Tuesday, February 19, 2008

Living In A Box

Me recordaba cachurera, pero no al nivel que comprobé el domingo. Qué horror. No más abrir esa caja y me encuentro con señales inequívocas del período al que correspondía: 1985-1992, segundo medio a quinto de universidad. Podría pasar horas detallando mis hallazgos, pero puedo resumirlo como sigue. Boletos de micro y de peaje de viajes alguna vez memorables y hoy absolutamente olvidados; tapas de botellas de champaña, cosas que en su momento creímos necesario celebrar. Olvidadas también. Seguro uno perteneció a esa botella que nos tomamos con la Jime, cuyo corcho en vez de salir expulsado por la ventana rebotó sonoramente en el techo de mi pieza. Ni idea de lo que habremos celebrado. Una agenda de 1985, llena de nombres de canciones y pintada con scriptos de colores. Stickers que entonces eran cool, como la manzana multicolor de Apple y un logo de Levi's. Ese slogan de Seven Up, del verano de 1986: Pura Magia. Pulseras de hilos de bordar, esas de colores que se hacían con nuditos. Horripilantes fotos de un viaje a Mendoza a jugar hockey, ese en que oculté mi bronquitis, que mas parecía tuberculosis, con tal de ir; mucha Tierra India, chasquillas enlacadas y pantalones dentro de las botas. La vela de la misa de graduación, dibujos y caricaturas de cuarto medio. Puntajes míos y de la Jime de ensayos de PAA, comprobantes de postulación, solicitudes para tomar ramos. Stickers del Si y el No, programas de listas de candidatos al CADE y una cordial invitación a una reunión de mujeres del Opus Dei. Las poesías estúpidas y retuerceguata que me dejaba la Caro en mi velador y unos versos de la Paula Vial en primero, dedicados a actuales ilustres de la plaza, cuyo nombre es mejor omitir. Postales, tarjetas de cumpleaños y navidad. Hasta de los seres más inverosímiles. Negativos de la fiesta de disfraces del Cura en tercero, con Bauer, Merino y el Pelao disfrazados de The Cure, maquillaje y escarmenado arácnido incluidos. Un casette que no he escuchado, pero que debe tener música grabada de la radio. Tickets de recitales, festival de Viña, cine y boletas de casettes comprados a escondidas.

Me dio pena pero también alivio ver el poco significado que tenían para mí la mayor parte de esas cosas. Algunas me sacaron sonrisas, otras me emocionaron de verdad, pero en su mayoría es como si hubieran pertenecido a otra persona. Y eso que tengo una memoria privilegiada. No me costó nada eliminar lo que ya no valía la pena o, digamos, era mejor no conservar, je. Pero me quedé con algunas cosas. Especialmente cartas y tarjetas de mis hermanos y una foto de mi abuela. La caja se redujo a una cajita, como cuando reducen a los muertos.
Ya no suelo guardar muchas cosas. Por una parte, el espacio de almacenamiento es cada vez menor a medida que crece la familia y se me ha contagiado algo de la racionalidad del Feli. Sigo sí guardando los tickets de los conciertos. Pero por otro lado, resulta que las cosas que hoy tienen valor y significado son mucho más intangibles. Y mucho más grandes. No menos reales, no menos concretas, pero a veces imposibles de capturar y guardar. Son puro presente y nos llenan el corazón y nos reconfortan el alma. Pero podemos olvidarlas. Vamos a olvidarlas. Creo que por eso amo mi iPod y mi cámara fotográfica y voy a todas partes con ellos. Son, hoy en día, los únicos soportes aptos para guardar todas las cosas que más quiero y poder volver a ellas cuando tenga ganas. Y cuando la memoria me falle.

Tuesday, February 05, 2008

Time Stand Still

Despertar sin saber el día que es, no tiene precio. Para todo lo demás, existe el resto del año. La gente se queja, que la vida es tan rápida, que viven corriendo, que les falta tiempo. Pero yo veo que cuando llegan las vacaciones siguen corriendo, viajan gruñendo, con el acelerador a fondo y sobrepasando por la berma. Hablan de vacaciones que no son vacaciones y dicen necesitar vacaciones de las vacaciones.

Este valle lo descubrimos con el Feli hace más de diez años, en nuestras primeras vacaciones juntos. De vuelta de las Termas vimos que había muchas cabañas que se arriendan a los esquiadores en invierno y están abiertas en verano. No deja de impresionarnos esa especie de desprecio por la Montaña en verano: tal parece que el chileno es playero. O esquiador. Pues bien, no saben lo que se pierden. Aquí no hay arena, tacos ni tumultos. No se necesitan quitasoles; no hay que achicharrarse porque siempre hay un árbol cerca. Y el bronceado es mejor. Los cerros de colores, en las tardes se pueden ver las cadenas de montañas, rosadas y luego de diferentes morados, azules y celestes. La gente nos pregunta qué se hace en Las Trancas, así como con escepticismo. Yo les digo que esto no es Reñaca ni Pucón. Tampoco es esto Zapallar ni Cachagua. Para mí esa es la gracia, justamente. Digamos que uno podría describir este lugar por lo que no es, por lo que no hay y por la gente que uno no se encuentra. Y hablar de lo que se hace, precisamente por lo que no se hace. Para nosotros, esta es nuestra Fortaleza de la Soledad. Es aquí donde encontramos el tiempo que se nos escurre durante el año. Como dice Rush, I turn my back to the wind to catch my breath before I start off again.

Aquí arriba está el tiempo para una siesta con las cortinas abiertas, para dormirse mirando como el viento mueve las hojas de los árboles más altos o el recorrido del sol por las ramas a medida que transcurre la tarde. Aquí hay tiempo para quedarse despierto en la noche oyendo la lluvia y el viento de una tormenta. Aquí hay tiempo para respirar hondo y pausado. Para detenerse y oler. Para andar a brazos pelados hasta que se ponen los pelos de gallina. Aquí está el tiempo para estar en silencio y dejar que el ruido del bosque prevalezca. Aquí todavía quedan cigarras que cantan por las mañanas. Aquí hay tiempo para caminar lento y no usar el auto. Tiempo para pasear a caballo y dejarse empolvar por el trumao. Para caminar bajo la lluvia, sin paragua y con truenos y relámpagos. Aquí hay tiempo para no usar reloj y para comer cuando da hambre y dormir cuando da sueño. Tiempo para comer pan amasado, tortillas de rescoldo, longanizas Chandía, cerros de humitas y kilos de pastel de choclos. O para hacer asados todos los días. Aquí está el tiempo para hacer familia. Para jugar naipes con la Magda cada noche o para sentarnos a pintar con el Pedro después de almuerzo. Tiempo para contarles historias, escuchar las suyas y reírnos todos juntos. Aquí está el tiempo para acumular los recuerdos que nos entibiarán e iluminarán el invierno. Aquí uno encuentra el tiempo para pensar en lo que fue y en lo que viene, pero sin Outlook ni Palms. I'm not looking back but I want to look around me now; see more of the people and the places that surround me now. Sin apuros. Aquí está el tiempo para desacelerar, reenfocarse, corregir el curso, volver cada cosa a su lugar. Aunque al final, como en todo, depende de uno. Pareciera que aquí arriba todo se detiene por unos días o se pone en cámara lenta, pero la verdad es que no es así. Summer's going fast, nights growing colder, children growing up, old friends growing older. Freeze this moment a little bit longer, make each impression a little bit stronger.