Thursday, September 28, 2006

What If

El otro día me estuve acordando de Guns. No del socio de estudio emergente, sino de Guns. El año pasado volví a la guitarra. Me compré una exquisita y tomé unas clases buenísimas. Lástima que tuve que congelarlas, hasta que pueda dedicarle más tiempo al estudio, para no guatear todos los Viernes. Tengo mi orgullo de amateur. Y como ocurre siempre que uno toma la guitarra, inevitablemente llegué al repertorio fogatero clásico. The Bonfire Songbook. Ahora pienso que podría haberle sacado provecho a mi lado musical. A Guns le resultaba. Componía canciones y luego hacía su performance en la azotea del edificio cantándole unplugged a la chica de turno. Todos los pelotudos envidiosos se burlaban de él. Yo no, yo encontraba admirable que se atreviera. Así fue que cayó Paty, la del pelo siempre recién alisado. La vi en una foto vieja hace unos días. Es curioso, me fijé en una foto de un cumpleaños mío donde ninguna de las parejas que aparecían, está hoy junta. Incluída yo. Y Guns, que no se casó con Paty, sino con una rubia de pelo verdaderamente liso. Se me vino a la cabeza el Laucha, vocalista cuasi-mino de la banda que tenía Guns. En realidad Guns nunca fue tan rockero como su hermano músico de Dracma. Pero el apellido hacía inevitable la asociación. Me acordé de las fiestas Azotea-te en el último piso del edificio de Las Nieves. La banda era buena o al menos eso recuerdo. O sería el siempre peligroso Stage Effect, quién sabe. Da lo mismo. Es bueno acordarse de algo que hace sentir bien, aún si no es verdad. Como en Blade Runner. Porque ya me quedó claro que por diseño jamás podremos saber si las cosas fueron realmente como las recordamos. Si incluso lo que vemos no está realmente ahí. Epa, ya hablaré de eso, pero no ahora.

Ahora estoy pensando en todas esas canciones ineludibles e imprescindibles de Sui Generis, de Charly, de Fito, por supuesto. Siendo ese el lado más cool. Porque también estaban las de, por ejemplo, Pablo Herrera o Alberto Plaza. Uno puede encontrarlos cursi, uno puede incluso odiarlos a veces. Pero hay algo ahí y siempre vuelvo al argumento power ballad. Las Power Ballads son las canciones más cursis y mamonas de la historia, sólo que metalizadas y en inglés. A muchos les da vergüenza cantar canciones chulas en castellano. Al menos cuando están sobrios. En cambio los gringos no tienen rollo al respecto. Y nosotros las comprábamos sin asco. Nunca escuché reclamos cuando salía Bon Jovi cantando Livin’ in Sin o I’ll Be There For You, o Never Say Good Bye u Always, así, como si nada. Más bien bajábamos los vidrios y desparramábamos nuestras lágrimas al viento cantándolas enteritas.

La Caro sabe que yo renegué por mucho rato de la música en castellano, que me burlaba de ella porque le gustaba Micky. Pero era una vulgar y estúpida mentira. La Incondicional es una de las mejores canciones de la vida. Me gustaban las chulerías que escuchaba. Salvo Magneto. Y me rendí, y gracias a eso no me pateó el hígado que el Cuico pusiera casettes de Montaner en su auto, ni que JFC adorara a Yuri y Chayanne. O que tuviera discos de Micky y Pablo Herrera. Yo todavía adoro algunas canciones de Pablo Herrera. Cada Nuevo Sol es mi favorita. Me gusta completa, letra y música. Alberto Plaza me ha ido disgustando progresivamente con el tiempo. Lo respeto, pero cada día me parece más aburrido y algo aspiracional, con sus conciertos en el Teatro Municipal en que al final toca las mismas canciones del Festival Alcántara. De todas maneras más de alguna de sus frases me ha dado vueltas. Sabía, que no te quedarías, sabía que te irías alguna vez. O Pudo ser un amor de los grandes. No es que las canciones en sí me gusten particularmente. Lo que me gusta es lo que sugieren. Lo que no fue. Lo que pudiendo haber sido, no llegó a ser. Como un trabalenguas, pero con sentido. Con sentimientos.

Pensaba el otro día que uno puede mirar la vida como un gran árbol de decisiones. Como un diagrama de flujo. O como un mapa. Estés cuenta en su libro que pide a sus pacientes graficar su vida como un mapa y que en cada lugar donde les ocurrió algo doloroso dibujen lo que ella llama Descansos. Que en verdad no son otra cosa que nuestras populares Animitas. Lo hace como un ejercicio para que las personas tomen conciencia de sus experiencias, de las bifurcaciones que enfrentaron y de las decisiones que las llevaron a ese camino que de pronto se cerró. Se me ocurrió que uno podría hacer ese ejercicio con los Pudoseres de la vida. Y sí, lo pensé a propósito de que JFC se separó. Porque me dio pena. Pensé también en esos What If, que atacan a mansalva en luces rojas o subiendo escaleras. En esos momentos en que no filtramos nuestros pensamientos. Me acordé de esa canción de Pandora, que cantábamos en el colegio, Cómo Te Va Mi Amor. Y luego, pensé que para una mente sana o que al menos opera correctamente, tras el What If vendrá siempre la validación de sus elecciones. Al menos eso dice mi amigo y vecino colindante Pablo, que se gana la vida haciendo encuestas a gente que compra casas. El ser humano siempre validará su elección. Lo necesita. Todos lo hacemos, día tras día. Me acordé de un post que me dejó la Jime una vez, donde hablaba de esto. De que tal vez no todas nuestras elecciones han sido tan correctas y de que quizás había otras opciones. O las habría despúes, como cuando encuentras una mejor casa al día siguiente de firmar tu escritura. Quizás sea por eso que siento que me cuesta localizar a mis Pudoseres o situar mis Animitas. De cualquier manera, creo que nunca me la podré del todo con canciones como La Fuerza Del Destino o como Maldita Primavera, con esa línea perfecta vino blanco, noche y viejas canciones. Para bien y para mal, nuestras canciones favoritas siempre hablarán por nosotros. A veces más y mejor que nosotros. Hoy la vida y el mundo nos exigen un anclaje irrestricto a la realidad. Pero demasiada realidad agobia y puede succionar lo mejor de nosotros. Por eso a veces necesitamos escurrir. Es cuando un What If puede transformarse en una llave mágica.

Monday, September 25, 2006

Now Playing


Mi iPod Mini verde manzana es ya una reliquia de colección; desplazado por el anoréxico iPod Nano. Por eso más lo quiero. Y más lo uso.

Esta es mi actual lista preferida. Funciona bien.

1. Wishful Thinking, China Crisis
2. Not Only Numb, Gin Blossoms
3. One Last Remark, Sambassadeur
4. So. Central Rain (I’m Sorry), Grant Lee Phillips
5. Love My Way, Grant Lee Phillips
6. Not Enough Time, INXS
7. Waterfall, The Stone Roses
8. Autobahn 66, Primal Scream
9. Foreign Affair, Mike Oldfield
10. Moonlight Shadow, Mike Oldfield
11. Here’s Where The Story Ends, The Sundays
12. Trouble Me; 10,000 Maniacs

Thursday, September 14, 2006

Family Man

Es loco leer parte de la historia de uno en una revista o en la web. Hechos que uno conoce como antecedentes quizás más o menos cercanos, pero igualmente ligados a la vida propia, aparecen de pronto relatados por extraños que parecen saber más que uno mismo. Me encontré el otro día con que Play, la película chilena de hace un par de años, se ganó el Premio Pedro Sienna. Pensé que nosotras no conocimos al famoso tío Pedro, pero nos pasamos la vida oyendo, aparte de las historias de fantasmas y aparecidos de esa sarta de viejos desatinados, sobre las proezas de este señor. El papá, hay que decirlo, babeaba cada vez que se pronunciaba su nombre. No es de mala, pero como que se me hace difícil entender cómo es posible que un tipo tan intenso y aventurero fuera el hermano de nuestro Tata. El Tata siempre estaba leyendo, ¿te acuerdas de la bodega llena de libros que tenía? De chica me dibujaba soldados, no te rías; me regaló hartos libros, pero la imagen que tengo suya es la de un abuelo silencioso, taciturno y más bien pasivo. Todo esto a propósito de un artículo de una revista de cine chileno, donde hacen una reseña de su vida y obra. Y es impresionante, porque no era mito, fue pintor, escritor, periodista, actor y director de cine. Si salió segundo en un concurso de poesía, detrás de la Mistral. Toma. Y esta es buena, fue comunista y el rostro de Manuel Rodríguez para la historia, me pregunto cómo justifica eso nuestro padre, que seguro tiene una excusa. Pero esto es lo mejor: el hombre usaba capa y casi se batió a duelo. Habría sido entretenido conocerlo, pero se murió el año que tú naciste. Lorea Aquí

Wednesday, September 13, 2006

Magnolia

Mi Magnolio Stellata

Friday, September 08, 2006

Los Olores y Colores de La Gran Ciudad

Lo mejor de esta época es caminar por la calle, al final de la tarde, cuando el día ha estado soleado y respirar hondo.

En orden de aparición, las estrellas de la temporada.


Aromo, Almendro, Ciruelo, Jazmín Polyantha, Ligustro y el grandiosísimo, inolvidable e inmortal Pitosporo. Qué lástima que el cyberespacio sea inodoro.


Wednesday, September 06, 2006

Más Jineta, Más Gambeta

El Turkestán es un tipo vistoso. Siempre tuve la impresión que le gustaba hablar por celular en voz muy alta para que quedara claro que era un don Alguien y no un hijito de papá jugando a manejarle las lucas. Pero esa era mi impresión. Tal como esa de que le pellizcaba la uva a Black Stallion. La dama, sabia ella, se dejaba querer y de paso provocaba un poco a su caballero infiel.
El Turkestán hizo buenos negocios gracias a la mano siempre enguantada de Old Buffalo, que entonces era todopoderoso. En el principio, Stallion y Buffalo fueron yunta. El último se servía del primero para obtener ese pedacito que le faltaba y Stallion, con la aguja siempre enhebrada, se lo daba en bandeja. Eran una dupla diabólicamente efectiva. Pero como la calaña era la misma, un día el cuervecillo se dio por criado y comenzó a dar de picotones a Buffalo. Este hizo todo lo posible para no dársela fácil, pero los vientos habían cambiado y el dueño de la pelota ya había puesto a Stallion en la delantera. El tiempo también le jugaba en contra a Old Buffalo y un día por reglamento tuvo que abandonar su oficina con murallas de encina e instalarse en una revestida en pino y popular internit y dejar a otro los títulos y jinetas que daban sentido a su vida. El pobre se llenó de achaques y quedó igualito a Leland Palmer, sólo que más feo. Por su parte, Stallion se hizo del puesto que anhelaba y terminó por ser la rata al mando del buque.

Old Buffalo y el Turkestán pasaban horas encerrados, maquinando y dejando la ejecución de sus ingenios a cargo del brazo armado de turno. El Turkestán se hizo de muchas lucas; Old Buffalo lo mismo. El brazo armado, en cambio, no vio ni uno y un día desapareció. Algunos dicen que se habría mandado un cagazo. Mi teoría es que sufrió una emboscada o al menos que le sacaron la red cuando ya había saltado. Old Buffalo es un experto quita redes, si de ello depende salvar su prestigiosa retaguardia. En un negocio como este, siempre existen consejeros más agresivos que otros. Y del otro lado, clientes más sagaces y proclives al riesgo. Eso no se puede cambiar, por más que no me guste y me incomode ser el brazo armado y cara visible. Hace unas semanas Old Buffalo me citó a su oficina donde estaba con el Turkestán. “¿Se acuerda de esto?” me dice con esa sonrisilla malvada que todos tememos. Yo ni me arrugué para responderle que no me acordaba del documento que me extendía, pues jamás participé en él. La cosa comienza a oler mal cuando lo presentan a uno El Experto ante el cliente, pues en verdad no lo hacen más que para tener a mano un culpable de lo que sea que salga mal. Como dice el Feli, al final mi condena es ser un buen empleado. El que saca siempre la pega bien y a tiempo y mira siempre un poquito más allá, sin quedarse en lo obvio. Ese que más de alguna vez le salva el trasero al jefe. Claro, siempre y cuando el jefe haga su propia pega bien y a tiempo. Porque cuando no es así, pasa lo que a mí, que abrí la puerta del closet y se desparramó una pila de huesos. Yo temí por mi vida, porque el Turkestán, que siempre fue regalón de Old Buffalo, enfureció y este, zorro que es, me puso de carne de cañón.

El día de la furia del Turkestán, había una ceremonia en el colegio, que se llama Presentación Al Templo, que no existía en nuestros tiempos y que consiste en que los papás llevan a sus niñitas a la capilla del colegio por primera vez. Y yo lo único que quería era llegar contenta con ella y el Feli. La ceremonia fue súper simple, las niñitas cantaron sus canciones que habían aprendido y nos emocionamos harto y yo me quedé pegada cuando el cura habló de la inocencia de los niños. De cómo son pura buena fe, confianza, de cómo tienen el corazón lleno de bondad a diferencia de nosotros, los adultos, quienes claramente perdimos la transparencia en las pupilas hace rato. Son cosas que uno sabe, pero yo que venía especialmente sensible me puse a pensar que sí, que ojalá a mi Maidi le dure la bondad en el corazón, pero también que tal vez la pérdida de la inocencia es necesaria para poder sobrevivir en el mundo de los grandes. Porque de verdad no todas las personas son buenas. Quizás el punto sea el momento, el cuándo está bien perderla, pero no el hecho mismo de perderla.

En el mundo de la gente grande a veces tienes que ver bajo el agua. Me quedan pocas amistades. Evito cada vez que puedo un almuerzo gratis. Como mi olfato o Angel de la Guarda, como dice Madre, jamás me abandonan, cuando tuve la corazonada que había algo detrás de todo esto opté por blindarme y aunque odio la estrategia, nunca es fácil pillarme. Pero actuar así tiene un costo para mí. Cuando la angustia comenzó a darme náuseas , decidí hablar con Peláez, jefe- amigo-pero-no-podemos-ser-amigos de ya 12 años y contarle todo. Peláez, que es un monumento a la prudencia y la cautela, aún cuando El Hombre Sin Empatía, me dio un par de sabios consejos. También información relevante que yo no tenía sobre el Turkestán y que explicaba algunas cosas. En realidad, Peláez es un huevón correcto y honesto. Y brillante que da pena de uno mismo. A veces es una pesadilla, como cuando hace unos días no pudo evitar mirarme con cara de "oh, no eras tan tonta después de todo" y camuflarlo verbalmente con un "te quedó bien, Fran, escribes más bonito que yo". O como cuando es temperamental y sarcástico. Pero lo importante lo dice todo de frente y puede pedir disculpas.

Le decía el otro día al Feli que a veces pienso que estas cosas no debieran ponerme mal. O que si sé que mi mundo está lleno de esto, tal vez no debiera estar aquí. Que quizás debí haberme ido por un lado más acorde a mi forma de ser, menos conflicto, más risa, mejores caras, más creación, menos presión. Pero también siento que tengo derecho a estar donde yo quiero estar y como yo quiero. Y que son los Buffalos y los Stallions los que están mal. Por ahora me he salvado, aunque no está todo dicho. Al primer esqueleto Buffalo le dio rápida sepultura. Salvación por transitividad. Pero luego este lunes se desmoronó otra de sus construcciones, de nuevo en mis manos. Y si bien Old Buffalo ha perdido sus poderes, oficiales y de hecho, es Stallion quien está al mando. Todo esto me lleva confirmar que mientras más arriba uno llega, no es seso lo que hace falta; es cintura. Saber cuándo hacer la finta que te salvará el pellejo. Es por eso que probablemente I won´t make it to the top. No por falta de mérito, ni de pelotas, que creo que las tengo, aunque a mi modo. Pero no, yo creo que va a ser por no ajustarme al estilo. Porque no puedo dejarme manipular ni jugar un juego que me exija dejar de ser lo que soy o lo que preferiría ser. No puedo actuar como una perra traidora, no puedo ser amiga de nadie por interés ni por necesidad, ni sirvo para besar traseros. Se lo dejo a los que ya están en eso y sin conflictos. Yo no tengo ganas de sacrificar mi vida ni la de mi manada por números ni por títulos. Nunca estuve dispuesta a hacerlo y menos ahora.

Friday, September 01, 2006

El Pasado De La Mente

¿Qué me dirías si te dijera que todos tus recuerdos son una mentira y que tu autobiografía es ficción?

Tú, que veneras tus recuerdos, sí, tú, que transitas el presente con fundaciones sólidamente enterradas en tu pasado, justamente tú, tal vez no deberías leer este libro. Se supone que la psicología ha muerto y que hoy la llevan las neurociencias. Lo que sean las neurociencias, aún no lo entiendo muy bien, el autor del libro dice, en pocas palabras, que tenemos instalado en el hemisferio izquierdo un dispositivo que interpreta los actos inconscientes de nuestro cerebro, que toma decisiones sin preguntarnos y luego nos presenta una historia coherente que nos explica el por qué de nuestros actos. El lo llama El Intérprete. O sea que tenemos un narrador interno que nos cuenta cuentos bonitos acerca de nosotras mismas. Spooky, ¿no? Pensaba que si somos buenas para inventar historias ajenas, eso no debe ser muy diferente respecto de nuestra propia historia. Ayer dudé si seguir leyéndolo. Siento que puede derrumbar una serie de paradigmas que sostienen nuestro frágil Equilibrio Espiritual, para ponerlo en palabras de Freddy Turbina. Porque aparentemente todo lo que creemos hacer en forma controlada es automático y somos los últimos en enterarnos y más encima nos enteramos de lo que el Intérprete quiere decirnos. Pero seguí. Ya me envicié con el tema y decidí que si al final este tipo tiene razón es preferible saber que hacemos el tony y luego el personaje nos cuenta una historia que nos permite descansar en la coherencia de nuestras vidas. Como habría dicho el Grillo, que chori, ¿no?