Tuesday, February 28, 2006

Summer Moved On


¿Te acuerdas de cuando se terminaba el verano en Santiago? Ese día en que el cielo simplemente amanecía de un azul diferente y la sombra de los árboles se había vuelto amarillenta. Y a partir del cual todo lo que hacíamos era pasado, aunque Febrero no se hubiese acabado todavía. ¿Te acuerdas de ese año en el Valle del Elqui, con el casette de Erasure y God Part II y Hawkmoon de U2? Cuando a la vuelta decidimos pintar tu taller y a todas las arañas pegadas a las paredes de esa pieza que terminó recibiendo al que hoy es tu marido.

Ahora que no tienes Otoño, tal vez te interese saber que ese día ya llegó por estos lados. Algunos árboles ya están perdiendo las hojas y dentro de poco todos se moverán entre el amarillo y el rojo. El Otoño durará lo que demore en llegar el Invierno y lloverá, como cuando salíamos a caminar los domingos en la tarde. ¿Te acuerdas cuando caminábamos por Vespucio pisando hojas? De la casa manicomio. Del Grifo. Del Buzón de Oro.

Anoche, mientras miraba y escuchaba a U2 pasaban tantas cosas por mi cabeza. Desde la condenada falta que me hacía un cigarro, para homenajear esas grandes canciones (me habría debido fumar una cajetilla entera) hasta que tendrías que haber estado ahí. Extraño tanto a un cigarro como a tí cuando una canción de las nuestras está sonando. Y pensé en las siete diferencias entre este concierto y el de 1998. En palabras del mismísimo Bono, we’re one, but we’re not the same.

Hoy le probé su uniforme a la Magda y le puse su corbatita roja. Fue impresionante ver a mi hija vestida tal como tú y yo, a la misma edad en que nos conocimos. Mientras la miraba pensé que ojalá la vida le regale una buena amiga. Alguien con quien recorrer los alambiques de su cabeza y su corazón. Esconderse bajo la escalera esa. Y escuchar canciones. Pensándolo bien, preferiría que no tuviera que ir por la vida respondiéndose tantas preguntas, pero si le tocara, me gustaría que tuviera una buena compañera de viaje. Porque ese viaje es largo.

¿No crees que no estaba planeado que esto fuera así? No, no es una pataleta. Es sólo que llega Marzo y se me viene a la cabeza la tarde del 6, tú con el secador de pelo, frente al espejo, preguntándole si este año llegaría Cóndor y si acaso algo sería diferente esta vez. Y siempre llegaba. ¿Te has fijado que desde ahora estaremos más cerca de los 40 que de los 30?

Cuando U2 tocó el 98 no pensé que los vería de nuevo. Menos que la próxima vez que lo hiciera las dos tendríamos hijos. Mira cómo lo dice Bono: Freeedom has a scent, like the top of a newborn baby’s head. Y tampoco pensé que un día no estarías por aquí. Al final no era broma, la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida. Ahora el verano ya se fue, prácticamente. Esta ciudad recupera su estado de colapso permanente. Y su gris. Y yo, yo me voy a mi guarida de colores.

Friday, February 24, 2006

Sé lo que hice el verano pasado


Una de las cosas con que suelo torturarme esporádicamente es si acaso estoy conforme con lo que hago para ganarme la vida. Creo que de fondo es si estoy abandonando a mis hijos y si elegí bien lo que estudié. En tiempos de stress, mi cabeza suele apelar a las fantasías más hermosas y retorcidas, como vía de escape desesperado a lo que me aplasta. Mientras ladro al contestar el teléfono y maldigo al recibir un mail, ella dice que todo está mal y que por eso debería dejarlo todo y cambiar de giro en forma dramática. Nunca me dice nada sobre lo que debería hacer alternativamente, lo cual es esencialmente tramposo, pues si tuviera alguna idea de lo que debería estar haciendo en vez de estar en mi escritorio de 9 a 6, ya me la habría presentado en cojines de seda o terciopelo. Las revelaciones en mi vida han sido rápidas, radicales y muy pocas.

Año tras año, bajadas las revoluciones a niveles mínimos, reducidas las obligaciones a tener cerveza helada en el refrigerador, buenos libros a mano, y a mi manada alrededor, me dispongo a responder. Este año va así.

Frecuentemente me encuentro con mujeres que no trabajan y compadecen a mis niños. Y a mí. Por eso me sorprendió que a una mujer de 40, dedicada 100% a sus hijos desde los 20, buenamoza y de buen pasar, mi vida le pareciera interesante y me confesara que le habían dado ganas de trabajar al conocerme. A veces he pensado que tras algunos comentarios compasivos hay envidia y chaqueteo; picar ahí donde a una mujer le duele. Hace unos días fui a ver la exposición de la Pilar Ovalle en el museo de Bellas Artes. Ella ensambla pedazos de árboles y raíces en trozos de madera elaborada. Son maravillas. Reales maravillas. Y pensé hartas cosas. Ella toma lo que encuentra en estado natural, lo combina con algo creado y crea un ente completamente diferente, único. Vivo. Viéndola trabajar en las esculturas, con herramientas y máquinas, en un trabajo físico, pero también interno, muy intenso, pensé en que para crear hay que estar solo. Nunca fue ni será diferente. Y me pregunté cuánto tiempo dedicará a su trabajo, si tendrá marido, si tendrá hijos, y quién se los cuidará mientras ella taladra, corta, pule, pega. Y crea. Pensé en si, de tenerlos, mientras los hace dormir vaga por el universo pensando e inventando cosas o si el 100% de su mente está cantando Los Pollitos Dicen.

Este verano hice todo lo que me gusta hacer. Desde retozar con mi partner y jugar con mis cachorros, hasta tocar guitarra e incluso dibujar. Subí cerros, respiré hondo y miré la vida allá abajo; caminé por bosques oscuros con gigantes caídos hace siglos; leí libros e imaginé mundos; escuché canciones, miré el mar, olí leña, me bañé en ríos, hice amigos. Terminé mi colcha de patchwork. Ahora voy a pintar. El Feli me regaló la maleta de pinturas que fue de su mamá. Y puse mi mente en blanco. Dejé que el tiempo corriera sin hacer (aparentemente) nada. Una tarde, mientras los rayos del sol se colaban entre las ramas de los ñirres y un suave viento me refrescaba la piel, pensé que soy inmensamente feliz. Sonó Beautiful de Marillion y pensé que todo era hermoso. Y que hay belleza en mi vida, como dicen los Trash Can Sinatras en esa canción coincidentemente llamada Freetime. Un momento de soledad con mi mente y mis sentidos, sol entre los árboles y una buena canción y a unos metros, la imagen de mi manada. Me gusta mi vida, completa. Y creo que no la apreciaría tanto si no trabajara como lo hago. Y recordé que generalmente me gusta lo que hago. Y que podría haber hecho mil cosas y las habría hecho todas bien. Porque ese fue el mensaje. Que la vida se trata de opciones y que a veces lo que funciona es mejor no cambiarlo. Por lo demás, también recordé que el trabajo es sólo un pedazo más del puzzle. Los objetos en el espejo están más cerca de lo que aparecen. Las cosas que me gustan también. Y eso no debo olvidarlo.

A veces cuando uno sale de vacaciones se da cuenta que hay vida afuera. Pero para mí también es importante sentir que aún tengo vida dentro. Que tengo un universo de cosas por hacer, que no son incompatibles con mi trabajo ni menos con ser mamá. Que hago bien mi trabajo y que aún si no lo necesitara como actualmente lo hago, no lo dejaría. Ni siquiera, como pensaba antes, porque me desquiciaría en el ocio, sino porque simplemente me gusta trabajar. A estas alturas no sé si habría tenido el talento y la disciplina para un arte o si podría con un trabajo independiente. Sigo temiendo al caos y la rutina con una controlable dosis de desorden ha probado su eficiencia.

Hoy mientras mucha gente de mi edad se regala cosas, artefactos, autos y casas, mientras compiten por ser exitosos y mostrarlo en bienes tangibles, mi manada y yo nos movemos en otra dirección. Una casa buena pero sencilla, un auto que sirva para movernos a todos, un jardín que nos regale mucho verde y nos invite a estar ahí, entretenciones simples, el sueño de una cabaña en el bosque, piernas para caminar, ojos para ver y oídos para escuchar. Libros, buenos discos y una cámara para registrar los momentos que la tramposa mente esconde justo cuando uno más los necesita. En verdad es muy poco lo que un hombre necesita para ser feliz. Y aunque es mucho lo que una mujer necesita para ser feliz, para mí son cosas simples. Porque la verdad es que lo que da sentido a la vida no está afuera.

Friday, February 17, 2006

Tied to the 90's

Todavía me acuerdo cuando escuché Happy New Year de Abba, esa parte en que decía … who can say what we’ll find in the end of 89. Los 90 eran algo de verdad futuro. Hoy se alejan, rápido, hacia atrás.

A medida que pasan los años y la memoria hace su estupendo e infalible trabajo de amnesia y espejismo me parece que los 90 fueron los años de la libertad, de lo nuevo, arte, música a máximo volumen, MTV y credenciales de Fusion y Spec y compras interminables de discos. Por lo mismo, parecen los años de las mejores historias. Esas que comenzaban con miradas de patio, seguían con esperas interminables y miradas fulminantes al teléfono mudo y terminaban con una noche de baile excesivo. Príncipes Azules. Enanos Hermosos. Ramones y Train In Vain. También, como en Singles, las que partieron una tarde tomando té y escuchando discos. Tiempos de los míos, los tuyos, los nuestros. And the time that it took to take down the wall was the time that it took for me to fall hopelessly weak. And there's something of you in everything that I love. I was never much good at goodbyes.

En los 90 bailé con quien no debía. Dí los besos que nunca debí dar, y no recibí los que debí buscar. Pero hoy eso es parte de la magia y el secreto. Es mejor disfrutar el silencio. Nothing Else Matters. Smells Like Teen Spirit. Yo iba en una micro, no sabía lo que era, pero de algún modo me pareció que sonaban un poco a Pixies y así fue como mi corazón recalcitrantemente brit le abrio la puerta a Nirvana, a STP y terminó por rendirse ante el rock americano que inundó la mitad feliz de los 90. Porque mis 90 se dividen entre la miseria y la gloria. La miseria radioheadiana finalmente se fue. Pero me acompañó tanto que le guardo cariño. Además, está unida a demasiadas canciones buenas. La gloria, en cambio, llegó para quedarse. En los 90, viendo City Of Angels me di cuenta de que la miseria era en verdad otra cosa. Una revelación en un entorno bien poco alternativo, digamos, para los tiempos que habían corrido. Pero nadie con el oído medianamente sano podría haber ignorado una canción como Iris. I just want YOU to know who I am.

Mis circuitos saben de buenos sonidos al comenzar el siglo 21. Pero creo que mi corazón melómano anidó en los primeros años de los 90. Confieso que ni Hung Up puede moverme más que Pixies y los Stone Roses. Todavía floto con Heaven or Las Vegas y Loveless me parece una sinfonía. Pocas cubiertas de discos me traen a la cabeza lo que ese rosado furioso y los rojos de Wish y Dynamo. Hoy, la tan de moda nostalgia por los 90 trae de vuelta esos sonidos. Me he puesto a escuchar casettes que habían estado acumulando polvo por demasiado tiempo. Y a conseguir los CDs. A ver viejas fotos. Es una suerte que no pueda decir I found a picture of you, those were the happiest days of our lives. Y francamente, no me molestan los revivals. Me gusta Kasabian. Me gusta Engineers. I'm a looser baby, so why don't you kill me.