Friday, December 23, 2005

Marea de Venus



Siempre he envidiado a las mujeres que salen a ahuyentar a sus fantasmas y demonios con canciones. Esas que no suenan a Hello Kitty ni huelen a Frutillita. Mujeres que morirían con las hormonas y las botas bien puestas, empuñando una guitarra. En realidad, irse a las manos con un instrumento y doblegarlo es algo envidiable. Por eso siempre me cayeron bien Hynde, Mann, Crow y Rosenvinge. Chrissie con sus chicos llorones, Aimee amenazando a sus cazadores, Sheryl queriendo pasarlo bien pero rogando que le rompan el corazón otra vez y Christina, la Barbie con borrachera, corriendo en auto por la noche y estrellada 400 veces contra la pared.

De estas favoritas, este año volvieron Crow y Mann. Wildflower, el nuevo de Sheryl Crow me pareció aburrido. Uno quiere a Sheryl, por eso le busca sus momentos al disco, pero lo cierto es que no hay nada espectacular ahí. No hay joyas, no hay himnos. Y uno se pregunta si acaso su Amor Amarillo no le habrá drenado esa capacidad que tenía para cantarle con tanta gracia a las pateaduras, errores favoritos y carretes todo terreno. Esperamos que no.

A la que el amor y el matrimonio no le hacen mella es a Aimee Mann. Sigue siendo la misma retorcida, deslenguada y descorazonada de siempre. A estas alturas uno llega a preguntarse si Penn la golpeará o maltratará, aunque mejor ni saber de dónde sale semejante melancolía, tan venenosa, pero tan adorable. The Forgotten Arm me pareció brillante. Curioso, tratándose de un disco conceptual, sórdido y amargo de una artista de culto.

Los refuerzos del año. KT Tunstall: Una mina que puedes cruzarte en la vereda caminando por Providencia, con una primera canción muy radial, ya usada en un comercial y todo. Pero Eye To The Telescope es todo menos un disco mainstream. Other Side Of The World fue una buena elección para comenzar, hasta mi hija de 5 se la sabe de memoria, sin embargo hay mucho más. Para mí el disco funciona como un catálogo. Pasar por él varias veces da una idea de todo lo que Tunstall puede hacer, de las varias formas en que puede sonar y, sobre todo, de lo mucho que puede decir. Eso es talento. A Girl Called Eddy: Golden es un escopetazo a boca de jarro, para quedar con el corazón como palmera. Javiera Mena: Sol de Invierno no sólo tiene un título sublime, sino además una buena melodía y una letra llena de frases que da rabia no haber dicho uno primero.

Menciones honrosas para Fiona Apple, Tori Amos y Kate Bush. Mención deshonrosa para Alanis. En este caso la pregunta es si no la habrá atacado el fenómeno Sansón. Alanis de pelo corto y brushing no es lo mismo que la querida cabra chica gritona. Ella debería dejar lo acústico para una que otra joyita de show en vivo. Lo suyo es el desgarro, que puede refinar, pero no debe cruzar la frontera. Y aunque Christina Rosenvinge diga que pasados los 30 hay algunas canciones que ya le resultaría patético tocar, y puede que tenga razón, Aimee nos recuerda que crecer y avanzar no necesariamente extrae la esencia de lo que alguien es. Chrissie ya pasó los 50, lo mismo Patti Smith y ahí las tenemos, inspiradoras y liberadoras como sólo ellas han podido ser. Yo sigo adorando a mis diosas, celebrándolas, esperándolas y, también, perdonándolas. Exorcizándome de paso yo también. Cantando, en la ducha y en el auto, todas esas canciones más grandes que la vida, que siempre quise haber escrito yo y robándome las frases que ellas dijeron antes que yo y mejor.