Friday, October 16, 2009

Magia Veneno

A veces pienso en las canciones como compañeros de un mismo curso. Otras veces las veo como granos de un racimo de uva. Son imágenes distintas para un mismo efecto: las canciones siempre me suenan ligadas a otras de su misma época. Debe ser porque por muchos años recolecté canciones que grababa de la radio, en casettes que más parecían diarios de vida, porque resumían dos meses de mis canciones favoritas. Existen todavía y son como un score. Por eso nunca puedo separar el sonido de tapa de Leche Nido cayéndose al suelo de Behind The Wheel, de la intro de Beds Are Burning, del piano inicial de Sunday Morning y del riff con que parte Suedehead. Por lo mismo, no puedo separarlas de imágenes como el Campus Oriente, la avenida Los Leones a la hora de almuerzo, los carteles del Si y el No y el jardín interminable de la casa de la Denise. Ahí es donde entra en mi mapa DM. Me acuerdo de cuando los CDs venían en cajas de cartón y Montes me regaló un montón y las pegué en la muralla. Ahí estaba la caja del 101, que fue el pasaje al DM pre-Music For The Masses, junto con esos casettes de los amigos artistas tenebrosos de la Jime y Speak & Spell, aporte de Chiquitín.

Montes me decía el otro día que DM lo lateó en algún momento; yo le decía que los perdí poco después de Violator. Vi-o-la-torrrr. Pocas veces la ansiedad de las expectativas fue calmada de manera tan contundente. Pocas veces una canción llegó tan a tiempo como Enjoy The Silence. La rosa fue una gran compañera en ese particular año de 1990 y para mí no hay otro disco mejor de DM, admitiendo que Playing The Angel le pisa los talones. Esto debe ser como no cachar nada, pero si hay algo que me gustó del concierto del Jueves fue lo rocker que suenan en vivo. La batería, las guitarras de Gore, descubrir que muchos de los ruidos inolvidables de Violator y de Playing The Angel son guitarras procesadas. Qué loco. Hace unos días encontré mi cuaderno de Penal I, donde por mucho tiempo estuvo atrapada la letra de Somebody, que la saqué yo, porque en los tiempos de piratear casettes acceder a letras era imposible. Escucharla en vivo fue emocionante de verdad. Hay muchas canciones de DM que están grabadas en mi memoria melómano-emocional. Hay otras que conocí tarde, aunque nunca demasiado. Eso pensé mientras escuchaba Home y pensaba sin parar. Porque siempre que la escucho pienso que quien la escribió tiene esa sensación horrorosa de tener a veces un pie en el cielo y el otro en el infierno.

Tuesday, October 13, 2009

La Carta

Como El Beso, esta pintura de Pedro Lira es de las que me dejan sin respiración. Hay que plantarse frente a ella, mirar y dejarse llevar. Como dicen los Divididos, ¿Qué ves? En el planeta legal siempre decimos que las palabras se las lleva el viento, donde sea que ello nos lleve. A veces a puerto seguro, otras veces no. Y ya saben todos ustedes que el asunto del pasado y sus rastros escritos es una cuestión que me apasiona. De chica Cartas Amarillas me ponía la piel de gallina y Los Enanitos Verdes hicieron lo suyo con Tus Viejas Cartas. Todavía me acuerdo de haberla bailado en cuarto medio, junto con Alone y Carrie, en esa fiesta de la que quedó una foto que todavía tengo guardada. Por eso uno se pregunta cosas antes de abrir una caja con cartas que llevan ciertas iniciales. Muchas veces sentí que la historia había terminado como esa escena al final del Joven Manos de Tijera, cuando la viejecilla le dice a la nieta que sabe que él todavía vive, porque antes que llegara a ese lugar no caía nieve. La peli es anterior a la historia, pero siempre me pareció una manera maestra de graficar lo que sucede con esos amores imposibles y machucados, de los que en algún instante del tiempo logramos aprender a huir. De las tres cartas, dos son pataletas de niño enojado por haber ido a Melipilla y perdido su silla, escritas en el mejor venezolano de los años noventa. En la otra, con cita a Cinderella y todo, subyace un anuncio con trompetas apocalípticas de lo que iba a suceder tarde o temprano y que de hecho sucedió. Se ve que perseverar en mis propios desvíos es algo que no se me ha quitado con el tiempo y que la burrería me acompaña desde siempre. Pero se ve, también, que lo que no nos mata nos hace más fuertes. Hubo una vez en los noventa, más o menos en la misma época de Manos de Tijera, una canción que se llamaba Time For Letting Go, que siempre me lleva a Sooner Or Later de The Alan Parsons Project, que, a su vez, me conducen a la segunda parte de la misma historia, la sin mariposas, estrellitas, chispitas ni canciones épicas. En fin, he aquí un caso en que el viento no se llevó las palabras, pero sí todo lo demás. Entonces mi iPod pone Still They Ride. Misterios de la biología, supongo. Como dije una vez, si me quedara sorda, perdería la memoria.