Thursday, May 28, 2009

Still The Song

Para decidir si sigo poniendo esta sangre en tierra
Este corazón que bate su parche sol y tinieblas
Para continuar caminando al sol por estos desiertos
Para recalcar que estoy vivo en medio de tantos muertos
Para aligerar este duro peso de nuestros días
Esta soledad que llevamos todos islas perdidas
Para descartar esta sensación de perderlo todo
Para analizar por donde seguir y elegir el modo

Lo de arriba son los pedazos que me gustan de una canción que me mostró la Meche. Una letra como esta se merece una sacada de sombrero, es el tipo de canción que se canta con la carne de gallina. Y me acuerdo de ella un día que entro al Starbucks por la mañana. Mientras espero mi Cinnamon Dolce Latte sin crema alto, los miro, no puedo evitarlo, porque son un enigma para mí. No es un asunto de ADN, es sólo que venimos de lugares diferentes y es posible que eso haga la diferencia toda la vida. Se distinguen a leguas de distancia. No es sólo el look. Son sus códigos, las reglas no escritas. La tradición oral. No se ve bien andar diciendo las cosas por su nombre. Es poco elegante la espontaneidad. Quien muestra pasión por las cosas simples es un excéntrico. Es classy la mujer que no levanta la voz ni exige. Aunque llore en el auto. Se me viene a la cabeza eso de las mujeres tristes de que me habló Tulio una vez. Mujeres todavía jóvenes, bonitas, con casas lindas, hartos hijos y maridos que ganan bien, pero que entre las cuatro paredes de su consulta le confiesan una profunda tristeza, un gran vacío. Una de ellas puede ser su mujer, pienso, sin miedo de errar mucho el tiro.

A propósito de Tulio, "la veo bien, Franchi", me dijo hace unos días. "Tiene un lindo matrimonio, una linda familia, los niños están creciendo y según recuerdo usted tenía un trabajo que la desafía y la realiza." "Ejalé", le digo yo, a lo Hermes, lo pongo al día y le cuento que lo último ya no parece ser tan así. Que de pronto soy una duda con patas. Que mi Manual Acme de la Vida, como le dice la Jime, ese según el cual siempre he sabido perfectamente dónde ir y cómo llegar, tiene ahora páginas en blanco. Tulio me escucha y se ríe y yo percibo en su sonrisa una mezcla de empatía, con cariño y con satisfacción y cero sorpresa o preocupación. Hace diez años llegué a su consulta porque me dijeron que era un doctor seco y adorable. Porque las cosas buenas siempre son así, entre pedir la hora y llegar a verlo había tenido un test pack positivo. Era mi Magdi. Mientras le hablo me doy cuenta que se le ha puesto el pelo casi todo blanco, pero que para pasar los cincuenta está harto bien. Siento que entre ese día de Septiembre y hoy ha pasado tanto. Pasé de polluelo al pterodáctilo que soy ahora. ¿O creían que iba a decir cisne? Me maravilla y me emociona la capacidad que tiene Tulio para escuchar lo que no se dice y ver lo que no se muestra. Los médicos antiguos no tenían ecógrafos ni scanners ni maquinitas de ninguna clase y tenían que diagnosticar confiando en su conocimiento e intuición. Tulio es uno de ellos. Puede ver lo que a veces ni yo misma veo y por eso es uno de mis referentes de la vida. Supongo que tiene que ver con tratar mujeres y con acompañarlas en el círculo completo de la vida: un obstetra-cirujano-oncólogo ha ido y vuelto muchas veces ya. Debe ser por eso que puede mantener los pies en la tierra y conservar el foco en lo importante. Hablamos como siempre de sus árboles y de los míos en La Invernada y me mandó a hacer los exámenes que le piden a las mujeres grandes. Huelga decir que no necesité explicarle lo que quiero hacer para dar por concluída la labor reproductiva.

"Déjese llevar, Fran", me dice al despedirnos, como siempre con un abrazo bien apretado. "No intente resolver nada ahora. Las cosas se muestran y sola va a saber qué elegir. No se fuerce para encontrar la salida usted. Lo importante es tomar conciencia y esperar." Me aprendí de memoria sus frases, para no olvidarlas cuando me pierdo y me desespero. Las mujeres tenemos un proceso parecido a la digestión vacuna antes de tomar decisiones importantes. No sé en cuál de los cuatro estómagos está mi bolo. Es posible que aún no salga del estado de pataleta porque me jodieron las vacaciones, por haberme pasado meses haciendo el trabajo de tres y por haber traspasado contra mi voluntad todos los límites que siempre han separado el trabajo del resto de mi vida. El Feli dice que es eso, porque hasta antes de eso estaba contenta. Y es cierto, pero sé que las preguntas que se me han instalado van a quedarse. Me he estado preguntando cuánto tiempo más puedo estar en lo que hago. No tanto por lo que hago en sí, sino por cómo y dónde lo hago. Es como si en el camino de los últimos meses se me hubieran esfumado las ganas de ponerle corazón a lo que hago. Por ahora creo que puedo seguirlo haciendo, pero me gustaría intentar un enfoque diferente, desde un lugar diferente, con gente diferente y para gente diferente. En términos estructurales sé lo que tendría que hacer para ir hacia arriba y creo que podría lograrlo. También podría alisarme el pelo, dejarme crecer las uñas y comprarme carteras caras. Pero no sé. El reconocimiento social y económico es importante y no me desagrada para nada, pero el costo me sigue pareciendo alto. Tampoco puedo mandarme un Chavo del Ocho, un al cabo que ni quería, si comienzo a enviar señales. En fin. Por ahora me rondan las palabras de Tulio, las de la gente que me conoce de verdad. Dudo. Pero no está mal dudar, creo. El camino propio que siempre me asustó comienza a atraerme, misteriosamente. Quizás transito por un puente y no por una carretera. El asunto es que antes no veía opciones y por eso me sentí atrapada y me enojé, porque siempre necesito tener una ventana abierta para escapar, de lo que sea, aunque en el fondo sepa que no voy a escapar jamás. Tonteras de uno. Y no es que tenga las opciones en este preciso momento, pero siento que ya es sólo cuestión de tiempo. De pronto la estranguladora angustia inespecífica de Cook ha devenido en una serie de inquietudes específicas que son más manejables.

Al parecer lo de la crisis de los 40 no tiene que ver tanto con la aritmética como con la geografía. Como yo lo veo, tiene que ver con el darse cuenta de que en varios aspectos de la vida uno ha llegado a un lugar. Es como cuando subimos a la Laguna del Huemul, este verano. Fuimos haciendo varias cumbres sucesivas y en cada una nos paramos a mirar hacia atrás, abajo, arriba y adelante. Pareciera que hasta los 39 uno se dedica a construir, sin mucho pensar, una especie de obra gruesa con base en tres pilares: familia, carrera y persona. Ahora comienza el tiempo de divertirse: elegir colores, texturas, formas y estilos y es por eso que el Manual Acme está en blanco. Creo que al menos eso ya lo descubrí y por eso ando feliz. Pero palabra que pensé que de esta no iba a salir. Que se me desmoronaba todo. Cuando ni siquiera una canción puede alegrarme el día es que algo, o tal vez todo, anda mal. El que sienta ganas de guardar todos mis discos en una caja me asusta. Pero hace unos días encendí la radio en una luz roja y me rei y cuando llegué a mi casa me gustó llegar. Como dice Tim Finn: Still the song keeps playing. Sing along, feel better, it doesn't matter what went wrong. Una vez más encuentro alivio en mi gurú Serrano. En su columna de la semana pasada dice que tener crisis y deprimirse es lo normal y que es indicativo de que un existe un alguien que evalúa, contrasta fenómenos, y puede sentir el miedo a la vida y al dolor. Supongo que habla de un alguien vivo. "Es más sano deprimirse que volverse loco", dice que alguien dice. Lo que es yo, no dejo de sentirme como un Chuquicamata emocional. Siempre tengo que volarlo todo para dar con lo que busco.

Monday, May 25, 2009

Kids

Mamá, despéiname con una canción, me dice la Magda subiéndose al auto un sábado en la mañana. Lo único que tenía a mano era Leppard. Quedó fascinada. Yo le conté que había escuchado por primera vez Hysteria en cuarto medio y que el baterista de Leppard tiene sólo un brazo, pero que sus amigos lo dejaron seguir en la banda. "No eran como los amigos del Hijo Pródigo", me dijo y después de un rato agregó como reflexionando "habrá sido exceso de alcohol".

Ese día en la tarde celebró su cumpleaños con sus cinco mejores amigas, todas con esa cosa entre patuda, genial y desbocada. Me tratan por mi nombre y me tutean. Las llevé a ver Hannah Montana La Pelicula y me tuve que secar las lágrimas con las mangas de la polera todo el rato. Soy una rata sentimental y las películas con canciones siempre me hacen llorar. Pero es más que eso. En la mañana la Magda me había acompañado al Manquehue y en la trotadora del lado estaba Hans Schmidt-Hebbel. Siempre que lo veo me quedo pensando que a cualquiera le puede pasar, no importa cuánto los hayamos querido y cuánto los hayamos cuidado. Mientras mis monstruillas comían cabritas, tomadas de las manos, riéndose, cuchicheando y cantando, Robbie Ray y Miley cantaban una canción sobre crecer y dejar ir. Es un robo de la armonía de Landslide, pero yo moqueaba igual. De vuelta el auto era un verdadero zoológico. Tocaron The Climb en la Radio Disney y les abrí los vidrios y cantaban por las ventanas mientras la gente en la calle se reía a gritos. Según todas, el cumpleaños estuvo bacán.

Llevo un rato trabajando en un proyecto importante, que me ha robado mucho del tiempo que quería para mi proyecto, no para el de otros. En el equipo está un tipo que se dedica a lo mismo que yo. Le va bien y su señora tiene una pega top. No pudieron tener hijos. Cuando me lo contó lo dijo con la expresión con que se habla de las cosas que no nos gustan, pero no podemos cambiar y más encima hay que seguir adelante con buena cara. Me conmovió, porque es un tipo divertido y buena persona. Pensé en los matrimonios que no sobrevivieron a la ausencia de hijos. Pensé en los pendex de la oficina que no quieren tener hijos para no perder sus libertades ni tener menos plata. Y pensé que no sé dónde estaría si no hubiera tenido hijos.
Hace unas semanas fue la primera confesión de la Magda y mientras la mirábamos, el Feli me dijo al oído exactamente lo que estaba pensando en ese instante. Qué trabajo que demandan estos seres. Ahí estaba nuestra primera guagua, con sus chapes amarillos, de espaldas a nosotros, conversando con el cura. Nos preguntábamos qué estaría diciéndole, porque movía la cabeza y las manos como cuando explica y argumenta para convencer de algo que la beneficia. A veces siento que soy el frontman de mi banda y que quisiera por un rato hacer puros coros. Es un hecho que no tengo el tiempo que quisiera dedicar a las cosas que me gusta hacer, que son hartas y que requieren harto tiempo. Es un hecho que a veces quisiera salir arrancando porque me asusto. Al menos sé que huiría porque amo, a lo Cerati. Pero no es chistoso. A veces no sabemos lo que tenemos que hacer, ni cómo ayudarlos. Me produce una angustia paralizante pensar lo que podría pasar si yo les faltara. O si ellos me faltaran a mí. A los hijos se los quiere con el cuerpo, porque salieron del cuerpo. Nos marcan para siempre. No me dejan espacio en la cama, se comen mis chocolates, me rompen mis cosas, me ensucian la ropa con sus manitos asquerosas, gritan sin parar, alegan por todo y no obedecen jamás. Eso cansa y vuelve loco a cualquiera. Pero la Magda me refresca y me hace reir y me canta las canciones que inventa; el Pedro me conquista y me trae sus dibujos de tractores, cortadoras de pasto, droides y generales Grievous y la Laura camina diciéndome Mamá. Tras meses intentando contener y consolar a Pedro, mi hermoso niño Piscis, por fin comienzo a sentirme más tranquila, aún en un domingo gris y frío y encerrados en la casa. Eso es bastante y se agradece.

Wednesday, May 06, 2009

Oeisis (Part II)

Efecto Parche León: el espasmo se disipa, el dolor desaparece, la movilidad retorna. El mejor antídoto contra una crisis existencial de preguntas en extremo importantes pero que demoraré un rato en responder -y que por cierto ya me están asustando menos- es Su Majestad, El Rrrrrrock. Así que para no perder el tiempo me busco unas preguntas de respuesta más rápida, aunque no menos importante para mí.

Where were you while we were getting high? siento que me pregunta Noel Gallagher con su guitarra roja que me tiene absolutamente rayada. Después de hacer un poco de memoria, parece que no todo es culpa de Blur y mi himno favorito There's No Other Way. Ni de los Happy Mondays, los Inspiral Carpets y los Charlatans UK. Ni de The Jesus & Mary Chain y The House Of Love, como tampoco de la segunda venida de los Stone Roses. También son sospechosos los Cocteau Twins, Lush, Ride, Catherine Wheel y la manga de shoegazers autistas que tanto me gustaban y son definitivamente culpables los Pixies y Cobain. No puedo evitar pensar en ese cumpleaños de Nacho en el Paperchase con el Unplugged de Nirvana y yo intentando que mi vuelta con JFC pasara piola con Olivia, la sobrina de Pelao, que quizás se lo contaría a Mármol demasiado rápido.
Un día una revista británica dijo que según una encuesta, Definitely Maybe era el mejor álbum de la historia o algo parecido. Yo no suelo andar taaaan lejos de ese tipo de elecciones, me dije extrañada. Entonces partí a la disquería y me traje el dichoso Definitely Maybe, a ver de qué me estaba perdiendo. No sé si en ese momento me gustó como me gusta ahora, pero sí, algo me estaba perdiendo. Y me fijé en dos cosas. La primera, que por culpa de alguna maligna alineación planetaria, o quizás simplemente por no escuchar la radio correcta, yo sólo había conocido canciones tipo Little By Little, Stand By Me y, cuando más, Live Forever o Champagne Supernova. La segunda, pequeño detallito: que por mucho rato no había pescado a los Beatles. Es divertido que con ambos me haya pasado lo mismo. Yo pensaba que los Beatles eran Love Me Do y I Wanna Hold Your Hand, y aunque recordaba haber escuchado el Album Blanco alguna vez, no fue sino hasta que apareció el Feli con I Am The Walrus y su enciclopedia freak beatlesca que caí en cuenta que me había estado perdiendo el pedazo más importante de lo que más me gusta en la vida. Era como ser ciega de un ojo, o más aplicable, sorda de una oreja.
Por favor no pongas tu vida en las manos de una banda de rock and roll, lo echarán todo a perder, dice Noel Gallagher, pero no me resulta mucho hacerle caso. Nunca me ha resultado, de hecho. Justo mientras escribo, mi iPod lanza Champagne Supernova y pienso que Oasis es mi nueva banda favorita, junto con los Killers. Mientras canto con la cabeza, pienso que la mayoría de las canciones de Oasis se mueve en no más de cuatro acordes y casi siempre en secuencias muy parecidas y sin embargo hacen una diferencia. Pienso que Noel Gallagher no es ningún Satriani, ni tampoco es Neil Finn escribiendo letras que cambian la vida. Aunque, de poder, sí puede. Siento que si los próximos discos fueran un bodrio, quedarían los anteriores y que por último, don Noel siempre podría sacar de su sombrero una canción que nos deje donde queremos estar. Por estos días me dan vuelta hartas cosas. Pienso en esa frase de Keep The Dream Alive: I’m no stranger to this place where real life and dreams collide and even though I fall from grace I will keep the dream alive. Escuchando The Masterplan me acordé que la conocí en el concierto pasado y que me enamoré de ella. En fin. Sé que un concierto no es el antídoto perfecto. Algunas cosas se vuelven recurrentes. Crónicas. Pero a veces un recreo igual sirve. Un poco de esas guitarras que empañan los ojos, baterías que golpean en el pecho y letras que retuercen las tripas y anudan la garganta. Y el eco de las mismas canciones, pero en otro tiempo y en otro lugar.