Wednesday, May 19, 2010

Fun Fun Fan

Ando más triste con lo de Cerati. Puede sonar tonto y francamente inmaduro. A esta edad hay demasiadas cosas tangibles y pedestres de qué preocuparse, más apremiantes que la salud de tu rockstar favorito. Pero yo me resisto a verlo así. El fan que llevamos dentro es una cara del cabro chico que conservamos y al que hay que alimentar, porque no queremos perderlo. Es ese cabro chico el que nos mantiene vivos, la mayor parte del tiempo. Nunca he olvidado la imagen de Cerati pasando por delante de mi auto, en una luz roja en Avenida Italia con Rancagua, en algún instante de los noventa, yo con la boca abierta y riéndome sola. Más encima llevo un buen rato escuchando mucho Cerati, Amor Amarillo y Bocanada una y otra vez de vuelta a la casa, en el metro, caminando por Providencia, memorizando casi cada capa de guitarra puesta en cada canción. La idea de que no haga más música pero permanezca vivo me parece simplemente desoladora. Pero ya lo dijo Charly: los cantores de radio pueden desaparecer. Lo que es yo, yo cruzaré los dedos. A mí me dio pena que se muriera Lennon, aunque tenía la edad de la Magda y no entendía chorromil cosas, como dice Hermes. Me dio mucha pena que se muriera Freddie Mercury. También me dio pena que se muriera Cobain. George Harrison, mucha. Ahora me daría pena que se muriera McCartney. Cuando veo al nuevo baterista de Crowded House me acuerdo de Hester y me da pena también. Y no me acababa de dar pena que se muriera Ronnie James, cuando sucede lo de Cerati. "Tu no cachai lo que es ser fan", le digo al Feli anoche, cuando me leía las últimas noticias. Pero, como dice la canción, es sólo una forma de hablar. La cara que tenía el fin de semana mientras veíamos el video de Phil Collins en que camina leeeento por el escenario, hasta llegar a la batería para hacer el solo de In The Air Tonight, o el de Live Aid, en que canta la misma canción pero sólo con un piano. Es la misma cuestión. Es sólo más cuerdo que yo.

Una de mis partes favoritas de La Novicia Rebelde es la canción sobre las cosas favoritas. Una canción sobre cómo el pensar en las cosas que más nos gustan nos hace sentir mejor cuando no nos estamos sintiendo tan bien. I simply remember my favorite things and then I don't feel so bad. Todo un mantra pop. Todos tenemos un morral invisible donde hemos ido echando lo que nos gusta. En mi cartera andan siempre mi billetera de cuero café muy gastado, mi cortapluma Swiss Army, un espejo y un rouge, mi lapicera Parker 51, mis lentes de sol, mi iPod y muchas veces mi cámara fotográfica y el libro de turno. Tengo graves problemas para usar esas carteras chicas que se ven tan cool y tan femeninas. Pero volviendo al asunto, me encanta el concepto de "lo favorito" y mis niños han aprendido a usarlo, como la Magda que el otro día, después de ver Alicia, declaró que su actor favorito es Johnny Depp y su director de cine favorito es Tim Burton. Saber identificar lo que más nos gusta es una buena forma de conocernos y entendernos a nosotros mismos y de permitir a los demás que nos conozcan y entiendan. No me gusta la gente sin favoritos. El Lunes en la noche me quedé hasta muy tarde viendo It Might Get Loud, un documental sobre la guitarra, que no es en realidad sobre la guitarra. Fue tal el festín, que al día siguiente no tuve una gota de sueño. Es emocionante ver que hasta los más grandes siguen siendo fans toda la vida.

En la Revista Ya de ayer la columna de la Neva Milicic hablaba de "El Lugar Favorito", y de cómo los niños se apegan, y es bueno que lo hagan, a lugares especiales, donde se sienten bien, donde se segurizan y se reabastecen emocionalmente. Espacios mágicos propios, cargados de significado, donde pueden conectarse con emociones positivas, donde pueden volver una y otra vez, donde pueden echar a volar la imaginación y la fantasía. Lo loco es que yo creo que todos en realidad necesitamos eso, no sólo los niños. En todo caso, a mí lo que más me gustó fue el concepto de "reabastecimiento emocional". Me quedé pensando que entonces la tarea es procurarnos los mejores proveedores: un partner de la vida, amigas y amigos de la vida, lugares especiales, jardines secretos, buenos libros, buenas películas, canciones favoritas de la vida, lindas fotos, cajitas con recuerdos, objetos queridos, grandes pasiones y, fundamental, héroes a los cuales ver pasar por delante nuestro sin poder cerrar la boca.

Wednesday, May 05, 2010

Decade

Camino por una vereda pisando hojas de encina. Hace frío, debajo de esta nube de lluvia nacional. Dejémoslo en metropolitana. Miro las hojas y pienso en bosques de encinas. Recuerdo la luz dentro del bosque del castillo Schönbrunn, amarilla verdosa, atravesando brotes y hojas nuevas y a las ardillas corriendo por esa alfombra crujiente de hojas. Recuerdo que era Mayo.

Nuestra Maidi nació cuatro Mayos después. Era un día hermoso y de colores brillantes. Azulino, verde, amarillo y rojo. Recuerdo perfectamente el día que nació cada uno de mis tres hijos, pero el de la Magda en especial, como recordamos para siempre lo que nos ocurre por primera vez. Pienso en esa canción de Emmanuel, Sentirme Vivo, que tocaban en las mañanas en la tele, y que cantábamos mientras la estábamos esperando. Han salido en tu piel girasoles, de tu vientre salió mi motivo, sentirme vivo. Fue divertido, no pensé que nos emocionaríamos tanto con los diez años de la Magda, pero a los dos nos tocó muy profundo. Es una década, dos dígitos, y es nuestra primera hija. Si eso no te emociona, eres hombre muerto. Crece la Magda. Yo puedo ver como crece por fuera; ella me muestra cómo crece por dentro. Sin duda, la maravilla más GRANDE de la maternidad es ese "Mamá, ¿podemos hablar?" Este verano se enamoró por primera vez. Los niños se enamoran, sí. "Mamá, estoy en shock", me dice una tarde mientras me bajo del auto, "Me pidieron pololeo". Yo no entendí hasta mucho más tarde, cuando le pregunté qué iba a responderle al sujeto en cuestión, y me dice "Ya le respondi, Mamá", me dice y cuando le pregunto qué respondió, me dice "Que sí, po, ovio...", como habla ella. El Nico era un enano adorable, con el pelo rubio oscuro, casi rapado y dientes nuevos muy grandes. Le traía flores y pasaban todas las tardes juntos jugando en la calle o conversando. Cuando el Nico, que tenía la misma edad, quiso darle besos, ella le dijo que no. ¿No es una maestra?

Me pidió permiso unos días atrás para hacerse un blog, como sus primas. "Código Freek", ví que le puso y juro que no tuve nada que ver. ¿O sí? Osé corregirle lo de freek, pero lo que recibí fue un "Ma-máaaaa!!!", en tono peloláis. Y luego vino la pregunta. "Mamá, ¿tu tienes un blog?" Hace unos años leí uno de los mejores libros que he encontrado en la vida, La Mujer en el Tiempo de las Catedrales, de Regine Pernoud, una medievalista famosísima, a la que incluso consultan los Calenda Maia. Se trata de un estudio fascinante, sobre ciertas mujeres en la alta edad media europea, que, más allá de sus vestidos de terciopelo y trenzas rapunzelescas, fueron educadas, trabajaron y se dedicaron al arte, a las letras, e incluso a la medicina y el comercio. Mujeres que la llevaban. Sólo que los hombres de negro, o de café, se encargaron de borrarlas del mapa. Todos sabemos que las brujas no eran brujas, sino mujeres que sabían. El asunto es que en ese libro aparece la historia de Dhuoda, una mujer noble y educada, que cuando le quitan a su hijo pequeño para prepararlo en las artes guerreras, decide escribirle un manual sobre la vida: El Manual de Dhuoda, fechado en el año 843. Cuando leí el libro yo ya tenía este blog y pensé que quizás cuando la Magda fuera grande se lo podría regalar. Si hay algo que las mujeres debemos aprender en la vida es la verdad sobre la vida. Nada es lo que parece, siempre hay que buscar debajo. No es que yo me crea dueña de ninguna verdad, ni querría que la Magda mirara la vida exactamente igual que yo. Uf, no. Pero sí tengo el deber de enseñarle lo que las mujeres deben enseñar a sus hijas. Algunas cosas son universales y eternas, porque tienen que ver con el simple hecho de haber nacido humanos hembras. Por eso la miro, de cerca y de lejos, absolutamente maravillada, mientras la veo ir armándose una identidad, una forma de ser propia. Tocando su viola con el pelo en la cara, explorando el piano con los dedos cochinos y tocando la guitarra un poco demasiado fuerte. Definiendo sus gustos, sus libros, sus canciones y sus películas favoritas, pero todavía recogiendo flores, hojitas, semillas y bellotas; subiéndose a los árboles pero queriendo pintarse las uñas. Con el Feli siempre lloramos en esa parte de Toy Story 2, en que la muñeca se acuerda de cuando su dueña creció. Supongo que vamos a sentirnos así dentro de poco, pero sé que cada etapa traerá sus propias maravillas. "Sí, Magda, tengo un blog", le dije, "y te prometo que cuando seas grande lo vas a poder leer."