Friday, April 30, 2010

Por Calles Al Azar

Sucedió hace unos días, iba manejando, ahora me acuerdo dónde: el turno de Pedro. Significa que era un Martes y que era la hora de almuerzo. En la radio comenzó la canción esa de Los Enanitos Verdes, la de "te acordás del Flaco Spinetta". Me quedé, por un lado, con los ojos todos llorosos (y no es broma) y por el otro, pensando que nunca la tuve y que jamás había sabido siquiera cómo se llamaba. Eso lo remediamos rápidamente. A la semana siguiente, estacionándome frente al colegio de Pedro otra vez, Los Enanitos Verdes, otra vez: "si no encontrás aquella melodía que te hacía lloraaaaaar....". Esa tampoco la tenía. En realidad sólo llegué a tener Tus Viejas Cartas, que venía, creo, en ese casette que el Tan se trajo de Mendoza cuando fuimos a jugar hockey los tres. Está bien, Los Enanitos Verdes pueden no haber sido la banda argentina favorita de nadie, yo amo a Cerati más que a Charly y a Fito mucho más que a Los Enanos Verdes y GIT (¿alguna hablé de esa comida de Deloitte amenizada por Juan Antonio Labra y Willy Iturri?), pero perdón, sus lentos son obras maestras. "Y ayer, quizás pensando en tu foto, por la calle te encontré andando, qué poco ha cambiado nuestra onda, sólo cambiaron un poco nuestros cuerpos..." Uf. Pienso en esto luego de haber bajado de Taringa.net (gracias, Becker) una carpeta llena de todas esas canciones e ir caminando por Providencia escuchándolas, debajo de un sol delicioso y mirando las hojas pasar del amarillo al rojo y al café, como en Beautiful. Me río al escuchar "todas las hojas son del viento". Uno, porque hay hojas por todos lados y dos, por mi ignorancia, cuando en ese viaje a Bariloche, Pobre Pibe, que de pobre no tenía nada, puso la canción y vine recién a darme cuenta que se trataba de una canción metida dentro de otra. Como una de Alberto Plaza, que habla de Summer Breeze y Starman. Un día haré una canción con otra adentro yo también. Camino de vuelta a la oficina, pienso que es Viernes, y que todo es como en la canción: "cae el sol y aún sigo soñando, cae el sol y no te puedo encontrar, anduve caminando por calles al azar" y me acuerdo de Quinn, el de La Ciudad de Cristal, que estoy leyendo, el que dejaba su cuerpo caminar y llevarlo por la ciudad. Es una de las maravillas de caminar con música en los oídos. Se me viene a la cabeza que este Martes, mientras repartía a los cinco críos del turno, que ya parece chiste, tocaron Puente, adorable Puente... y que debo conseguirla. Y me acuerdo recién que anoche, muy tarde, porque no podía dormir, bajé Amor Amarillo. Pasan Pulsar, Cabeza de Medusa, Av. Alcorta, con esa intro que se parece a Voy en Un Coche, Ahora Es Nunca. Uf, de nuevo. Me pongo a pensar que pasé años sin escucharlo, muchos, hasta el día antes de mi cumpleaños. Y que ahora, en cambio, lo llevo para que me lleve. A Merced.

Monday, April 19, 2010

Coffee, TV, Cigarrettes and Alcohol

Mi mamá no nos dejaba tomar café cuando éramos chicos, así que seguro por eso el primero de mi vida lo tomé camino a Viña, en un bus, viajando a un partido de hockey. Era un sábado de Julio, el primer día del Mundial México 86. Pasaron ofreciéndolo y el Ale me pasó uno. Era un asqueroso Nescafé en vaso plástico, creo que hasta sin azúcar, pero teníamos tanto, tanto frío que nos dio lo mismo. No sé por qué me acuerdo tan bien de esto, pero sospecho que es porque escuchábamos These Dreams y se me grabó el cuadro completo. Es un bonito recuerdo. En todo caso, mi entrada triunfal al Planeta Cafeína fue en el viaje a la fría y lluviosa primavera europea. Entre mis recuerdos favoritos está el ir sentada en un tren, con mi cuaderno, mi walkman y Gin Blossoms en eterno autoreverse, mirando por la ventana y sosteniendo una taza de café de grano, cortado con esa crema que venía en unos mini vasitos que nunca más vi. Por eso Congratulations I'm Sorry siempre tendrá olor a café vienés con la Joanna, una noche en un bar y a maratón de capuccinos y cigarrillos, una tarde oscura, lluviosa y fuera del tiempo en Venecia. Otro momento con olor a café que tengo registrado es una mañana despejada, tras una noche de lluvia torrencial, en el camping de Laguna Captrén, en Conguillío, mirando el Volcán Llaima y las Araucarias, calentándome las manos con la taza y respirando hondo el aire helado. No importa el tiempo o las cosas que nos pasen. Así como algunos recuerdos huelen a cigarro, otros siempre olerán a café.

Con la Jime muchas veces salimos un domingo a deambular y vagar por universos de palabras. Inventábamos mundos, personajes, imágenes y canciones, y, sobre todo, nos reíamos. Incluso si debíamos más bien llorar. Eran esos Domingos Dominicales, en blanco y negro, casi invivibles, de no ser por una taza de café. En esa época no había Starlights ni Starbucks. A veces podía ser el Tavelli, con sus pésimos cortados o el Hansel y Gretel, café con olor a eucaliptus húmedo en junio. Hartas veces fue El Biógrafo, que era un territorio aparte, una especie de fortaleza amurallada. Por eso nos dolió cuando lo cerraron. Siempre me acuerdo de los Irish Coffee con harto whisky, del cerro de crema que le gustaba ponerle a la Jime y de la montaña de colillas que dejábamos detrás. Siempre quedábamos distintas después de una taza de café. Eso me sucede todavía. Ahora sé que el café estimula la memoria, los sentidos y que actúa sobre el aparato cognitivo y el sistema nervioso de varias maneras. Dicen que, al parecer, previene el Alzheimer y el Parkinson. Como decía Pelao, interesting, con acento en la primera sílaba. Cuando la Madga era guagua y nos volvía locos con el Feli, se la dejábamos a alguien y nos íbamos al Starlight a por un Caramel Macchiatto. Era como jugarle a la escondida a todo por un rato, y era fantástico.

La Maca Ríos me pregunta hace unos días si me acuerdo del comercial de Nescafe-Puedo ver claramente que sale el sol. Qué podría haberle dicho, más que un imposible olvidarlo. Creo que todas quisimos ser alguna vez como esa mujer. Mirar, abrigadas, una puesta de sol entre nubes y saber que todo iba a ser mejor al día siguiente. Y tener un calentador de agua en el auto. Por eso encontrar uno de esos artefactos en el auto de alguien era una señal inequívoca de conexiones cósmicas y revelación de planes maestros. But That Was Yesterday. Al día siguiente estoy en el Starbucks trabajando y mientras me como la espuma de mi Cinnamon Dolce Latte Sin Crema suena I Can See Clearly Now y no puedo dejar de reirme. A pesar de todo, siempre amé las coincidencias. Y a pesar de todo, siempre es mejor reirse, como dice mi querida amiga.

Tuesday, April 13, 2010

El Puñal y La Memoria

¿Qué fue de Christina?, me preguntaste hace un tiempo, cuando te hablé de su nuevo disco y te mandé las viejas canciones por mail. ¿Habrá tenido hijos? me dijiste. Como si ella hubiera sido alguien de nuestro círculo, o algo así. Nos gustaba Christina porque era linda y wild y porque siendo mayor que nosotras hacía canciones sobre cosas que nos sucedían y que, en teoría, ya debían haber dejado de sucederle a alguien cercano a los 30. Es la edad que le calculábamos. A veces también creo que nos gustaba Christina así como a los niños les gusta ver tiburones y hombres lobo, con ese gusto con susto, porque también cantaba sobre las cosas feas que nadie dice. Después de Que Me Parta Un Rayo vinieron otros discos y otras buenas canciones. Luego le perdimos la pista y luego yo se la encontré otra vez. Pero entonces ya todo era diferente.

Inevitablemente cuando escucho Tú Por Mí me acuerdo del momento en que percibí que a mi amigo le estaba gustando mi amiga. Fue la única noche que salimos las tres con él, Beto Cuevas que no era Beto Cuevas. Quizás por eso, a diferencia de muchos, jamás me sorprendió que terminaran juntos y casados. Yo sólo lo vi antes. Y en ese mismo lugar, a sólo metros de distancia y sin que yo lo supiera en ese instante, estaba quien poco más de un año después se llevaría por unanimidad el premio Mil Pedazos. No recuerdo de quien, pero recibí Que Me Parta Un Rayo para mi cumpleaños número 24, en casette. Junto con mi Sancocho Rock & Pop fueron LO que escuché mientras hacía la práctica. Santiago Buin - Buin Santiago, tres veces por semana, en auto o en esa micro lenta lenta, que partía de la Estación Los Héroes. Christina en mi walkman, el cielo azulino de Abril y el pelo largo, eternamente largo, como las historias sin fin. Eso es lo que recuerdo más.

Miro hacia el escenario y en el momento en que comienza Tú Por Mí, me acuerdo de tí, intento enviarte un mensaje, pero mi BB ha perdido la señal. Parece una de esas Jugarretas del Maligno que, te lo digo, no han dejado de suceder. En esa parte "nos reiremos de este mal sueño con una taza de café" veo El Biógrafo, en un domingo de invierno y tantos otros cafés que nos tomamos en esos años y extraño todos los que nos debemos. Canta esa de los tipos muy feos con un gran empleo y de los chicos perdidos buscando a mamá. Ya no sé si antes o después, es el turno de Mil Pedazos, sólo con el piano, ahora sin guitarra y pienso en chaquetas de cuero, en botas vaqueras y en un agujero en el medio del pecho. Canta su nueva canción, Jorge y Yo, a la que no alcanzo a entender la letra, pero creo que da lo mismo, porque es sólo otro de los chistes de la noche. Siguen las canciones antiguas, pero en versiones nuevas. Más calmadas, más sofisticadas, más elegantes. Generalmente me gusta que las canciones en vivo suenen igual que en el disco, pero no en este caso. Ella es, definitivamente, mucho mejor en vivo. Suena a un venir de vuelta extremadamente confortable. Y sí, tiene dos hijos. Qué divertido, mientras escribo llevo puesta esa blusa blanca con mangas largas y con vuelos, esa que podríamos haber llamado Prince, pero que le decíamos Christina y que era tan cool en su momento. La tuve guardada por 15 años y ahora la uso en ocasiones. Causa un efecto divertido. La gente como que se queda mirándola porque no está de moda, pero se nota y se ve linda. Como Christina. Vuelvo a pensar en lo que nos pasa con las canciones y en el Mal del Virutillador, dos pasos adelante, uno atrás, un poco de risa, un poco de pena, un rato en la Tierra, un rato en la Luna, una y otra vez. Pero ¿sabes? tendríamos que nacer de nuevo. Y, como dice ella, ya es mañana, qué más da.