te vean, tienes que brillar como sea y tienes que admitir que lo he logrado". Yo me mantuve mirándolo y le respondí, sin palabras también. Recuerdo cuando me dijo, mirándose las manos, que era bueno, pero también malo, ser menor que yo. No logré llegar jamás al fondo de esa declaración. Parte de su encanto era ese territorio misterioso que juré jamás explorar. Hubo una siguiente vez y fue una mañana de discos. Cruzamos Providencia de la mano y recorrimos todas las disquerías que encontramos abiertas; compramos un CD de The Human League y fuimos a mi casa. "Nos parecemos tanto", me dijo por la tarde, otra vez por encima de los anteojos. "Que da miedo", quise agregar yo. Me callé, aunque lo consideré una sentencia definitiva. Esa noche era el cumpleaños de mi mejor amiga y no lo invité. Peor, me dejó en casa de mi amiga y nos despedimos, ambos, lo sé, con el corazón arrugado y una sonrisa chueca. Pasaron tres horas, cuarenta y cinco canciones y mi amiga abrió la puerta sin dejar de mirarme. Nunca, nadie más, me dio un primer beso como ese. Dejé de comer, dejé de dormir. Eramos sólo nosotros y nuestros discos. Y Drum, por cierto. Creo que se la jugamos al tiempo. Y creo que el tiempo se enojó.

Like a break in the battle was your part. In the wretched life of a lonely heart. Fue lo que le dije al despedirnos, con un abrazo más grande que la vida, una mañana con estrellas. El no dijo nada, pero yo pude oír una canción. It was just that the time was wrong, Juliet. Todavía hay noches que sueño con él y lo veo venir caminando con esa sonrisa que me derretía, llena de secretos cómplices y cosas que nunca fue necesario decir. Me acuerdo de su voz, de cómo sonaban algunas palabras en su boca, de cómo decía mi nombre y de cuando me hablaba sólo a mí. Me río recordando esa risa desparramada suya. Me gustaba cuando me miraba con una ceja levantada. Me gustaba examinar su rara nariz delgada. Mirar de reojo sus dedos pálidos. He extrañado un montón de cosas que no pensé que iba a extrañar y otras que siempre supe que iba a extrañar. He seguido yendo al Café del Patio. Hace poco estuve ahí y mientras miraba las viejas mesas de madera oscura, en mi iPod sonó ...we'll always be together, however far it seems, we'll always be together, together in Electric Dreams. Mientras comenzaba a reírme, unas manos con olor a tabaco taparon mis ojos.

Tuesday, January 12, 2010

La Ladrona de Libros

I love to say I told you so. Yo sabía que me iba a suceder. Lo de llorar con el libro. Me quedé hasta tarde y desperté esta mañana con dolor de cabeza, como después de una de esas lloraderas de las bravas. Desperté triste, pero maravillada. El libro es una obra de arte por todos sus lados. Lo encontré la noche antes de Navidad, cuando ya estaban cerrando la librería, y su título saltó a mis ojos (como a ella). Se me hizo difícil hacerle el quite a un libro llamado La Ladrona de Libros. A uno que en su contratapa dice:

Érase una vez un pueblo donde las noches eras largas y la muerte contaba su propia historia.

En el pueblo vivía una niña que quería leer, un hombre que tocaba el acordeón y un joven judío que escribía cuentos hermosos para escapar del horror de la guerra.

Al cabo de un tiempo, la niña se convirtió en una ladrona que robaba libros y regalaba palabras.

Con estas palabras se escribió una historia hermosa y cruel que ahora ya es una novela inovidable.

Todo está vivo en este libro. Incluso lo que no lo está. Todo tiene color, olor, sabor, textura y sonido. "Siempre es mejor olvidarse la pintura que la música", dice en un momento el que tal vez sea el personaje más adorable de todos. La historia es de una belleza sobrecogedora. Tan grande que de pronto cada vuelta de página comienza a dolerte. Sí, es de esos libros que dejas en tu velador, descansando unos días para no precipitar el final (no soy la única que lo hace, lo descubrí hace unos días). De esos en que tapas las líneas siguientes para que tus propios ojos no te hagan trampa. Pero no es sólo la historia. Es lo que hay detrás. Las palabras como un arma. Las palabras como un regalo. Las palabras como salvación. Hay frases que necesitas leer dos, tres y cuatro veces, para saborearlas, porque no te cabe en la cabeza que alguien pudiera combinar las palabras de una manera tan original, tan emocionante, tan divertida y tan triste, todo a la vez. El libro está lleno de esas frases que quisiste haber escrito tú. Aunque no te da rabia, ni osarías robártelas. A veces da la impresión que el libro estuviera pintado en lugar de escrito. Tiene capas, está lleno de detalles, trazos y colores, puestos unos sobre otros, pero de manera que todos se pueden ver si lo miras bien. Hay muchas líneas para no olvidar, pero mi favorita es una que aparece cuando, una noche, durante un bombardeo, la ladrona de libros, sus padres y los vecinos están en un sótano; ella les está leyendo uno de sus libros robados y mientras lo hace piensa en Max. "En algún lugar también estaba Max, en los espacios entre un punto y la mayúscula siguiente."

Friday, January 08, 2010

El Compartimento de la Escritura

Mi amiga Paula me regaló hace muchos cumpleaños Inés del Alma Mía y yo lo dejé guardado entre los libros que alguna vez leería, como tarea, prácticamente, cuando me sobrara tiempo. Nunca me llamó la atención Allende y jamás leí La Casa de Los Espíritus. Un día leí una entrevista suya, sobre el proceso de La Suma de Los Días. En un momento le preguntan por qué escribe. Su respuesta fue como un balazo en la guata.

"No sé… he escrito toda mi vida, diarios, cartas, notitas… después me dediqué años al periodismo, hice teatro… siempre como en la periferia de la literatura, dando vueltas, rondando, como un perro. Y por último, ya vieja, a los cuarenta años, empecé a escribir ficción. Pero siempre he sentido esa necesidad de poner por escrito todo lo que pasa, porque es la única manera de ordenar mi vida, me parece que lo que no escribo lo barre el viento. Es importante, aunque sólo sea la carta que escribo a mi madre todos los días. Es como una necesidad. A veces ella me escribe incluso más de una carta al día y es maravilloso porque llevamos así 35 años. En ese rato de la mañana temprano en que me pongo a escribirla, prendo la computadora, abro lo que llamo el compartimento, un espacio de la mente para la escritura, ordeno lo que pasó el día anterior y al ponerlo por escrito, existe. Sé que aunque se me olvide todo hay un armario en Chile donde están acumulados 35 años de cartas a mi madre. O sea, que mi vida realmente existe."

Me encontré con esa entrevista en un revistero viejo, el año pasado, y al releerla corrí a buscar Inés del Alma Mía. Lo leí y releí varias veces algunas partes. Amé, más que las historias, las miradas de sus personajes. De sus mujeres, sobre todo las viejas. Las reflexiones sobre lo hecho y lo no hecho, sobre la libertad, sobre el amor, sobre el ser y hacer pareja. Me acordé de esto hoy, porque Allende comienza a escribir un nuevo libro cada 8 de enero, prendiendo una vela. No usa reloj. Escribe durante el tiempo que dura una vela. Así cada día. Estas cosas me inspiran. Me hacen creer que en algún momento cualquiera de nosotros puede abrir una de esas ventanas que abría Will, el amiguito de Lyra Belacqua. Que todos llevamos La Daga en alguna parte de nuestro interior. Para partir el aire y asomarnos.

Sunday, January 03, 2010

Next Year

No tengo muchas ganas de hacer una revisión del 2009. Así que, como dijo Cerati, hoy haremos la excepción de romper las reglas. Por lo demás, siento que me pasé el año entero haciendo revisiones, dando examen ante una comisión formada por Paco Interno, Yoda y Peter Pan. Y no puede uno andar haciendo revisiones de las revisiones así tan luego, tampoco. Yo más bien siento ganas de zambullirme en lo que viene sin pensar mucho. Este es el año en que cumplo 40 y eso lo hace extrañamente especial. This is my beginning, coming to an end.

Propósitos sí que tengo para este año. Leer. Recién terminé El Libro de Los Amores Ridículos. Siete relatos en torno (obvio) al amor, pero desde ángulos fascinantes, como el paso del tiempo, el fin de la juventud, el final de la adultez, la autoimagen, los juicios sobre los otros, el juego, y para ponerlo en grandilocuente y heideggeriano, el ser en el mundo. Así es Kundera. Hay que leerlo. Encontrar canciones (nunca es demasiado). Mis momentos musicales favoritos 2009: Day & Age camino a Chillán. La Magda y yo en Keane. The Shock Of the Lightning y I'm Outta Time. También Champagne Supernova y The Masterplan y Live Forever y I Am The Walrus. Pedro Aznar en el Oriente; la Aimee Mann en el Teletón, qué lujos. The Sun Came Out y The Conversation: los Finn no descansan jamás, por eso los adoro. The Resistance: Exogenesis y esa sensación casi olvidada de que un disco le quede a uno grande a la primera pasada (y a la segunda, y la tercera...). Wheels, Word Forward, una erupción volcánica hecha canción y Everlong, gotta promise not to stop, que ni reducida a la mínima expresión pierde su urgencia. Read My Mind y Spaceman en vivo: Sólo la K, las palmeras y yo. It's all in my mind. I Gotta Feeling: el momento memorable en que tu hija comienza a poner las canciones en tu iPod.

Tengo harto para hacer el 2010. Quiero hacer música (nunca es tarde), preocuparme del jardín (siempre es tarde), ir a La Invernada, hacer deporte, subir cerros, crear, aprender más, mostrarle el mundo a mis niños y cuidar a mi Manada. "Tú quieres hacerlo todo, Mamá", me dice la Magda cuando conversamos de estas cosas. Me da risa, porque tiene toda la razón. Pero la verdad es que no todo es hacer. Verán. En el universo legal distinguimos entre obligaciones de dar, de hacer y de no hacer. Lindo, simple y aplicable también a los propósitos de año nuevo. Conocemos bien a nuestros acreedores. Sabemos bien lo que les debemos. Y ya aprendimos que los "te debo" son sólo palabras. ¿O alguna vez recibimos ese regalo que nos quedaron debiendo? No lo olviden, dar, hacer y no hacer. Y ya sé que dije que no haría revisiones. Pero mientras escribo pienso en esa columna que leí una vez, sobre las segundas mitades. Sobre esa inquietud y ese desasosiego que comienza a asomarse hacia el final de los treinta y luego lo inunda y lo oscurece todo, pero que en un momento (si hacemos la pega) nos regala algunas certezas que antes nunca tuvimos y que jamás imaginamos tener. Para bien y para mal. No dejo de temerle al segundo tiempo, aunque creo que ahora tengo mejor puntería. Una mira telescópica para ver las señales que antes no vimos. "Qué lindo eso -me dice ayer la Ana María Riquelme, por el colgante que tenía en el cuello- te lo he mirado todo el rato, es un Mandala". "Sí, es un Mandala", salta la Magda y yo la miro sorprendida y les pregunto qué es un Mandala. "Un Mandala es una figura que por donde la mires se ve siempre igual", dijo la Magda. Un Mandala es eso y también más. Qué loco. Muchas de las imágenes y cosas que me atraen como un imán son Mandalas: el laberinto de Chartres, los rosetones góticos, los collares que me compro compulsivamente, algunas flores, las figuras del caleidoscopio. Y yo no lo sabía, o no sabía que lo sabía. Hace muchos años recuerdo haber escrito sobre la simetría. Más bien, sobre su ausencia. Ser más de un lado que del otro. Ser menos de un lado que del otro. Siempre me ha molestado la asimetría. Lo sigue haciendo. A veces, cuando me desbarranco, pienso en todo lo que escribo y siento vértigo ante el abismo que existe entre lo que soy y lo que quisiera ser. Ese sí es un propósito colosal. Pero ya saben ustedes. Lo fácil no es lo mío. Y mucho me temo que ya no lo fue.