Tiempo En La Tierra
Aquí truena a ratos, llueve a cántaros. Los niños juegan con sus primos en la casa de abajo, mientras yo cocino para mi manada, lo cual evidencia lo bien que lo estoy pasando, porque sólo cocino cuando estoy muy contenta o en vacaciones. Ustedes lo saben bien. Miro por la ventana y pienso en otras veces en que lo hice, como repasando una colección de fotos y objetos queridos. Naturalmente parto por el primer almuerzo, en esta misma mesa, el día que empezamos a pololear con el Feli y la mejor noche de la vida. Ese 18 de septiembre, estudiando el condenado IVA. Me acuerdo de cuando huíamos los viernes por la tarde de Santiago y nos cambiábamos ropa en el estacionamiento de la oficina. De los desayunos con café recién hecho, sentados a la mesa con el primer rayo de sol en la cara, cuando éramos dos. De cuando desmalezamos a pura picota el jardín y lo rehicimos; de las tardes de invierno viendo Tierra Adentro. Aquí fue que corté los cientos de pedacitos de la colcha de patchwork que demoré seis años en terminar y que hoy está a los pies de mi cama. Aquí pasé una buena temporada de náuseas y los dos veranos en que esperaba a mis niños. Ayer fuimos a pasear a Mirasol y de vuelta, al pasar por la playa del Internacional, el Feli se acordó de la tarde que pasamos ahí luego de ir a la cascada. 5 de Julio de 1997. Casi exactamente diez años después, casi exactamente a la misma hora, los mismos dos, más dos niños peleándose y gritando en el asiento de atrás. Sólo nos quedó mirarnos y recagarnos de la risa, un poco de gusto de ver lo que hemos hecho juntos y un poco de horror, de pensar que queremos otro más. Yo pensé también que aunque cuarenta años yendo al mismo lugar para los dos es a menudo algo parecido a un castigo, sobre todo después de la explosión de San Alfonso del Mar y las otras aberraciones inmobiliarias que colapsaron al pobre pueblo, tiene a ratos cierta gracia y encanto circular por lugares tan repetidos, pero en circunstancias tan diferentes.