Tuesday, June 30, 2009

Maicol

A pedido de quienes han reclamado por mi silencio, aquí va algo sobre todos saben quién. Me da pena pensar que el asunto comenzó como un chiste. Estábamos en la casa de la Meche, haciendo sonar su nueva Stratocaster, mientras Manuel intentaba convencernos de que podemos cantar canciones de Heart. “¡Le dio un ataque a MJ!” nos dice la Meche. “Tongo”, digo yo, “una chiva para no dar los famosos 50 conciertos”, y nos ponemos a hacer chistes, que, hay que admitirlo, es lo que uno hacía hasta hace unos días. Aunque no siempre fue así.

Mi abuelo el Nono iba todos los días a tomarse un pisco sour al Club de la Fach antes de almuerzo. Eso es lo que él decía, porque yo sé que se tomaba más de uno, pero cuando uno es chico nadie le pregunta su opinión. En ese tiempo el centro estaba lleno de disquerías chiquititas que vendían vinilos y casettes y el las recorría todas. Un día me dijo que le hiciera una lista con casettes que quisiera tener, para buscarlos y regalármelos. Así me llegaron Super Trouper, Cargo y otras maravillas. Y así me llegó Thriller, en una versión importada envuelta en papel celofán. Para entonces yo ya había escuchado algunas de las baladas lacrimógenas de MJ, que no me gustaban, pero había rayado con Off The Wall. Y Thriller era un universo completo. Aunque nunca me gustó Billy Jean y sigo detestando The Girl Is Mine, me pareció tremendo, y el que Eddie Van Halen consintiera en ponerle su guitarra a una canción de MJ era la santificación final. No me voy a poner a latear con lo de los videos y los bailes y los Grammy y los millones ganados y perdidos. Tampoco con el mono, ni con el desteñido ni con la tontera masiva progresiva. Mejor nos acordamos de cosas divertidas, como los igualitos a MJ que salían en la tele (a Juan Antonio Labra no me lo toquen). Tal vez se acuerden de ese tipo que andaba detrás de la Moma en octavo, que tenía como cuarenta y dos años pero estaba en cuarto medio en el Marshall y que bailaba igualito que los monstruos de Thriller. Quizás la Caro se acuerde que por un tiempo cantaba todo el día Smooth Criminal y también Bad y que le encantaba Maicol. Yo me acuerdo de un trillón de cosas con las canciones de MJ. Y tal vez la Jime se acuerde de ese compañero que tenía en Agronomía, el Michael Jackson, o de Perico, ese tipo que llegó con Felipe-Cara-De-Guagua-soy-el-dueño-de-la-Scratch a La Serena el verano de 1991. ¿Que qué tiene que ver Perico con MJ? Pues nada, pero ese fue el verano de Black Or White y hace un tiempo encontré las fotos y aparecíamos en la playa con Felipe y Perico y se me vino inmediatamente a la cabeza esa canción.

Black Or White es quizás mi canción favorita de MJ. Después de Dangerous no hay nada. Esta última Navidad, la Quely le regaló a Pedro una guitarra eléctrica de juguete, que trae un montón de riffs pregrabados. Entre ellos está una fracción de la intro de Black Or White. Me acuerdo que cuando la escuchamos nos quedamos mirando fascinados con el Feli y tuve que correr a escuchar la canción completa. Y ahí está. Al carajo con los rankings y los records. Lo que uno quiere de los músicos, de los rockstars y popstars, en otras palabras, de los ídolos, es tan, pero tan simple. Sólo queremos que puedan elevarnos y emocionarnos y hacernos bailar en una digresión de tres minutos y medio. En los últimos años todo lo que uno veía de MJ era esa imagen que sí, era decadente y patética, pero para mí era, sobre todo, infinitamente triste. La mueca, el brushing, la nariz diminuta y la cara que parecía sujeta con perros para colgar ropa. Yo nunca fui tan fan, pero jamás le he hecho asco a una buena canción. Y de eso sí que el tipo sabía. Estoy segura que todavía le quedaba talento y genialidad. Las buenas canciones no necesitan venir todas juntas en un mismo disco siempre. Pero él tenía la cabeza y el corazón demasiado jodidos. De hecho. Lo que es yo, lo encuentro una verdadera pena y mi casa no está ajena al asunto. Entre la Quely que tiene todo el día puesto VH1 y repite sin parar que ella lo fue a ver al Nacional, y yo, que me emociono y se me aprieta la garganta cuando lo veo cantando de niño con su afro y una sonrisa que no puedo creerle, me pregunto qué pensará la Magda. “Michael Jackson es horrendo, Mamá”, me dice ella. “Es un héroe, Magda”, le digo yo. Y de pronto me acuerdo de la mañana que llegué al colegio y la Carolina Velasco nos dice con cara de horror “¡se murió Esler Presler!”, y ninguna sabía quien era el muerto.

Tuesday, June 02, 2009

Normal

Cuando uno es chico, los adultos no dicen algunas cosas, pero emiten unos mensajes encriptados que antenas dotadas de la debida (o indebida) sensibilidad pueden descifrar. El gran artista de nuestra familia, el héroe máximo y orgullo de todos, hasta se cambió de apellido. Lo que yo entendí entonces fue que en nuestra casa el arte, en cualquiera de sus formas, era una cosa muy linda. Nada más. La música se escuchaba, pero no se hacía en casa y este sí que no fue precisamente un mensaje encriptado. Mentiría si dijera que soy un Miguel Angel o una Chrissie Hynde frustrados. Al final es uno quien elige y si no es a los 18, hay miles de momentos para corregir el curso o desandar lo andado y yo nunca lo hice. Pero así todo, en algún momento nos damos cuenta que algunas cosas no las podemos ignorar. Una vez tuve una bronquitis horrorosa que no se iba con nada. "Las enfermedades respiratorias se asocian al no decir", me dijo mi tía que no es bruja, pero sí terapeuta floral. Lo que finalmente me encontró un doctor, que era medio frescolín, fue reflujo. Plop. Pero ni tanto. Algo que sube y baja, y que nunca sale. En ese tiempo yo mantenía cerradas un montón de puertas. Casi no leía, mis CDs estaban en una caja en la bodega, no tenía guitarra y ni pensar en escribir. Supongo que me pareció la mejor forma de entrar en una existencia estable y controlada. Digamos, normal. Pero cuando se fue la bronquitis, comenzaron los sueños.

En una mesa en el patio del Campus Oriente, un hombre con pinta de académico cool, pero muy feo, tenía en sus manos un ejemplar de Un Mundo Feliz. "Ese libro es muy bueno", le decía yo, dándomelas. Entonces él me quedaba mirando con la misma cara que pone Farquaad cuando me pone a prueba y me decía calmadamente, "y tú , ¿eres ave o haba?, porque ser ave es pasar por la vida livianito..." Nunca puder saber lo que era ser haba, porque me desperté. Si no era ave, lo cual en el sueño parecía ser algo poco deseable, la alternativa no era muy atractiva. Yo detesto las habas. Además son feas, y son un fruto encapsulado, preso en una cáscara dura. Si acaso Un Mundo Feliz es el Manual Acme de la Vida o una referencia a los distintos tipos de personas con que nos vamos encontrando, nunca lo supe. Mi subconsciente parece adorar el misterio. Y también la crueldad. Cuando volví a escribir y a tocar guitarra hubo otro sueño. Yo llevaba a la Magda a un lugar parecido a un mall. El piso era de mármol negro, muy brillante y murallas todas blancas. Las tiendas eran librerías muy elegantes. Pero yo sabía que a pesar del glamoroso entorno estábamos en un hospital siquiátrico y mientras caminaba con la Magda de la mano, a mi alrededor circulaban directores de cine, fotógrafos, escritores, pintores y todo tipo de artistas, todos hombres jóvenes, de caras lindas y miradas perdidas. "¿Tienes algo en nuestra contra?" me decían persiguiéndome y yo junto con contestarles que no, saltaba a otro sueño. La Jime y yo visitábamos a un niño, un hermano chico suyo, que estaba internado en un lugar donde todas las murallas eran de cristal, pero indestructibles. El niño era gritón y violento y no lo podían controlar. Yo me ponía a recorrer los pasillos y llegaba a una sala que estaba en el centro de todo, con un piano de cola negro y otros instrumentos musicales. La sala tenía también paredes de cristal y las puertas estaban cerradas con cadenas y candados. Paralelamente veía el jardín de la tía Loreto del Jardín de Pedro, que es la mamá de Sebastián Montes, el guitarrista clásico. El jardín tenía un pasto horrible, seco, pero a un lado había un montón de flores en bolsitas, muy lindas, listas para ser plantadas. La Jime siempre se ha reído de ese sueño y me agradeció que haya puesto al niño como un tercero distinto de ambas. Sin embargo cuando se lo conté me escribió uno de los mails más importantes que he recibido en la vida. Y no me quedó más que dejar salir ese lado que me maravilla y me aterroriza. Nada más contrario a mi sempiterna búsqueda de seguridad y control, que dejar fluir esa especie de océano que a veces es mansito y otras se las quiere ver con la gravedad. A veces digo que en un momento se me escapó el monstruo, pero no es un monstruo, es sólo un niño que se enoja cuando está encerrado, y en su momento los musos lo ayudaron a salir. Los musos son esos hombres que aparecen en mis sueños, que me dan ideas y que antes me asustaban y me confundían, pero ya no. Ellos siempre estarán donde yo los ponga.

Hace muchos años iba caminando por el centro. Miraflores con Agustinas. De pronto me quedé parada. Al frente mío habia un ciruelo flaquito, no más que un palito, pero tenía una única flor rosada, perfecta, recién abierta. Esa flor parecía querer gritarle a todos los autómatas que pasaban ciegos por su lado que la primavera ya venía. Y me pregunté cuánta gente la habría visto y se habría emocionado con ella como yo. No sé por qué extraño motivo las personas con que había ido recorriendo la mayor parte de mi vida, esas que no se espantaban con ninguno de mis vaivenes y volones se fueron de mi lado. No es culpa de nadie, pero pasó y me fui quedando muy sola y me fui sintiendo muy diferente de todo el mundo a mi alrededor. Sin embargo, en los últimos años he comenzado a encontrar gente que podría haber visto la flor del ciruelo. Manuel dice que es una fuerza de atracción entre seres afines. Nos entendemos, nos alimentamos unos a otros y nadie se espanta ni se asusta. Kandinsky escribió hace ya cien años un libro en que decía que no era claro por qué la vida del espíritu, donde también habita el arte, según él, se recorre con pesares, sudores, momentos angustiosos y pesadumbre. La ciencia respondió a Kandinsky en términos mucho menos sublimes que los que el que usó para formular su pregunta. La ciencia usa palabras terroríficas y estigmatizadoras para referirse a los mecanismos y procesos asociados a la creatividad en las letras, la poesía, la pintura, la música, la actuación, las matemáticas y la ciencia misma. En corto, al parecer, todo lo bueno es gracias a lo malo. Is that it? Let it be then.